El militar no es una subespecie especialmente agresiva de la especie humana que ya nace con un fusil en las manos, sino un ciudadano que por un noble ideal arriesga su vida para defender los derechos e intereses de sus conciudadanos.
Sin menospreciar un ápice la vida de cada civil -y la de cada soldado- ante la frecuente indiferencia de la opinión pública mundial y de los medios de información por las víctimas entre los combatientes que se pueden anticipar como consecuencia de la protección a ultranza que garantiza la legislación humanitaria internacional, puesto que la operación que minimice los daños civiles muy probablemente supone un incremento de bajas en los combatientes, parece conveniente matizar las diferentes categorías de civiles a salvaguardar según su nivel de participación en los conflictos, así como las excepciones aceptables.
Según la inteligencia del Reino Unido, las bajas militares en Ucrania por ambos lados hasta ago. de 2023 se cifran en 300.000 bajas rusas entre muertos y heridos; mientras del lado ucraniano se estiman en 190.000. En cuanto a las víctimas civiles la ONU las estima en 25.000.
Los 360.000 soldados israelíes movilizados tras las atrocidades cometidas por Hamás son ciudadanos a los que se ha requerido cumplir con su obligación para con su nación, que ayer se encontraban frente a un ordenador, como Vd. y como yo, y que hoy tienen un fusil en las manos o pilotan un helicóptero de combate con una misión.
Con la debida reserva por la licencia en la selección de las referencias legales; según la interpretación de las cuatro Convenciones de Ginebra y los tres Protocolos Adicionales que publica el Comité Internacional de la Cruz Roja, los civiles han de ser protegidos de los asesinatos, la tortura o la brutalidad, y de cualquier discriminación en razón de su raza, nacionalidad, religión u opinión política. Se pueden establecer hospitales y zonas de seguridad para los heridos, enfermos y ancianos, los menores de 15 años, las mujeres embarazadas y las madres de menores de 7 años.
Pero estas Convenciones también proporcionan reglas específicas de salvaguarda que se aplican a los combatientes y otros miembros de las Fuerzas Armadas en tanto que estén heridos, enfermos o náufragos, prisioneros de guerra, así como el personal médico, los capellanes militares y los trabajadores civiles de apoyo a los militares.
La Tercera Convención de Ginebra especifica que la condición de prisioneros de guerra incluye a los civiles "acompañando" a las fuerzas armadas, y por tanto se podrían considerar objetivos lícitos. En sus Arts. 50 a 54 se prohibe su utilización como escudos humanos; en tanto que en los Arts. 33 y 34 de la Cuarta Convención expresamente se prohibe la toma de rehenes. En fin, el Protocolo I adicional de 1977 determina las condiciones para la consideración de los grupos irregulares como beneficiarios de la consideración de combatientes.
En la práctica, la condición híbrida de los conflictos actuales ha dado lugar a diferentes categorías de participación como civiles:
En cuanto al tratamiento por algunos medios de comunicación, no todas las víctimas civiles parecen tener el mismo valor; p.ej. las posiciones interesadas de quienes se indignan con los bombardeos en Gaza y callaron con la masacre de Bucha, para quienes los cadáveres tirados por el suelo en Ucrania son un montaje de Zelenski y los del hospital Al-Ahli son reales y atribuidos a Israel.
Así mismo es evidente la parcialidad en la distinción entre civil, militar, combatiente; P.ej.: la práctica carencia de fotos de combatientes de Hamás caídos como consecuencia de las acciones israelíes, ante la avalancha de material gráfico de víctimas civiles reales o fabricadas.
No deja de tener un ligero tinte de hipocresía la diferencia en el tratamiento de cada víctima, como si de un partido de fútbol se tratara, donde desde las gradas simplemente se observa el resultado del encuentro. Ciertos riesgos son inherentes a los conflictos y por ende inevitables, en tanto que la mayoría están sujetos a matices que la propia legislación humanitaria contempla como excepciones.
Aunque frecuentemente se mencionan indistintamente por los medios de comunicación, a la hora de discriminar la intencionalidad -y por tanto la responsabilidad- en el atacante en relación con la cumplimentación de la legislación sobre daños colaterales, es importante distinguir entre misiles y cohetes. Los primeros están compuestos de cuatro elementos principales: sensor, carga explosiva, unidad de guiado y control (alguno ya con IA), y motor cohete; esta disposición permite incluso en algunos casos su inutilización en la trayectoria final de vuelo, minimizando la posibilidad de efectos no intencionados. Los segundos tan solo tienen carga explosiva y motor cohete, por lo que una vez lanzados no tienen manera de corregir su trayectoria, y los daños producidos son en gran parte indiscriminados.
Como colofón, para los diferentes escalones en el mando militar se presenta una a menudo ardua decisión cuando su más sagrada obligación es salvaguardar la seguridad de todos y cada uno de los soldados bajo sus órdenes, al tiempo que -con carácter preferente- han de hacer todo lo humanamente posible para alcanzar los objetivos que les han sido marcados.
¿Qué se supone que puede sentir un soldado cuando sus teóricamente aliados le piden que arriesgue su vida para salvar la de aquellos que desean fervientemente que la pierda?