Las relaciones entre España y Marruecos están condicionadas por un conjunto de factores geopolíticos y de seguridad que las proporcionan una complejidad no exenta de ambigüedades. Con independencia de las repercusiones que la conflictividad crónica del Mediterráneo Oriental puede ocasionar en ambos países, los dos pertenecen a la cuenca del Mediterráneo occidental, donde el estrecho de Gibraltar juega un papel esencial en el sistema geopolítico internacional.
A ello se añade las propias relaciones bilaterales hispano-marroquíes en las que existen diferendos que van desde el contencioso sobre Ceuta y Melilla hasta las discrepancias sobre el futuro del Sahara Occidental, pasando por la delimitación de aguas territoriales, la inmigración o el terrorismo. Todo ello induce a que las relaciones sean complicadas.
En relación con la delimitación de aguas territoriales, la ampliación de la zona económica exclusiva y de la plataforma continental, por parte de Marruecos, el pasado 30 de marzo, introduce un contencioso entre ambos países en torno que incluye al monte submarino Tropic, situado a unas 300 millas al sur de la isla de El Hierro, que contiene importantes reservas de telurio y cobalto. Esta acción de Marruecos responde a la máxima de Sun Tzu golpea al enemigo cuando se encuentre débil.
Con respecto al Sahara Occidental, la aparición de un Estado democrático independiente y sólido, produce importantes ventajas en la seguridad del entorno geopolítico del norte de África y África occidental, ya que constituye un 'muro de contención' contra el yihadismo islámico, facilita el equilibrio estratégico de las potencias de la región, así como incrementa la estabilidad de nuestro espacio próximo de seguridad que constituye un objetivo estratégico nacional.
Para ser realistas, un hipotético conflicto armado con Marruecos - no lo veo ni a corto ni a medio plazo - se produciría, fundamentalmente, por agresiones u ocupaciones estatales o no estatales marroquíes contra los territorios españoles en el norte de África, desde las ciudades de Ceuta y Melilla hasta las islas Chafarinas, pasando por el peñón de Alhucemas, el peñón de Vélez y la isla de Perejil. Nuestra hipótesis de trabajo nos sitúa en el contexto de amenaza no compartida.
Por otra parte, y con independencia de que hay una estrecha cooperación y colaboración entre ambos países en la lucha contra el terrorismo y en el terreno de la inmigración, las disputas respecto al futuro del Sahara Occidental y a la delimitación de aguas territoriales se resolverá en el campo del derecho internacional.
El conflicto de la isla de Perejil, en julio de 2002, cuando Marruecos ocupó militarmente dicha isla que fue reconquistada por España en una decena de días, ya supuso un paso para tantear y regular los efectos que hubiera tenido una hipotética reacción de España ante la ocupación, por parte del reino alaui, de alguno de los territorios españoles del norte de África.
En el caso concreto de Ceuta y Melilla, su defensa se debe realizar fuera del territorio de dichas ciudades para lo cual es preciso anticiparse apoyándose con unos modernos medios de inteligencia, una ágil y rápida capacidad de proyección junto con la firme voluntad del Gobierno español de actuar a través de la disuasión inicialmente y, si es preciso, por medio de la agresión cuando se ponga en cuestión nuestra soberanía.
No cabe duda de que la recuperación, por parte de Marruecos, de uno cualquiera de los territorios indicados supone poner en cuestión todo el conjunto por lo que es imprescindible tener previsto en los planes operativos correspondientes la respuesta ante tal situación, primordialmente, con una firme y sólida estrategia de anticipación.
Aceptada la principal razón por la que puede desencadenarse un conflicto armado hispano-marroquí, se pueden contemplar dos escenarios. El primero consistiría en realizar una 'ocupación' de dos o tres territorios - exceptuando Ceuta y Melilla -, de forma similar a como se hizo con el conflicto de la isla de Perejil. Se trataría de un golpe de efecto sin previo movimiento de tropas por lo que la 'ocupación' sería de pequeña entidad y su objetivo podría ser probar cual es la respuesta española y el desenlace final, teniendo en cuenta su repercusión internacional.
El segundo escenario, el más peligroso, sería un ataque en fuerza contra Ceuta o Melilla, para lo cual existiría previamente un importante movimiento de fuerzas marroquíes hacia el norte de Marruecos. Por supuesto, esta situación sería detectada por nuestros medios de inteligencia e información lo que produciría la activación de los planes operativos previstos en el Mando de Operaciones.
Es en este caso, cuando se puede realizar una comparación entre las Fuerzas Armadas de ambos países. En líneas generales, y con independencia de que las fuerzas militares marroquíes están pasando por un periodo de significativa modernización y transformación, que aumentará su capacidad de combate, el despliegue actual de las fuerzas militares de Marruecos se orienta hacia la frontera argelina y hacia el Sahara Occidental.
En el terreno del armamento y material, en una comparación entre los elementos más importantes de cada uno de los tres Ejércitos, tomando como referencia el Military Balance 2020, se aprecia una ventaja a favor de España. Considerable en la Armada, con 6 fragatas F-110 frente a 1 Fremm; amplia en el Ejército del Aire, 68 Eurofighter frente a 48 F-16; y ligera en el Ejército de Tierra, 219 Leopardo 2E frente a 222 M1A1SA Abrams.
Pero en un conflicto armado, aparte del armamento y material, es preciso considerar también, y fundamentalmente, otros parámetros importantes. Entre ellos, se encuentran, la experiencia de combate, la capacidad de adaptarse a un entorno operativo cambiante, la disponibilidad e interoperabilidad, el liderazgo, el sistema de mando y control, la formación y motivación del personal o las tecnologías críticas, como la inteligencia artificial o el dominio de la cibernética, que pueden proporcionar una ventaja decisiva en el campo de batalla. En estos parámetros, la comparación es claramente favorable a España.
En el contexto de la amenaza no compartida es imprescindible asegurar la disuasión que en este momento se puede considerar adecuada. Pero lo más importante es que esta disuasión se mantenga para lo cual es preciso incrementar el gasto de defensa al objeto de que nuestras Fuerzas Armadas puedan continuar con su indispensable modernización y transformación.
En otro caso, se pondría en cuestión uno de nuestros más importantes intereses nacionales de seguridad y defensa, la soberanía. En este desafío deben cumplirse, al menos dos condiciones imprescindibles: una, la superioridad en la anticipación estratégica y en la plena libertad de proyección de fuerzas; dos, la firme y sólida voluntad política de disuasión y defensa nacional.