Por Fabián Calle (Infodefensa.com, bajo autorización de reproducción de la revista Def) - Frente a una realidad internacional compleja y en pleno proceso de transformación, Irán define su estrategia de inserción en América Latina para los próximos años.
Fabián Calle es investigador Senior del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y miembro de la Carrera de Investigador del CONICET.Desarrolla actividades docentes en la Universidad Torcuato Di Tella, la Universidad Católica Argentina y el Instituto del Servicio Exterior del Ministerio de Asuntos Exteriores de Argentina. Cursó estudios en la Master en Relaciones Internacionales (FLACSO) y en la Master en Relaciones Internacionales Europa - América Latina (Universita di Bologna, Italia). Es Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires.
(Desde Buenos Aires) Las tensiones en materia de seguridad entre Estados Unidos e Irán se remontan a la misma instauración del gobierno fundamentalista en ese país en 1979, el cual tuvo como acciones iniciales la toma de la embajada estadounidense. Luego, durante la guerra entre Irak e Irán (1980-88), Washington y las principales potencias occidentales mostraron un abierto interés en impedir una victoria militar iraní. Entre 1982 y 1983, ese choque de intereses geopolíticos e ideológicos se trasladó a Líbano con los ataques terroristas suicidas de la milicia pro-iraní y pro-siria de Hebzollah a dos instalaciones norteamericanas. La inclusión desde los años ochenta de Irán en la lista de países terroristas, tuvo un salto cualitativo luego del 11/9 cuando la National Security Strategy identificó a esta potencia persa como miembro del denominado "Eje del Mal" junto a Irak y Corea del Norte.
Cambio de régimen en Teherán
Dentro de la lógica, se priorizó el riesgo que representaba la potencial interacción entre estos gobiernos con el desarrollo de armamento no convencional y eventuales lazos tácticos o estratégicos con grupos terroristas de alcance global como Hezbollah, Al Qaeda u otros en vías de desarrollo. La percepción imperante en Teherán fue que la Casa Blanca buscaría el cambio de régimen incansablemente. La presencia militar estadounidense en ambos flancos de Irán, o sea Afganistán a partir de 2001 e Irak en 2003, tendieron a incrementar esta lógica de confrontación. De manera interactiva, se produjo el ascenso a la presidencia de Irán de personajes alejados sustancialmente de las tendencias reformistas que se habían insinuado en la segunda mitad de los años noventa y estrechamente ligados a los "Pasdaram" o "Guardianes de la Revolución". Dentro de este panorama estratégico, con el agregado de los intereses de seguridad nacional de Israel vis a vis Irán, su programa nuclear y lazos con grupos como Hezbollah y Hamas, el gobierno iraní comenzó a reforzar su actividad diplomática, económica y al parecer de seguridad en América Latina. En especial con regímenes contestatarios a Estados Unidos tales como Venezuela, Bolivia, Nicaragua y, según algunas versiones, con actores no estatales como las FARC y grupos ligados al narcotráfico y el contrabando.
En el año 2007, el Jefe del Comando Sur, Almirante J. Stavridis, no descartó la presencia de grupos operativos iraníes con potenciales intenciones terroristas en zonas cercanas al Canal de Panamá. En enero 2009 el secretario de Defensa de la administración Obama afirmó que Irán viene desarrollando crecientes "actividades subversivas" en la región y destacó que las mismas preocupan más al Pentágono que la creciente presencia militar y política rusa.
No obstante ello, la administración demócrata colocó a la relación con Irán en lo que se define como una "policy review" con el objeto de reformar los cursos de acción seguidos en los últimos ocho años por la anterior gestión republicana. Entre otras cosas, colocaría un menor énfasis en la necesidad de un "cambio de régimen" en Teherán y uno mayor en contactos diplomáticos y negociaciones tal como se hizo en los últimos años con Corea del Norte.
Estrechando lazos en la región
El creciente peso de Irán en la región quedó reflejado en noviembre de 2007 cuando Brasil se abstuvo de votar en el plenario de la INTERPOL destinado a analizar la solicitud de Argentina, respaldada por Estados Unidos e Israel, para lanzar un pedido de captura internacional a una decena de iraníes y un libanés acusados de organizar el ataque terrorista a la AMIA (sede de la Comunidad Judía de Argentina en Buenos Aires) en 1994. La explicación de Brasilia fue la necesidad de preservar la creciente relación económica y energética con el régimen fundamentalista.
Asimismo, en enero 2009 la Cancillería de Teherán dio a conocer un comunicado en donde pedía la mediación del gobierno de Lula en el enfrentamiento entre Israel y Hamas. En este contexto, el Canciller brasileño, Celso Amorin, visitó en persona los embarques de ayuda humanitaria que salieron desde ese país a la zona de Gaza. Por su parte, Venezuela firmó numerosos acuerdos comerciales y económicos, entre ellos el desarrollo de un fondo común para inversiones de 4.000 millones de dólares, y un fuerte incremento de los vuelos comerciales que conectan a ese país caribeño con Siria e Irán. También se establecieron relaciones económicas y políticas, si bien a menor escala con Nicaragua, Ecuador y Bolivia. En el caso ecuatoriano, a fines de 2008 su Ministro de Defensa destacó la posibilidad de comprar armamento iraní para reforzar las unidades militares fronterizas a Colombia. Cabe recordar que tanto Venezuela como Irán son activos miembros de la OPEP que agrupa a los países que abastecen en un 40 por ciento el total del petróleo mundial y que Ecuador se sumó al mismo en 2008.
Plomo Fundido
También Caracas y Teherán son activos participantes de la iniciativa de países como Rusia y Qatar de organizar un Cartel de países productores y exportadores de gas.
La máxima expresión en esta cadena de advertencias se dio en noviembre pasado cuando la Canciller de Israel, Tzipi Livni, repudió la creciente influencia de Teherán en América Latina y, en especial, de actores estatales y no estatales ligados a prácticas desestabilizadoras y terroristas. Al respecto, no parece casual la trascendencia política que Israel le brindó hace pocos meses a la visita oficial del Ministro de Defensa de Colombia y la consiguiente firma de importantes convenios de cooperación militar y de seguridad. Pocos días después de las afirmaciones de la premier, fuentes extraoficiales de Estados Unidos dejaron trascender a medios de prensa de la región sobre las fuertes consecuencias que tendrían, para algunos países del área, que se concretaran ataques a intereses estadounidenses por parte de células iraníes utilizando los territorios y facilidades de uno o más de estos países latinoamericanos.
Durante la reciente guerra en la Franja de Gaza, se llevaron a cabo fuertes movilizaciones en varios países de América Latina en repudio de las operaciones de Israel en Gaza así como la ruptura de relaciones diplomáticas de Venezuela y Bolivia con el Estado israelí. En este sentido, se destacaron los grupos sociales y políticos más ligados a Cuba, Venezuela, el indigenismo boliviano, Irán, Siria y grupos maoístas.
En este contexto, la Universidad Hebrea de Jerusalén desarrolló un seminario especial sobre el resurgimiento o no de visiones antijudías y contra Israel en América Latina, la conclusión del mismo fue afirmativa.
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