Compuesta por 22 unidades (19 monoplazas y tres biplazas) de los IAI Kfir C10/C12/TC12 y por entre cuatro a seis del Cessna (Textron Aviation) OA-37B Dragonfly, las alas de aviones a reacción de las Fuerza Aérea Colombiana (FAC) tienen un denominador común e inobjetable: la necesidad urgente de ser renovadas.
En efecto, el primero de ellos –que compone la flota de cazas- se encuentra en servicio desde 1991, para luego ser no solo ampliados –en sus números- sino además renovados en un proceso llevado a cabo en 2009 y que en 2017 tuvo un tercer capítulo con la adquisición de dos nuevos biplazas.
El segundo, -que compone la principal flota de interceptación antinarcóticos- se encuentra en servicio desde hace ya 42 años, llegando en los años 1978, 1979, 1984 y 1989, completando en total 32 aeronaves que con el pasar de décadas han salido del servicio (amén de las perdidas en incidentes), hasta contar en la actualidad con entre dos y tres elementos de combate solamente (04 a 06 unidades).
La antigüedad de ambos sistemas resalta a simple vista, a pesar de los esfuerzos dirigidos no solo a su mantenimiento, sino a su modernización, ambos encaminados a poder contar con una tasa de disponibilidad óptima, además de brindarle seguridad operacional a las tripulaciones, luego de accidentes que involucraron tanto a Kfir como A37B y que costaron la vida de pilotos y la pérdida material de aeronaves.
Sin embargo, esos loables esfuerzos, en medio de constantes y progresivos recortes presupuestarios, no son óbices para plantear la necesidad de renovar ambas flotas, con el fin de poder comenzar a contar con medios no solo modernos sino seguros y que le permitan a la FAC el cumplimiento de sus misiones constitucionales por lo menos durante los próximos 20 años.
En este sentido, y luego de un esmerado trabajo realizado por la comandancia del general Carlos Bueno, la FAC diseñó y trazó planes para renovar su flota de cazas, priorizando para ello la sustentabilidad financiera destinada al mantenimiento operacional de la futura flota, en términos de contar con los recursos suficientes para sufragar una nueva huella logística, que permitiera la adaptación y preparación de las tripulaciones en la nueva plataforma.
Para ello fueron probadas diversidad de aeronaves (mono y biplazas) de fabricantes estadounidenses, europeos occidentales e incluso rusos, con el fin de poder conocer de primera mano las características de cada modelo y de cómo los mismos, podrían o no adecuarse a las necesidades operacionales y a las realidades presupuestarias tanto de la fuerza como del país.
Ese trabajo, adelantando durante un lustro completo, dio como resultado la conformación de una lista corta (shortlist), a través de la cual la FAC materializaba su trabajo de preselección de los modelos que más se ajustarían a sus requerimientos.
El ala de cazas y la shorlist
La lista corta, que representa la visión de la FAC como fuerza, está integrada por tres modelos , siendo el primero de ellos ofrecido desde hace más de 30 años, el Lockheed Martin F16, el segundo ofertado desde el 2015, el Airbus Eurofigther Typhoon y el tercero, también desde el 2015, el Saab Gripen NG.
De atrás hacia adelante y en relación al Gripen, esta aeronave ha sido ofrecida tanto en su versión NG, es decir de fabrica y con la posibilidad de ser manufacturada en Brasil (con abaratamiento de costos, transferencia tecnológica y participación en la producción), así como de segunda de stocks de la Real Fuerza Aérea Sueca.
Es sin duda una de las favoritas dentro del público y de entusiastas, así como de varios sectores políticos de la nación, que incluso han sido invitados a conocerla en su país de origen, gracias entre otras razones al fuerte lobby que su fabricante, realiza desde hace ya varios años y que evidentemente ha rendido frutos.
El segundo de ellos es el Typhoon, ofrecido desde un principio de segunda mano y de remanentes principalmente del Ejército del Aire Español, con la posibilidad de financiar no solo su adquisición sino su posterior actualización, esto último con el plus de poder convertirlo en el caza de combate más avanzado en la región, amén de brindarle a la FAC contar con un elemento que equipa a varias de las Fuerzas Aéreas de la OTAN, organización de la que la nación suramericana ya es socia global.
Y el tercero el F-16 (en variedad de Bloques), que a la fecha sin duda es el modelo más cercano a la Fuerza Aérea, explicado esto en las estrechas relaciones que en defensa y en seguridad hemisférica se mantienen con los Estados Unidos y en la facilidad para su adquisición a través de LOR/FMS, aún y a pesar de que se es consciente de las posibles restricciones tecnológicas y de las escazas posibilidades de transferencia también tecnológicas una vez incorporados.
Esta aeronave ha sido ofrecida tanto en su última versión –Bloque 70- como de segunda mano y modernizada de acuerdo a las solicitudes que en específico y en ese sentido haga la FAC.
Frente a este panorama, surge también el ofrecimiento del Gobierno francés de su Dassault Rafale C/F3, impulsado por la nación europea que incluso ha manifestado su deseo de financiar el programa, si este se concreta.
Estos ofrecimientos se dan paradójicamente en momentos en que Europa en su conjunto y a través de diversos programas se aboca al desarrollo de nuevas generaciones de cazas, lo que por un lado creará a mediano plazo inventarios crecientes de aeronaves disponibles para su venta –con el correspondiente abaratamientos en costos-, pero por otro lado, comenzará a cerrar el futuro desarrollo de nuevas versiones o bloques de los actuales sistemas, dado que los presupuestos se destinarán precisamente al diseño de la futura generación de aeronaves.
En fin, una serie de interesantes ofertas, con defensores y detractores para cada modelo, que deben ser evaluadas no solo por sus prestaciones, sino además por el compromiso que y desde el punto de vista geopolítico se generará a partir del desarrollo de un programa de adquisiciones de esta naturaleza.
Bloqueos y retrasos
Sin embargo, es importante anotar que el principal inconveniente para la materialización de este proyecto es la persistente falta de compromiso gubernamental, traducido en el constante bloqueo de recursos que el Ministerio de Hacienda ha venido realizándole al programa que la FAC ha denominado Fortalecimiento de las capacidades de fuegos aéreos para la seguridad y la defensa a nivel nacional 2019-2025, desatendiendo los requerimientos de esta fuerza para la apropiación de sumas con las cuales poder financiar su proyecto de renovación de cazas.
El resultado de este escaso –por no decir nulo- apoyo gubernamental, reflejan el poco peso que las consideraciones de tipo estratégico (balance disuasivo regional) tienen al momento de tomarse decisiones que viabilicen estos programas, con consecuencias tales como el progresivo rezago tecnológico, el prolongando desgastes operacional de sistemas al límite de su vida útil (cuando no ya superado) y el aumento de las dificultades para poder garantizar la defensa y la integridad de los espacios patrios, en contextos geopolíticos regionales complejos, que vienen advirtiendo de la necesidad de disponer de los medios que le permitan a la Fuerza Pública el cumplimiento del deber constitucional de protección de la soberanía nacional.
Lo anteriormente descrito hace entonces más que necesario -y urgente- llevar al terreno de lo posible y viable el proyecto de renovación del ala de cazas de la FAC, o por lo menos de plantear plazos ciertos para la consecución de recursos que permitan, luego de varios años, financiar el proceso. O en últimas, seguir postergando indefinidamente su reemplazo, trasladando las responsabilidades soberanas de defensa a aliados que esperan que la primera muestra de compromiso sea la decisión de contar con lo mínimamente necesario para defender lo propio.