A unas pocas semanas de que el nuevo ejecutivo alemán, liderado por Friedrich Merz, tome el poder en el país, el gobierno interino del todavía canciller Olaf Scholz ha decidido volver a vetar la venta prevista de aviones de combate Eurofighter a Turquía. Con esta medida, el canciller en funciones, cuyo partido socialdemócrata (SPD) se dispone a entrar en la coalición que permitirá al conservador Merz (CDU/CSU) ocupar el cargo a partir del 6 de mayo, pretende presionar al país euroasiático para que libere al alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu. Este competidor del presidente Recep Tayyip Erdoğan lleva más de un mes detenido acusado de corrupción, aunque se sospecha que se trata de un intento por dinamitar sus posibilidades de acabar presidiendo Turquía.
La decisión afecta alemana particularmente a la compañía británica BAE Systems, que es la firma socia del multinacional programa Eurofighter que recientemente emitió la oferta formal para la venta de estos aviones a Ankara. Curiosamente, el propio Imamoglu ha criticado la decisión del gobierno de Scholz aduciendo que su país necesita urgentemente el avión desarrollado por Alemania, Reino Unido, España e Italia.
Berlín considera la detención de Imamoglu un acto antidemocrático que pone en duda las garantías de una venta de armas de este calibre. Pero no parece que acabe teniendo mucho recorrido, teniendo en cuenta que el veto llega de un Gobierno al que apenas le quedan unos días en el poder y que la adopta para presionar por la liberación de un político que no está de acuerdo con ella.
Derechos humanos
En todo caso, la medida, revelada por el medio alemán Handelsblatt, vuelve a poner sobre la mesa los recelos de Alemania para el suministro de material militar a terceros con una hoja de servicio no del todo limpia en derechos humanos.
La venta a Turquía de 40 aviones de combate Eurofighter atesora un amplio historial de altibajos y un contexto igualmente singular. Berlín acabó hace unos meses con el veto que había impuesto previamente a la operación, como socio del modelo. Seguidamente, y aunque Ankara confirmó la compra a Estados Unidos de 40 cazas F-16 Viper (en una operación igualmente complicada que impulsó el interés por los Eurofighter como alternativa), Turquía siguió evidenciando su interés por el aparato europeo.
Se da la circunstancia de que el país euroasiático fue miembro del programa internacional del F-35, del que Washington le echó como consecuencia de la compra por parte de Ankara de sistemas antimisiles S-400 a Rusia. El propósito turco era volver a integrarse en este proyecto para obtener los aviones de Lockheed Martin, lo que se ha estado acariciando en los últimos meses. Sin embargo, los recelos que están creciendo entre los compradores internacionales de este caza de quinta generación no invitan a pensar que la operación acabe completándose, al tiempo que puede beneficiar a la venta de los Eurofighter.
Avión de combate indígena TF-X
Si Alemania acaba levantando su nuevo veto y la operación no se malogra, los Eurofighter podrán cubrir el hueco en capacidades que Turquía tendrá desde que a principios de la próxima década comience a retirar su actual flota de F-16, que suma 270 aparatos de las versiones C/D, y mientras avanza el proyecto de caza indígena de próxima generación TFZ (Kaan). Una compra de cazas Eurofighter también conllevará la adquisición de conocimientos tecnológicos para el futuro avión de combate turco. Algunos expertos llegaron a señalar la posibilidad de que los eventuales Eurofighter turcos podrían acabar ensamblándose en el país. En ese caso, debería contar con el acuerdo de los cuatro países socios del programa (Reino Unido, Alemania, España e Italia).