ARA San Juan, ¿hay culpables o chivos expiatorios
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ARA San Juan, ¿hay culpables o chivos expiatorios

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Bruce Rule ha compartido conmigo su evaluación de la noticia de que tres oficiales de la Armada Argentina serian acusados por la tragedia del ARA San Juan. Este análisis fue preparado por el Sr. Rule, actualmente retirado, pero que fue el analista líder de la Oficina de Inteligencia Naval de los Estados Unidos por cuatro décadas. Él analizó los datos acústicos de la tragedia del ARA San Juan y calculó con precisión la ubicación del naufragio como así también la secuencia de eventos que llevaron a la pérdida del submarino. He creido pertinente compartir sus reflexiones en este artículo de opinión.

El Sr. Rule ve con preocupación la información recientemente divulgada en medios de prensa argentinos que indica que la jueza argentina que lleva adelante la causa sobre la tragedia del San Juan, estaría elevando cargos contra tres oficiales navales en referencia al hundimiento del submarino. El analista norteamericano, que cuenta con décadas de experiencia analizando pérdidas de submarinos, incluyendo la identificación y documentación de conclusiones erróneas presentadas por Cortes Navales de Investigación de los Estados Unidos, que investigaban la perdida de los submarinos USS Thresher (SSN 593) en 1963 y del submarino USS Scorpion (SSN 589) en 1968, sumados a los análisis de otros seis submarinos perdidos entre 1968 y el año 2000, concluye que la Corte Argentina podría estar siendo direccionada en forma incorrecta en la forma que se está analizando la pérdida del San Juan. Precisamente, él compara que los cargos elevados contra el personal naval serian similares a culpar al personal de tierra de un aeropuerto, que autoriza la partida de una aeronave que luego se estrella debido a errores del piloto.

Basados en la información conocida acerca del hundimiento del submarino argentino, el Sr. Rule concluye y reafirma que la explosión de hidrógeno generado por las baterías inundadas del submarino es la única explicación satisfactoria para la tragedia y que es esencialmente imposible que algún otro evento o serie de eventos hubiesen podido prevenir a la tripulación del San Juan de lanzar las boyas de emergencia o vaciar los tanques de lastre para emerger.

Test físicos confirman que la velocidad de movimiento de una explosión de hidrógeno de alta temperatura es de unos 1400 m/s lo que causaría la muerte de toda la tripulación en no más de 30 milisegundos, menos de la mitad del tiempo que necesita el cerebro humano para reconocer un evento. Debido a esto, la tripulación pereció sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo, sin ansiedad ni miedo, en forma esencialmente instantánea.

Continuando con su análisis, Rule, asevera que el caso del ARA San Juan es muy particular comparado con los otros ocho eventos que el ha analizado, principalmente porque la causa de la tragedia puede ser fácilmente identificada en base a los mensajes enviados por la tripulación del submarino a su base. Esos mensajes discuten la inundación y cortocircuitos que estaban sucediendo en el compartimiento de baterías de proa y establecen que el comandante del submarino ordeno a su tripulación sumergirse a 40m de profundidad y enviar personal al compartimiento afectado para analizar la situación y determinar si se podían realizar reparaciones. Estas órdenes, combinadas con los antecedentes registrados en Estados Unidos que, hasta 1968, determinan que todas las explosiones de hidrógeno, liberado por baterías que entraron en contacto con agua marina salada, en submarinos, sucedieron cuando miembros de la tripulación se encontraban trabajando en el compartimiento de baterías y presentaban un riesgo de ser fuente de chipas generadas por energía estática.

Conociendo los mensajes y los análisis de accidentes previos, el Sr. Rule concluye que, si el submarino ARA San Juan se hubiese mantenido en la superficie, ventilado los compartimientos a la mayor capacidad posible y no se hubiese enviado personal al compartimiento de baterías delantero, el submarino no se hubiese perdido el 15 de noviembre de 2017 debido a una explosión de hidrógeno. La combinación de los eventos declarados en los mensajes permitió que sucediese la explosión que hundió lentamente al submarino a una profundidad de 468m donde su casco colapsó (implosionó) a las 1351 GMT en 35 milisegundos con una fuerza igual a la explosión de 5216kg de TNT. La hora estimada de la explosión que causó la tragedia es 1330 GMT, aproximadamente una hora y 40 minutos luego de que el San Juan se sumergió, periodo durante el cual o bien el hidrógeno lentamente se acumuló a niveles explosivos o explotó cuando personal de la tripulación accedió al compartimiento de baterías delantero.

Basado en esta información, Rule sugiere que la Magistrado que se encuentra trabajando en identificar la causa de la tragedia se debe concentrar en las comunicaciones entre el San Juan y su base, antes de considerar las acciones del personal que se encontraba en tierra y que es muy improbable que hayan sido responsables de la tragedia causada por una explosión de hidrógeno.

Finalmente, Bruce Rule sugiere a todas las Armadas que operan submarinos propulsados por baterías de plomo/acido que entrenen a sus tripulaciones sobre los riesgos asociados con la inundación de los compartimientos de baterías y que desarrollen procedimientos para minimizar los riesgos.

Nota: Un evento muy similar a la perdida del Ara San Juan se produjo cuando el submarino equipado con misiles balísticos y de propulsión diésel K-129, clase Golf II (o Proyecto 629A) soviético se perdió el 11 de marzo de 1968, mientras navegaba a profundidad de periscopio con mar muy movido en el Pacifico. Tres explosiones de hidrogeno ocurrieron en el compartimiento de baterías delantero en apenas 49 segundos y se estima que la tripulación pereció instantáneamente debido a que no se recibieron mensajes reportando problemas y la Armada Soviética busco la zona donde se estimaba que el submarino se encontraba sin suerte. Unos meses después de esta perdida, la Armada de Estados Unidos, utilizando también hidrófonos submarinos, logro ubicar la nave siniestrada, muy lejos de la ubicación estimada y a casi cinco kilómetros de profundidad.



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