En un discurso más técnico que el de años anteriores, S. M. el Rey ha demostrado en su intervención durante la Pascua Militar que está perfectamente al corriente de la realidad de nuestras Fuerzas Armadas.
En su alusión a la cumbre de Madrid, ha recordado la aportación a España de nuestra pertenencia a la OTAN, pero también la importancia de nuestra contribución para la seguridad aliada. Mucho han cambiado nuestros Ejércitos en 40 años. No solo en el ámbito atlántico, sino también, y quizás, sobre todo, en el marco europeo. Un camino de esfuerzo que ha llevado a que a día de hoy militares españoles dirijan operaciones de distintas organizaciones internacionales en Líbano y Mali y que próximamente lo hagan en Irak.
En el plano internacional su discurso ha estado marcado por la necesidad de mantener el frente común ante el ataque a Ucrania, que es el gran reto de cara al año que comienza, y en la necesidad de reforzar nuestra Defensa. La base reside en la unidad aliada y en el apoyo unánime de las sociedades occidentales, incluida la española a pesar de lo que dicen algunos voceros que no merecen nuestro aprecio. En el plano interno, El Rey ya había indicado en su discurso de Navidad que debemos superar tres riesgos: división, deterioro de la convivencia y erosión de las instituciones.
La presencia de España en operaciones exteriores y la guerra en Ucrania marcan la importancia de invertir en Defensa. Como ha señalado Felipe VI, las Fuerzas Armadas necesitan recursos para formación, preparación y modernización tecnológica. El incremento de presupuesto es necesario para “conseguir una Fuerza Conjunta viable y sostenible”. En operaciones, los españoles hemos demostrado que con lo que tenemos hacemos más que otros y que sacamos rentabilidad de las capacidades disponibles. Eso es diferente a aquello de hacer más con menos. La viabilidad implica que la Fuerza debe disponer de recursos para poder llevar a cabo las misiones que se le encomienden. La sostenibilidad obliga disponer de ellos a largo plazo. Ambos factores afectan al nivel político.
En ese sentido, la intervención de la ministra de Defensa, Margarita Robles, con un discurso plano y poco ambicioso, ha dado pocas pistas. Mencionó la importancia de la Presidencia de la UE durante el segundo semestre, pero sin aclarar los objetivos que se plantean en materia de Defensa. Recordó la necesidad de que las Fuerzas Armadas dispongan de efectivos suficientes, sin clarificar si estos se van a incrementar como se pide desde las Fuerzas Armadas para asumir nuevas misiones. En el plano industrial afirmó que las inversiones son una apuesta clara y decidida por la industria, pero sin aludir a la necesaria coordinación entre los objetivos operativos con los de política industrial.
Será difícil que en el año que comienza, con un clima marcado por el calendario electoral, se pueda alcanzar un acuerdo político para proporcionar estabilidad a la financiación de nuestra Defensa que garantice la viabilidad y sostenibilidad de nuestras Fuerzas Armadas. Hay que reconocer en el haber de la ministra el incremento del presupuesto para este año. Ahora hace falta que los dineros lleguen oportunamente para que puedan gestionarse de forma eficiente. Un elemento directamente relacionado con la necesidad de reforzar la capacidad de gestión de los órganos del Ministerio, dimensionados para un volumen de recursos muy por debajo de los actuales.
En el plano industrial, se abre un horizonte inversor que debe permitir compaginar la necesidad de responder a las necesidades operativas con programas que mejoren la capacitación de nuestra industria, por lo que sería conveniente establecer mecanismos que verifiquen que ese objetivo se consigue. Para ello, será necesario clarificar la estrategia industrial para resolver las incertidumbres que planean sobre el futuro de nuestras grandes empresas y los movimientos de entrada de capital extranjero que se están produciendo en el sector español. Los responsables políticos deben velar por mantener cierta capacidad de decisión al menos en algunos sectores que la realidad de la guerra ha demostrado que tienen verdaderamente carácter estratégico.
Tanto las Fuerzas Armadas como la industria española han alcanzado un papel relevante a nivel europeo que debe reflejarse en los objetivos que la presidencia española plantee para el segundo semestre de este año. Algo que requiere visión global, planteada con generosidad y alejada de criterios puramente electorales. Menos táctica y más estrategia.