(Infodefensa.com)
Con este antiguo probervio romano, Edward Luttwak (2005) da vida a su obra Para Bellum, la estrategia de la paz y de la guerra, señalando en su texto que la disposición para hacer la guerra puede asegurar la paz, lo que se complementa con lo que plantea Hobbes en su libro El Leviatán (1989), cuando alude a que la grandeza de una ciudad se observa cuando es capaz de avituallar más allá de sus límites a un grande y poderoso Ejército.
Desde estas dos aseveraciones, es posible empezar a develar la simbología oriental de la estrategia china enunciada por Deng Xiaoping a fines de los años 70, orientada a ser la primera potencia mundial a mitad del siglo XXI.
Al asumir en 2012, Xi Jinping estableció algunas directrices, señalando la necesidad de contar con un poderoso Ejército “a fin de materializar el gran rejuvenecimiento de la nación china…debemos perseverar en la combinación del desarrollo de un país próspero con el impulso de un potente Ejército" (prneswswire, 2020). Posteriormente, en 2017, en el marco del 19° Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, se dio a conocer una hoja de ruta en la que China transformará plenamente el Ejército Popular de Liberación (PLA, por sus siglas en inglés), en una fuerza militar de clase mundial a mediados del siglo XXI.
Recientemente, durante el discurso en la 4º sesión plenaria para las delegaciones del Ejército y Policía Armada de la XIII Asamblea Popular Nacional, realizada el 9 de marzo de 2021, Xi Jinping reforzó lo señalado en 2012 respecto a que “el Ejército debe fortalecer la capacitación en medio de la epidemia, acelerar la capacidad de realizar tareas militares, ampliar el entrenamiento y preparación para la batalla y lidiar con todo tipo de situaciones complejas de manera oportuna y efectiva” (CGTN, 2020) lo que significa que China y Xi, en particular, mantienen el discurso de unas Fuerzas Armadas de clase mundial. La pregunta subsecuente es ¿para qué se necesitan esas fuerzas?
La claridad sobre los objetivos chinos, en este trasfondo simbólico con que van develando su sentido estratégico, se puede encontrar, por ejemplo, en el discurso del presidente Xi del 02 de enero de 2019 con motivo del 40º aniversario de lo que se conoce como el Mensaje a los Compatriotas en Taiwán (2019), instando a su Ejército a fortalecer la capacidad de combate para una lucha militar completa desde un nuevo punto de partida (Infodefensa, 2021), concepto que se interpreta como la idea de una sola China e ignorando la existencia de un Taiwán independiente; reforzando de esta forma la negativa a renunciar al uso de la fuerza en su relación con Taiwán. Ese nuevo punto de partida que señala Xi, implica la pregunta ¿hacia dónde va dirigida la amenaza?
Quizás la revelación hecha por la hija de Deng, hace ya 25 años, en Barcelona pudiera aclarar en parte la respuesta: "Deng Lin se siente orgullosa del nuevo papel que China desempeña en la actualidad internacional…fuimos humillados por las potencias occidentales y ahora nos hemos puesto de pie". (El País, 1996). Deng Xiaoping, el creador de la China actual, fundamentó sus modernizaciones en esa humillación por las potencias occidentales y, el tiempo transcurrido, ha acercado los plazos para superar esa humillación relacionada con la guerra del opio y la ocupación territorial europea, rusa y japonesa.
La última modernización planificada, luego de la agricultura, industria, ciencia y tecnología, es la defensa y, por lo que se ha visto en el discurso oficial, ya está en marcha, y cuyo objetivo principal pareciera enfocarse en un Estados Unidos que hace lo posible por impedir el nuevo punto de partida de Xi. Esa China unida, implica la desaparición de Taiwán como estado independiente lo que considera acciones militares concretas, tal como lo describió la Agence France-Press (AFP) este 11 de marzo de 2021, señalando “un buque de guerra estadounidense cruzó el estrecho de Taiwán, anunció el jueves la Marina de Estados Unidos”, teniendo como justificación de ese acto la declaración del jefe del Mando Militar de Indopacífico (Indopacom), el almirante Philip Davidson, quien advirtiera que “temía una invasión a Taiwán antes de 2027”, resaltando además que “me temo que China está acelerando sus planes para suplantar a Estados Unidos (…) en 2050” ante una comisión del Senado estadounidense (swissinfo, 2021).
La revisión del discurso, los actos y los hechos simbólicos van encaminados a lo que todo analista de defensa supone, la trampa de Tucídides, el enfrentamiento que marcará un nuevo orden mundial, el cambio de la potencia dominante que se empieza a confirmar con hechos que adquieren una dimensión distinta cuándo juntamos plazos, discursos, mensajes y acciones.
Para finalizar, cabe señalar que la orientación estratégica china está direccionada a ese nuevo punto de partida: considerando a Hong Kong y Taiwán como territorios con administración especial y con vías particulares de recuperación; con el Tíbet bajo soberanía china; los rebeldes Uigures de Xinjiang neutralizados en la ruta de la seda terrestre; el mar de china negociándose con el peso del poder chino y generando la dependencia de los estados afectados. El contrapeso de esta estrategia se encuentra en Estados Unidos y Japón, que crean un frente junto a India para neutralizar la proyección china al Indopacífico.
La gestión de la crisis está en marcha.