Las pasadas Navidades publicábamos un primer trabajo sobre el tema, y medio año más tarde la situación del conflicto de Ucrania no ha dejado de agravarse. Una vez bajado el telón de lasferias Feindef y Le Bourget es preciso regresar a la justificación de la causa última de la euforia industrial, especialmente porque si se alcanza la hoy esquiva paz, podrá volver a ser complicado mantener el incremento presupuestario basado sólo en los compromisos internacionales y en los puestos de trabajo de alto nivel tecnológico, especialmente si de nuevo se considera políticamente incorrecto mencionar las amenazas.
Hoy soplan malos vientos para la 'Blanca Paloma', en tanto que no cesan de surgir iniciativas de falsas salidas al conflicto en Ucrania, bajo la premisa de un alto el fuego que sólo beneficiaría a la potencia invasora. Pero además de éste con Rusia y de la guerra civil en Sudán, que ocupan los medios, continúan activos conflictos armados en otros 55 países. Una situación en la que han proliferado informados agoreros del apocalipsis, como el experto en historia militar Anthony Beevor, que ve a los cuatro jinetes lanzados en plena galopada; o radicales optimistas como el desde el 27 de mayo centenario Henry Kissinger que anuncia la luz al final del túnel por la aparición de China como mediador.
Sin dramatizar, la posibilidad de que errores de cálculo derivados de acciones o decisiones con resultados no deseados estén cada vez más presentes en el conflicto, como los encuentros de aeronaves en los cielos del Mar Negro; un incidente nuclear en Zaporizhia, accidental o provocado; la entrada de nuevas variables desestabilizadoras como el despliegue de F-22 en Oriente Próximo en respuesta a la llegada a Irán de los SU-35; la reactivación del conflicto de Kosovo; o las veladas amenazas a las conexiones submarinas trasatlánticas, hacen que aumenten los riesgos de escalada, Y escaso de relato convincente, el Kremlin recurre continuamente a su estrategia de disuasión por intimidación a la que las poblaciones de Occidente son extremadamente sensibles, incluso cuando con cada nueva ocasión vayaperdiendo credibilidad, a pesar de que no falten en Moscú quienes no cesan de reclamar que se baje el umbral para el primer uso de armamento nuclear.
Los intentos para abortar o acabar con el conflicto son incluso anteriores al inicio de la invasión, cuando el 2ºjefe del Staff del Kremlin Dmitri Kozak alcanzó un acuerdo con Kiev en los días previos, con la condición de que Ucrania no ingresara en la OTAN, pero que sufrió el rechazo temprano de Putin, probablemente inducido por las informaciones que le anunciaban la conquista como un 'paseo militar'.
Desde los primeros días de la invasión se han sucedido los contactos y las iniciativas de mediación; bilateral primero en la frontera bielorrusa el 27 de febrero; y en marzo se presentó por parte ucraniana el plan de 15 puntos que contemplaba la salida de las fuerzas rusas a cambio de la renuncia de Ucrania al ingreso en la OTAN. El limitado éxito de estos contactos, incluso sazonado por los supuestos envenenamientos de los jefes negociadores, se redujo al intercambio de prisioneros y al establecimiento de corredores humanitarios, como podría haberse anticipado por los objetivos del agresor. La aportación del ex primer ministro israelí Naftali Bennett en marzo, de nuevo se topó con el escollo de Crimea y la neutralidad forzada de Ucrania. Subsiguientes mediaciones por parte de Turquía y Francia no hicieron más que demostrar que Rusia mantenía las negociaciones con el falso objetivo de aparentar que promovía la paz.
¿Y cuáles son las posturas manifestadas por los contendientes y sus apoyos en esta fase del conflicto?
Recientemente se han sucedido declaraciones cruzadas por parte de Ucrania y Rusia acerca de la posibilidad de negociar. El asesor de la presidencia de Ucrania, Mikhailo Podolyak, ha manifestado que “es inútil, peligroso y fatal: para Ucrania, para Europa, para el derecho internacional…No hay “fundamentos” “frágiles rusos”, indonesios, brasileños o africanos para esto en absoluto. El agresor debe salir de territorio extranjero, habiendo perdido finalmente su propio ejército y la reputación de un país a temer…”.
Como comentario anecdótico no deja de resultar curioso que sea precisamente Indonesia quien ha sugerido la repetición del referéndum en las regiones ocupadas, esta vez supervisado por la ONU; cuando habría que preguntarles si el resultado del que celebraron en Timor Oriental dio paso a la paz o un conflicto aún más sangriento, previo a la independencia final. De todas formas, en un contexto diferente, hay un antecedente para la zona desmilitarizada que proponen, en la ocupación israelí del sur del Líbano.
En la conferencia para la reconstrucción de Ucrania celebrada en Londres, el presidente Zelenski ha expresado los que en su opinión son los cinco pilares fundamentales de la paz duradera: 1. unidad, 2. estabilidad, 3. crecimiento, 4. seguridad y 5. democracia.
Del lado de Rusia, y descartando los periódicos exabruptos del expresidente Dmitri Medvedev, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha declarado que “hoy no hay requisitos previos para los acuerdos”, enfatizando que no hay siquiera “bases, incluso frágiles para construir ningún diálogo”. Se basa en que “el régimen de Kiev” no está dispuesto ni listo, y que no le está permitido por sus “manipuladores” mantener negociaciones. Por el contrario, en la reunión con la ya considerada como fracasada misión africana, Putin ha manifestado que “estamos abiertos al diálogo constructivo con quienes quieren la paz sobre la base de los principios de justicia y teniendo en cuenta los intereses legítimos de las partes”.
Como es lógico, para valorar la progresión prospectiva del conflicto se han analizado incluso los factores relevantes del perfil psicológico del dirigente ruso: la irrelevancia de los grandes números en las víctimas propias y ajenas, pues según frase que se atribuye a Stalin "la muerte de una persona es una tragedia, la de un millón es una estadística"; la extrema preeminencia de las consideraciones de seguridad sobre cualquier otra; junto a la presunción virtuosa de la violencia justificada; anticipan que no buscará seriamente la paz hasta la rendición total de Ucrania. Putin seguramente desea mantenerse en el poder y ambiciona liderar un imperio ruso moderno absorbiendo al estado desnazificado dirigido hoy por un presidente judío.
Ambos contendientes por tanto siguen empeñados en demostrar que el otro es culpable de que siga la guerra por poner condiciones inasumibles para la otra parte, con Ucrania empeñada en lanzar una contraofensiva sin suficientes medios y por el momento de dudosos resultados, de igual forma que Rusia ha perdido definitivamente la batalla por el relato salvo supuestamente ante su propio pueblo.
Por parte de los aliados de Ucrania, se asegura el apoyo por el tiempo que sea necesario; pero sin especificar que sea en tiempo y forma, con los recursos y medios imprescindibles, como los Atacms, los Patriot en cantidad suficiente, más vehículos blindados, y los cazabombarderos que compitan por la superioridad aérea y proporcionen apoyo a las fuerzas de superficie de forma eficiente. De todas formas, este apoyo no es 'monolítico', porque a la vez que surgen dudas y bloqueos por algunos dirigentes del Occidente Global, y se empiezan a hacer patentes en las calles los efectos de la 'fatiga de guerra', no faltan islotes locales que, sin poner en duda la condena a la invasión, califican el apoyo de armas a Ucrania como de 'echar gasolina al fuego'. Y ante la frecuente afirmación de que 'una potencia nuclear no puede perder una guerra', en primer lugar habría que ser precisos en la determinación de los conceptos de victoria y derrota, porque una de las primeras consideraciones, que al menos el bloque occidental debería haber definido de forma meridianamente clara, es lo que se conoce como el 'end state'; es decir, cuáles son sus objetivos. Siendo estos objetivos evidentemente ajustables, porque no se puede descartar la aparición de un 'cisne negro' como sería el cambio de régimen en Bielorrusia.
La Santa Sede necesitaría casi un milagro para que su labor intercesora consiguiera que ambos contendientes, invasor e invadido, aceptaran hoy sentarse a la mesa de negociación con unos términos pre-acordados. Aún así, si la solvencia de imparcialidad y los resultados de gestiones anteriores fuera un criterio esencial a los ojos de ambos para la elección del mediador, el cardenal Matteo Zuppi debería tener opciones para intentar abrir la negociación que pusiera fin al conflicto.
En la misma línea, el Kremlin ha descartado una posible mediación de Francia en la guerra en Ucrania con el argumento de que el país galo es parte del conflicto al suministrar armamento a Kiev. "Francia difícilmente puede ser un 'moderador' del conflicto de Ucrania por su participación activa en él", explica Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin.
Asumiendo los riesgos de toda generalización, el papel diverso jugado por los países del conocido como Sur Global ha sido designado por algunos medios de EE.UU. como 'sitting onthe fence', actuando como lo que se podría equiparar a 'teloneros' de la iniciativa china, porque como dijo Napoleón Bonaparte: "la victoria tiene muchos padres, en tanto que la derrota es huerfana". Ante sus acusaciones de duplicidad occidental en el tratamiento de los conflictos, sazonada por los resquemores dejados por el colonialismo, se puede argumentar que ellos tampoco le aplican el mismo interés a los que se producen en su patio trasero, que a los lejanos como el nuestro, a menos que les afecte directamente como ahora en la forma de hambruna e inflación. Las iniciativas de la UE (Global Gateway) y del G7 (Partnership forGlobal Investment and Infrastructure) y el largamente demorado (25 años) acuerdo comercial UE-Mercosur para recuperar el Sur Global, llegan tarde para explotar la vía de la convicción después de los efectos de la deuda y las vacunas. Este apoyo, que necesariamente debería ser superior a Rusia y especialmente a China con su BRI, se hace más complicado en plena recuperación de la pandemia, absorbiendo el rebote de las sanciones, la resistencia interna, y asumiendo los costes del apoyo a Ucrania y las tensiones comerciales con China.
Tampoco son de esperar resultados espectaculares, otros que los de imagen y relato, de la Cumbre Global por la Paz que está previsto celebrar en Dinamarca en agosto a iniciativa del presidente Zelenski, después del fracasado intento de hacerlo en Bruselas a finales de 2022, puesto que una de las partes del conflicto estará excluida de participar.
Por lo tanto, y sin descartar las indudables reticencias que despierta en Occidente, es preciso admitir, coincidiendo con Kissinger, que a pesar de la frígida recepción inicial de las propuestas presentadas por el curtido Li-Hui, a causa de la falta de madurez de la situación en el terreno militar, la más sólida iniciativa con perspectivas de abanderar un proceso de negociación, que eventualmente condujera a un alto el fuego, seguido de un armisticio; y siempre que los futuros avances de Ucrania permitan suavizar la posición del Kremlin, sería la promovida por China; que dividida entre el interés de que continúe el debilitamiento de su principal competidor global por el nuevo orden mundial, y de su aliado actual, pero que eventualmente puede devenir también competidor futuro, y el perjuicio que el conflicto está provocando a su economía; parece haber llegado a la conclusión de que debe ser mucho más activa, tanto en la prevención de la escalada, como en la terminación del conflicto; iniciativa a la que está arrastrando a los Brics.
En palabras del propio Borrell en el Shangri-la Dialogue 23: "Podemos llevar la paz a Ucrania. Pero una paz que sea considerada una paz justa. Yo sé como terminar la guerra en Ucrania. Es my fácil. Dejamos de apoyar a Ucrania y la guerra se habrá acabado en un par de semanas. ¿Pero cómo habrá terminado?¿Importa o no importa? Si importa, no podemos dejar de apoyar militarmente a Ucrania. Porque no queremos una paz que es la paz de los cementerios, la paz de la rendición, la paz del más fuerte, la paz que puede crear una segunda Bielorrusia. Pero sí, la guerra se acabará. Por tanto la cuestión es, entonces, no terminar la guerra, sino como la terminamos. Y es por eso que seguiremos apoyando a Ucrania aunque deseamos la paz tanto como cualquier otro"
Como conclusión, cualquiera y cuandoquiera que se alcance una solución de interrupción de los combates se tratará de una 'paz armada' y probablemente temporal, en espera de que la competición entre grandes potencias, que nunca ha estado realmente durmiente, se reactive en nuestro espacio estratégico o en cualquier otro; el espejismo de los últimos 40 años de 'paxeuropa' tiene bastantes probabilidades de ir desapareciendo progresiva o abruptamente. Los vectores históricos de los poderes actuales y emergentes hacia la consecución de sus objetivos son multidimensionales, no lineales, y entrelazados con otros vectores como los ofidios en fase de reproducción. El retorno radical al modelo de gobernanza del ejercicio activo del poder sobre los valores supone un descenso de varios escalones en la pirámide de Maslow en cuya cúspide nos creíamos encontrar desde 'el fin de la historia' de Fukuyama.
Y en el patio trasero queda en el aire el problema de los conflictos generados por las minorías culturales regionalmente mayoritarias, que las grandes potencias autoritarias incitan como detonantes para la división y el enfrentamiento, y que sólo tendría solución por la vía del diálogo, la negociación y la promoción de las coincidencias en lugar de las diferencias.
No se puede dar por concluido este tema sin hacer mención a los principales elementos de incertidumbre que sobrevuelan la evolución del conflicto de Ucrania, así como los equilibrios de poder, como son la próxima cumbre de la OTAN de Vilna y las elecciones presidenciales USA de 2024; pero ambos, por su relevancia, merecen un trabajo específico.