No, no se trata de que los aviones operen en el conflicto de Ucrania adoptando esa posición, sino que se ha invertido un principio básico de la batalla aérea. La superioridad no ha sido allí el factor decisivo hasta el momento actual, sino denegársela al contrario.
Antecedentes
A partir de la II Guerra Mundial, y tras el resultado negativo para el III Reich de la Batalla de Inglaterra al no conseguir el dominio del aire sobre Gran Bretaña, ni siquiera la superioridad aérea, con la consecuencia directa de la cancelación de la Operación León Marino, quedó plasmado en la doctrina de los conflictos que el control del espacio aéreo, empezando por la supresión de las defensas antiaéreas, constituye la primera fase ineludible sin cuyo resultado favorable las demás operaciones se complican considerablemente, si no devienen inviables.
Pero fue en la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, con la destrucción en tierra de la mayor parte de las aviaciones egipcias, sirias y jordanas, por el ataque preventivo de las Fuerzas Aéreas de Israel, que el principio mencionado alcanzó el mejor ejemplo de realidad incontestable. Con tal ocasión la industria aeronáutica francesa se convirtió en una referencia necesaria por la actuación decisiva de los Mirage III CJ.
El conflicto de Kosovo produjo la impresión de que el dominio del aire por sí solo tendría la capacidad de doblegar la voluntad del contrincante. Pero si para conseguir ese objetivo final se hace necesaria la ocupación del territorio, el control de los mares, del ciberespacio, o la libertad de uso del espacio ultraterrestre, como es el caso en la práctica totalidad de los conflictos, se impone el uso combinado de todas las armas.
Más recientemente en el caso del ISIS y Siria, contra oponentes diferentes para EE.UU. y Rusia, con amenaza antiaérea inexistente, limitada, o fácilmente neutralizable, el arma aérea no ha tenido que aplicar el principio de la Supresión/Destrucción de las Defensas Antiaéreas Enemigas (SEAD/DEAD) como primera fase de las operaciones.
SEAD/DEAD
Así la invasión de Ucrania denominada por Rusia como Operación Militar Especial comenzó con las prescriptivas oleadas de ataques aéreos por las aproximadamente 200 aeronaves de la Fuerza Aérea Rusa (VKS) desplegadas en el teatro; para suprimir radares, misiles y baterías antiaéreas, aeródromos, así como centros de mando, control y comunicaciones ucranianos. Pero, aunque ciertos medios estiman en un 70% la neutralización alcanzada, un conjunto de circunstancias limitaron el efecto final. En primer lugar la ausencia del factor sorpresa, esencial en esta fase como se ha mencionado en el caso de la Guerra de los 6 Días, lo que permitió a buena parte de la Fuerza Aérea Ucraniana (PSU), así como a las baterías de misiles (SAM) y piezas móviles (AAA), desplazarse con antelación a ubicaciones alternativas de despliegue defensivo, por lo que la VKS llenó de cráteres las pistas de aeródromos vacíos. En segundo lugar, la falta de precisión de las armas utilizadas, que se ha estimado en un 40%. Y por último, la ausencia prácticamente total de las preceptivas misiones de Evaluación de Daños (BDA). Por su parte, la pérdida de capacidades C4I se han suplido con tecnología y una buena dosis de imaginación por parte de las fuerzas aéreas ucranianas, empleando para ello software comercial, comunicación y posicionamiento satelital, información de drones, y el decisivo apoyo occidental de inteligencia.
A2/AD
Todo ello ha tenido como consecuencia que las aeronaves remanentes de la PSU, a pesar de la atrición y baja disponibilidad, y de su inferioridad numérica y técnica, siguieran llevando a cabo un número limitado de salidas diarias; que los SAM, AAA y los Manpads siguieran denegando el uso del espacio aéreo ucraniano a media y baja cota a la VKS sin incurrir en pérdidas aún mayores de las sufridas que se estiman en unos 130 aviones de combate. Incluso se ha repetido el modelo de la red de observadores ingleses en la IIª GM, con una red similar que transmiten la detección visual de misiles y drones en tabletas con software comercial. La opción preferente de la VKS ha sido entonces el empleo de bombarderos y misiles de crucero desde fuera del espacio aéreo ucraniano.
Algunos analistas atribuyen una parte del bajo perfil de la VKS a la deficiente calidad de la coordinación entre las agencias rusas participantes en el control del espacio aéreo con la consiguiente alta probabilidad de derribo por fuego amigo: "ave que vuela a la cazuela".
Adicionalmente, el suministro de Manpads, misiles y baterías antiaéreas occidentales de diversos tipos ha ayudado a reponer pérdidas y a mejorar capacidades; por lo que solo faltaría la dotación de aeronaves, con la panoplia de armamento adecuado, para completar la triada de medios defensivos que proporcionen la cúpula de seguridad clásica de los sistemas de defensa aérea.
Se ha especulado mucho sobre la doctrina rusa como heredera de la soviética que contempla el concepto de la operación aérea como supeditado al de las fuerzas terrestres. Pero cuesta mucho suponer que se seguirían asumiendo las abrumadoras pérdidas humanas si la carga del combate se pudiera aliviar siquiera parcialmente con el empleo del arma aérea, en tanto que el coste de pérdida de aeronaves fuera razonable.
En la explicación de la no muy ortodoxa actuación de la VKS en este conflicto hay otros factores que indudablemente han debido ejercer su poderoso influjo; puesto que, como se mencionaba en el caso de los Mirage III, si el prestigio de Rusia como potencia militar queda ya bastante en entredicho, el desarrollo de sus más modernos aviones de combate, SU-57 y SU-75, tendrá que esperar unos cuantos años; y los clientes potenciales para sus actuales SU-35, Argelia, Indonesia e India, se han orientado ya a hacia otros suministradores. Y en general el conflicto está teniendo un efecto devastador sobre las ventas de material militar ruso en el extranjero del que tardará muchos años en recuperarse.
El vuelo invertido
En el último mes se están produciendo dos movimientos relevantes que podrían anticipar una evolución de la estrategia por parte de la VKS: las maniobras combinadas con la Fuerza Aérea Bielorrusa, y el incremento de aeronaves desplegadas en las bases rusas cercanas a la frontera ucraniana.
Sin ánimo de ser excluyente y en el ámbito de la especulación, este nuevo despliegue podría ser atribuido a varios factores: a) como en otros aspectos del enfrentamiento, se han desarrollado por la VKS nuevas técnicas y tácticas para reducir las pérdidas; b) se ha asumido la necesidad de las pérdidas para alcanzar el fin superior; y c) se piensa que el consumo elevado de sistemas SAM y AAA para neutralizar los ataques de misiles y drones, junto a los efectos de la fatiga de guerra en el apoyo de los socios occidentales proporcionan una ventana de oportunidad que permita de nuevo aspirar a la superioridad aérea. No sería desatinado suponer que Surovikin, en su condición de aviador, hubiera diseñado la campaña de ataques a infraestructuras energéticas con el objetivo secundario de agotar las reservas ucranianas de medios antiaéreos de alto coste en la neutralización de drones de muy bajo coste.
Por último, y para no dejar sin mencionar un aspecto que podría ser relevante; aunque se haya mencionado con profusión por occidente el riesgo de escalada, la misma prevención debe estar presente en los planeadores del Kremlin, aunque en este caso probablemente sea preferente la consideración de la escalada convencional. Un axioma universal del planeamiento militar es: "planear para la opción más probable, pero teniendo en cuenta la opción más peligrosa"; y como está demostrando Rusia pone un cuidado exquisito en no rozar con sus acciones los límites del Art. 5 del Tratado de Washington. En ese caso requeriría del todavía efecto disuasorio de su potencia convencional con una flota suficiente de aeronaves de última generación y que por tanto debe preservar del conflicto.
Conclusión
Esta guerra ha puesto de relieve que el objetivo del dominio del aire puede resultar inalcanzable, pero conseguir la superioridad aérea requiere la habilidad de obtener e integrar continuamente la información actualizada sobre la disposición de las fuerzas enemigas, la inteligencia de adaptar las armas a los objetivos para asegurar una alta probabilidad de destrucción, y desarrollar una evaluación de daños (BDA) realista para decidir las prioridades de reataque.
La incapacidad de Rusia para imponerse a un adversario menor ha provocado dudas sobre los argumentos de la supremacía aérea; algunos comentaristas incluso han llegado a afirmar que la denegación de uso (A2/AD) debería ser el nuevo objetivo en lugar de la superioridad. De hecho las barreras de entrada para la denegación de uso son mucho menores.
"Incluso si la guerra terminase mañana nuestro entorno de seguridad ya ha cambiado a largo plazo". Jens Stolteberg, Conferencia de Seguridad de Munich, 17-19 de febrero de 2023