Ankara protagoniza uno de los mayores crecimientos en las ventas de material de defensa de los últimos años. Turquía ocupa ahora el decimocuarto lugar entre los principales exportadores de armamento mundial, después de haber aumentado un 170 por ciento el valor de estos suministros entre los dos últimos lustros (2009-2013 y 2014-2018).
Al mismo tiempo, las importaciones militares turcas, aunque a menor ritmo, están disminuyendo sus cuotas (en los últimos años ha bajado varios puestos y ahora ocupa el decimotercero del mundo). De este modo, el socio de Oriente Próximo de la OTAN está ganando peso en el sector mundial de armamento.
Estos movimientos han quedado reflejados en la base de datos publicada la semana pasada por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), cofinanciado por el Gobierno sueco.
El sipri considera periodos de cinco años en los balances de transferencias mundiales de armamento que ofrece cada mes de marzo, para tratar así de ofrecer evoluciones más estables, sin las desviaciones que una venta extraordinaria reflejaría en un año determinado, por ejemplo. De ahí que sitúe a Turquía en el puesto decimocuarto en la presentación de sus últimos datos, referidos como ha quedado explicado al periodo 2014-2018, en vez de señalar que, de hecho, ocupó el decimosegundo lugar en el último ejercicio, 2018.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reveló hace cuatro años que su país inició un plan para dejar de importar equipamiento militar a partir de 2023. “Nuestro objetivo es deshacernos de cualquier dependencia de las importaciones de productos de la industria de defensa”, para lo que, añadió el mandatario, “gastamos 1.000 millones de dólares al año en investigación y desarrollo”.
Erdogan quiere de hecho situar a su país entre los diez primeros productores de sistemas de armas en 2023. En este empeño, el país ha escalado diez puestos en los últimos años, al pasar del vigésimo cuarto lugar en el periodo 2008-2012 al señalado decimocuarto en el lustro 2014-2018.