En estos momentos inéditos en la existencia de la humanidad, nunca se ha vivido una situación como la provocada por la pandemia del virus COVD-19, hay tiempo para reflexionar y tratar de extraer conclusiones esperanzadoras.
Las medidas en vigor en la mayor parte del mundo occidental tienen un efecto perverso en la economía. La producción industrial, el comercio internacional, la investigación, y en definitiva la actividad humana en general se ralentiza cuando no se detienen totalmente.
El estado de inactividad o de actividad reducida provoca angustia e incertidumbre sobre el futuro. La buena voluntad de los gobiernos nacionales y de los dirigentes de la Unión Europea, a través de las medidas excepcionales de toda índole que se toman, es producto de un sentimiento de unión y pertenencia a un grupo con ideales y objetivos comunes.
Ese sentimiento se ha venido forjando en Europa desde el establecimiento de la Comunidad Europea, primero y la Unión Europea posteriormente. Los estados han cedido partes de su soberanía en aras de un proyecto común que aporta beneficios en todos los campos y hace que Europa siga siendo un actor fundamental a considerar a nivel global. En el ámbito de la defensa y de la industria de defensa, el camino recorrido por la UE ha sido lento y no exento de obstáculos, como veremos.
En 1992 los ministros de defensa de las entonces Comunidades se reunieron en la ciudad alemana de Petersberg y acordaron la creación de un marco de cooperación militar autónomo de la OTAN, pero coordinado con ésta, para el desarrollo de determinadas misiones de paz o humanitarias en terceros países (Misiones Petersberg). Estas operaciones se incorporaron en la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD) con el Tratado de Ámsterdam en 1999.
Con el Tratado de Maastricht, se adoptó la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) que abrió las puertas a los primeros ensayos de la cooperación militar autónoma a escala europea, y llevó a la adopción en 2003 de la primera Estrategia Europea de Seguridad, documento que contenía por vez primera una visión de conjunto común sobre la defensa y la seguridad de Europa en el mundo.
El Tratado de Lisboa, de 2009, contempla un nuevo mecanismo de "cooperación estructurada permanente" (Pesco), que no entra en vigor por diferentes causas, a través del cual los Estados miembros están llamados a establecer un marco de cooperación en el uso y desarrollo de capacidades militares y de toda su industria de defensa. El tratado rebautiza la PESD que pasa a denominarse Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), y la incluye entre las competencias del nuevo Servicio Europeo de Acción Exterior, que administra la acción exterior europea en todas sus dimensiones, bajo la autoridad del reforzado Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.
El Consejo Europeo de diciembre de 2013 abordó por primera vez en sus conclusiones el asunto de las capacidades de defensa, y, finalmente, el 28 de junio de 2016, veía la luz la Estrategia Global para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión. Ese mismo año se lanzó la Pesco, y, en base a la estrategia mencionada, la Comisión Europea publicó el Plan de Acción de Defensa Europeo (EDAP), plan que contempla un Fondo Europeo de Defensa (EDF) para financiar la investigación y desarrollo de capacidades europeas de defensa en cooperación.
Los estados miembros, la Comisión, el Parlamento, el Consejo Europeo y la industria de defensa se pusieron inmediatamente a trabajar. Se lanzó una Acción Preparatoria de investigación de defensa para el período 2017-19, que con un presupuesto de 90 millones de euros y gestionada por la Agencia Europea de Defensa, mediante un acuerdo de delegación con la Comisión Europea, sirvió para probar el sistema, tanto a las instituciones y estados miembros como a la industria. Se negoció y aprobó un reglamento del Programa de Desarrollo Industrial de Defensa (EDIDP) para el período 2019-2020, que con un presupuesto de 500 millones de euros y un programa de trabajo acordado por los estados miembros, ha revolucionado el planeamiento de capacidades militares y el concepto de industria de defensa, forzando la cooperación y el entendimiento entre los planificadores de los estados miembros y la formación de consorcios industriales europeos.
A nivel nacional también se ha llevado a cabo con regularidad y transparencia una cooperación interministerial y con otros actores nacionales sobre el EDAP, para que todos los implicados, Hacienda, Exteriores, Tesoro, Ciencia e Innovación, CDTI, asociaciones industriales, etc. estuvieran plenamente coordinados e informados en el desarrollo de esta iniciativa europea.
Los ministerios de defensa han buscado la afinidad y cooperación con los países con necesidades de capacidades parecidas y abriéndose a la cooperación para que los que disponen de tejido industrial de defensa puedan participar en los proyectos. La industria reaccionó positiva y masivamente a la llamada de propuestas de 2019, se establecieron consorcios y prepararon proyectos de desarrollo de capacidades como respuesta a la llamada, presentando 40 propuestas a las diferentes categorías del programa de trabajo con la participación total de 354 entidades europeas de las que 35 son españolas.
A punto de lanzarse la llamada de propuestas de 2020 y de publicar los resultados de 2019, el proceso se ha visto afectado por la pandemia, conllevando retrasos en ambos hitos. Está también pendiente de aprobación el reglamento del EDF, que con un presupuesto previsto de 13.000 millones de euros regirá el proceso durante el período 2021-27.
Llegados a este punto y con la actual situación de pandemia y las consecuencias en la actividad ya comentadas, hay que ser conscientes del camino recorrido en este campo, que ha sido muy largo y difícil, y que lo ya conseguido constituye un éxito, no hay más que echar la vista atrás tan solo cuatro años para apreciar en toda su dimensión la rapidez y magnitud el cambio introducido por las iniciativas europeas en el planeamiento y desarrollo de capacidades militares.
Tras la puesta en marcha de las iniciativas europeas, la cooperación en el ámbito de los ministerios defensa en la Pesco y en el planeamiento de capacidades militares está cambiando sustancialmente. No digamos la excelente reacción de la industria, el mensaje de la cooperación que la Comisión lanza con sus iniciativas constituye una verdadera política industrial de defensa europea a la que la industria ha sabido responder.
Todo el proceso recorrido y el trabajo realizado estos últimos años son útiles, y aunque el desarrollo del EDAP se verá sin duda afectado por las circunstancias actuales, cuando se vuelva a la normalidad servirán para seguir adelante con una base, un conocimiento y una actitud que constituirán sin duda un activo muy valioso para obtener éxito para la industria y para la defensa de España y de Europa.