Ocho años después, la sorpresa (esta vez más relativa) de la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos vuelve a poner sobre la mesa el futuro de la defensa europea. La diferencia es que en 2016 el peligro de un desmembramiento de la OTAN ante una posible salida de EEUU, con la que estuvo amenazando el elegido presidente desde su campaña, no llegó a amedrentar lo suficiente a la Unión Europea como para variar significativamente su política en este ámbito.
Ahora, en cambio, el regreso del magnate inmobiliario a la Casa blanca se produce en un marco de notables incrementos en los gastos militares de los países europeos y de una mayor conciencia de cambios en sus políticas conjuntas de seguridad y defensa.
Ahora, frente a los apenas cuatro países europeos que habían alcanzado el 2% del PIB en gasto de defensa en 2016, ya son más de una veintena los que cumplen con ese compromiso (fijado precisamente para este 2020). Se trata de todos los miembros europeos de la OTAN excepto España (con la cifra más baja), Eslovenia, Luxemburgo, Bélgica, Italia, Portugal y Croacia.
Y ahora, además, la UE cuenta con nuevas iniciativas para tratar de incrementar su coordinación en defensa, como el Fondo Europeo de Defensa (FED), que compone el primer concepto de gasto militar que se incluye en la historia en sus presupuestos y la primera estrategia industrial de defensa europea, junto con planes más ambiciosos para una defensa común, en la línea del informe oficial que el ex primer ministro finlandés Sauli Niinistö presentó la semana pasada a la Comisión Europea.
Alentar a Rusia a atacar
Todas estas iniciativas están impulsando las expectativas de las empresas del sector en Europa, y la vuelta de Trump apunta a un camino que las fortalecerá todavía más. Su equipo llegó a señalar este verano una posible nueva exigencia a sus socios de la Alianza Atlántica para que el objetivo pase a ser llegar a un gasto militar del 3% de sus respectivos PIB. Para España, por ejemplo, que ahora está en el 1,28%, supondría casi triplicar su actual esfuerzo en defensa. El arma con la que cuenta el elegido presidente norteamericano con la que promover el gasto de sus socios en Europa es la reducción de la presencia militar estadounidense en el viejo continente e incluso el abandono de la propia OTAN, lo que llevaría prácticamente a un colapso de la organización. En unas polémicas declaraciones, el ya elegido presidente llegó hace unos meses a afirmar que alentaría a Rusia a invadir a algún país europeo si no se decide a pagar lo suficiente en defensa.
En todo caso, y aunque ahora el clima bélico en el este europeo es mayor, a cuenta de la guerra emprendida por Rusia en Ucrania, es muy probable que las tropas norteamericanas desplegadas en estos países disminuyan. Por una parte, porque la nueva administración Trump tratará con bastante certeza, siguiendo los planes trazados, de forzar cesiones por parte de Ucrania para que firme la paz. Pero, ante todo, porque la verdadera amenaza militar para Estados Unidos está mucho más al este, y con China como protagonista. Ahí es donde todo apunta que se enfocará el interés de persuasión de la primera potencia.
Competidores más fuertes
Todo ello puede incrementar con todavía mayor velocidad los presupuestos militares europeos y añadir números a su industria de defensa. Pero, al mismo tiempo, también les va a poner delante a unos competidores igualmente fortalecidos. Comenzando por las compañías norteamericanas, que siguen, pese a todos los esfuerzos de la UE, componiendo el grueso de sus suministradores de armas. Y siguiendo por países que están adquiriendo cada vez más protagonismo en este ámbito, como Corea del Sur.
Los expertos llevan tiempo apuntando a que junto al rearme protagonizado por la guerra en Ucrania, al que posteriormente se ha añadido la guerra israelí en Oriente Próximo, la victoria de Trump supondría el otro gran aliciente para un renovado crecimiento del sector, como recogió El Economista hace unos meses. Ahora esa victoria ya es real.