Para los marinos, capear el temporal es prepararse y acondicionar su barco para enfrentarse a las inclemencias de la forma más segura posible para intentar evitar calamidades desde el punto de vista humano y también desde el material.
Todos los marinos hemos pasado temporales, seguro, de mayor o menos intensidad, pero en mi caso, la Armada nos preparó, nos instruyó, nos adiestró para estar listos ante inclemencias de todo tipo. Pero es que, además, en muchos destinos y localidades, la Armada es partícipe, como no podía menos que suceder, de los planes de emergencia locales, regionales y nacionales que les pudiera afectar, y finalmente, es necesario recalcar que además, periódicamente, la Armada lleva a cabo continuos ejercicios para mantener el adiestramiento en ello. Es por ello, por lo que osadamente me atreví a escribir recientemente un artículo relacionado con la gestión de catástrofes e incluso obtener unas conclusiones y atreverme a dar ciertas recomendaciones.
Como un ejemplo vale más que mil palabras, permítanme describir uno que para mí es la base y el título de este artículo.
En el año 1991, siendo jefe de Maniobra en el buque escuela Juan Sebastián de Elcano, ya de regreso a la Escuela Naval de Marín para finalizar el crucero de instrucción, tuvimos una alerta meteorológica recibida vía radio por facsímil, era uno de los pocos y humildes medios meteorológicos con los que se contaba a bordo en aquellas fechas junto a las predicciones obtenidas a bordo y estudiadas por el Oficial de Meteorología basadas en observaciones de instrumentos propios, una información posiblemente pobre, pero que nos dio pie a activar una primera alerta propia del buque ordenada por el Comandante. Así fueron los hechos y lo que desencadenaron las actuaciones (ordenadas).
Se navegaba a unas 400 millas al sur de la isla de Terranova, en una posición muy próxima a donde tuvo lugar el hundimiento del Titanic, amaneció en medio de una borrasca “simple” salpicada de continuos chubascos que suponían vientos frescachones inciertos, por lo que se ordenó cargar el aparejo y se navegó a palo seco (sin velamen alguno) con vientos dominantes de levante. A media mañana, se formó un anticiclón en la zona que junto unido a la borrasca que nos acompañaba, hizo arreciar la intensidad del viento, pero de dirección fija y constante, por lo que se decide aprovecharlos y dar el aparejo de cuchillo (velas cuadras, cangrejos, y foques). Hasta ahora, todo normal, sin alerta alguna, pero, cuando el frente frío termina de pasar, por la tarde ocurrió una situación no prevista, a última hora, el viento roló bruscamente al SW con una extraña anómala y brusca subida de la temperatura, los vientos aumentaron su intensidad a más de 40 nudos y con las previsiones que se hicieron, siguiendo las tablas de viento, se ordenó antagallar (tomar rizos) los cangrejos en segunda faja.
En estas condiciones se continuó navegando al ENE con los cangrejos ya antagallados y la trinquetilla (el foque similar al tormentín), pero, antes de anochecer, arreciando de nuevo el viento y de nuevo consultando la tabla de vientos, recomendé al Comandante régimen de mal tiempo en todo el buque, o sea, prepararse para temporal, lo que significa máxima estanqueidad, limitaciones de circulación solo autorizadas por cubierta y reforzar las trincas de los elementos no firmes de todas las cubiertas, y, por supuesto, dar la maniobra de mal tiempo, el aparejo de capa, ya que teníamos vientos entre temporal fuerte y duro, y también se decidió correr que no capear el temporal. La diferencia es que capear es solo situar al barco para adaptarse lo mejor posible a las inclemencias, y correr es navegar de la forma más segura en medio del temporal.
Una vez dado el aparejo de capa con vientos ya en temporal muy duro, entre 56 y 63 nudos de intensidad, se alcanzaron velocidades inéditas del barco de más de 15 nudos. Ya anochecidos, la parte más fuerte del temporal se desató con vientos huracanados constantes de 75 nudos y rachas de 90 nudos que nos corrió el temporal a más de 17 nudos; olas de mar montañosa, algunas de más de 14 metros de mar enorme; y viento del SW que se mantuvo casi constante toda la noche. En medio de la tempestad se empezó a rifar (desgarrar) la cangreja que es fundamental para mantener la capa, pero por la razón que sea (seguramente la Virgen del Carmen), no fue más allá y aguantó todo el temporal, pero eso sí, la intensidad del viento hizo que un 75 % del velamen aferrado a pesar de haberlo reforzado, se desaferrara y se rifara dando al buque un aspecto de película de terror con la mayoría de sus velas hechas jirones.
Por su parte, el enorme oleaje de la mar enorme corrió de estribor a babor por la cubierta del buque arrasando armarios, taquillas, embarcaciones, etc, y además, a pesar de estar la estanqueidad al máximo, entró en algunos camarotes, sollados de cabos y lavandería produciendo diversos daños materiales. Al amanecer el viento disminuyó algo conforme la borrasca se desplazaba al norte, no obstante, fue en esos momentos cuando se alcanzó una máxima escora de 42 grados.
A pesar del poco trapo y que la mayor parte de las velas se habían rifado durante la noche, se continuó con una velocidad media de 13,5 nudos cabalgando sobre olas impresionantes que en momentos alcanzaron hasta 16 metros de altura. Durante el resto de la singladura nos mantuvimos corriendo el temporal con el aparejo de capa y la cangreja antagallada, que aguantó formidablemente.
Al final, recorrimos 255 millas, en cuanto a daños materiales, se perdió una zodiac, se rifó el aparejo de cruz, excepto el juanete, se rifaron también los dos cangrejos mayores y los triángulos de capa del mayor popel y la mesana. Los mayores daños fueron producto de las inundaciones en camarotes y lavandería, así como en chigres y frigoríficas, si bien pocos días después, al amparo del anticiclón de las Azores, se pudieron reparar la mayor parte de los desperfectos. Por otro lado, afortunadamente no hubo que lamentar daños personales, únicamente hubieron de aplicársele 15 puntos de sutura a un guardiamarina, en una herida superficial que no dio lugar a complicaciones.
En definitiva, durante el temporal, uno de los mayores a que se ha visto sometido el buque, quedó demostrada además de la maniobrabilidad y las buenas condiciones marineras del barco, la preparación, organización y respuesta del personal del buque ante la presencia de condicionantes meteorológicos adversos, es decir, se corrió de forma excelente el temporal y se limitaron los daños.
La DANA de Valencia
Valga lo dicho como ejemplo para acometer la parte de este artículo que es su motivo principal ¿Se tomaron las acciones oportunas para “capear el temporal” producido por la DANA? Dicho esto, y antes de trasladar las actuaciones marineras a este caso, no quisiera que se interprete que es fácil lo que es muy difícil de gestionar, sobre todo, con las enormes desgracias que han ocurrido. No se trata de buscar responsables, se trata de dar soluciones definitivas para que no vuelvan a ocurrir, pues lo que quiero trasladar es que, capear el temporal debe de ser tomar ordenadamente todas las acciones precisas ante un temporal muy fuerte y actuar de forma rápida y urgente cuando el temporal está ya encima para que los posibles daños consecuentes sean los mínimos.
Instalaciones provisionales del Ministerio de Defensa en Valencia. Firma: MDE
Hagamos un recorrido paralelo del símil marinero, pero teniendo en cuenta que, en la mar, la única ayuda posible y solo cerca de costa, es la de Salvamento Marítimo, y en altamar no hay capacidades de ayudas ni de UME ni de otros organismos, ni siquiera de las propias Fuerzas Armadas, está uno solo y tiene que prepararse y alistarse.
Evidentemente, ante una alerta meteorológica conocida, lo que se trata también es de “capear el temporal”, vuelvo a recalcar, tener todo preparado para que en caso de “tormenta” se actúe de la manera oportuna para que se produzcan los menores daños posibles en personal y en el material.
Si en el caso marinero el Oficial de Meteorología de mi barco, no alertara a tiempo de unas condiciones meteorológicas adversas que pueden agravarse, tampoco podría yo junto al Oficial de Derrota y de Control del Buque, recomendar nada al Comandante sobre las maniobras y las acciones marineras a tomar para alistar al barco y capear el temporal. Los resultados evidentemente hubieran sido desastrosos con gran peligro para el propio mantenimiento del buque a flote.
La DANA de Valencia
En el caso de la DANA, si como se ha dicho, el “oficial de Meteorología”, la Aemet, y el “oficial de derrota y de control del buque”, en este caso la Confederación Hidrográfica del Júcar, no alertaron a tiempo al Comandante, en este caso al organismo responsable de gestionar la alerta, ya sea el Gobierno de la Comunidad o el Gobierno de España, estos, y sus órganos de gestión de crisis no pudieron tomar las acciones urgentes oportunas y por lo tanto no se alistó a la región para capear el temporal.
Si en el caso marinero trasladamos lo que ocurrió en 1991 con medios de alerta a bordo y en tierra escasos, a nuestros días, con medios extraordinarios tecnológicamente avanzados, y se conocieran desde tierra las alertas en la zona y el mando del buque no tomara las acciones de capear oportunas o se limitaran o se malinterpretaban, el mando superior tomaría directamente el mando y ordenaría las acciones oportunas.
Ciertamente, en el caso de la DANA y tal como ahora se está conociendo, parece que los organismos de alerta con medios avanzados y sofisticados, comunicaron las alertas a destiempo o con datos erróneos, en consecuencia, el mando, el que dirige las operaciones, Gobierno de la Comunidad y Protección Civil, también tomaron las medidas necesarias para “capear” a destiempo. Ahora bien, también es cierto que si el organismo superior, el Gobierno de España, viera, como también se ha dicho, y comprobara que no se estaban tomando las medidas necesarias, debería de tomar el mando y ordenarlas que, además, tiene más medios.
Digo esto continuando con el hilo de mi primer artículo que es la recomendación de que, en situaciones de emergencia en cualquier nivel, debería existir solo un organismo único que lidere, gestione y coordine las ayudas necesarias.
Capear el temporal es una cuestión de luchar y prepararse contra la naturaleza devastadora, para ello son necesarios varios pasos: confeccionar y redactar medidas mediante reglamentos y ordenanzas; la difusión de estas medidas; medidas de instrucción y adiestramiento; y coordinación entre organismos. Las actuaciones y conductas de todos durante las alertas en los diferentes niveles de alerta correspondientes, además de difundirse por todos los medios posibles, no debieran de ser recomendaciones sino obligaciones a cumplimentar por cada uno de los ciudadanos en cualquiera de los niveles de responsabilidad.
Existen las medidas, pero hay muy poco conocimiento por la sociedad. Prácticamente no existe adiestramiento, y por lo que se ha visto, poca coordinación, poca preparación y, por lo tanto, poca efectividad de las medidas, lo que ha ocurrido más que “capear el temporal”, o sea estar preparado para lo que pudiera venir, ha sido actuar sobre lo que ya ocurría y sin posibilidad de prepararse. Una tremenda catástrofe.