Se acabó. La Marina de Brasil ha hundido el portaaviones São Paulo en aguas juridiccionales brasileñas a 350 kilómetros de la costa del país. Según explicó la fuerza naval, el procedimiento de hundimiento controlado se realizó en la tarde de ayer y ahora, el que alguna vez fue el buque insignia del Brasil, yace en el fondo del mar a una profundidad de 5.000 metros.
Ni siquiera la oferta a último minuto del grupo saudí Sela, que ofreció seis millones de dólares para hacerse con el casco de la embarcación, pudo evitar el triste final del São Paulo: la decisión de la Marina brasileña era inexorable tras meses de polémicas y a pesar de haber sido advertida de las graves consecuencias medioambientales del naufragio del portaaviones, con toneladas de amianto y otras sustancias tóxicas, especialmente, en su sala de máquinas.
Desde Brasil aseguraron que "la operación de despojo" tuvo lugar en una ubicación seleccionada en base a estudios del Centro de Hidrografía de la Marina y del Insitituo de Estudios de Mar 'Almirante Pulo Moreira' en los que se consideraron "aspectos relacionados con la seguridad de la navegación y el medio ambiente, con especial atención a la mitigación de impactos en la salud pública, las actividades pesqueras y los ecosistemas".
En este sentido, el hundimiento fue realizado "con la necesaria competencia técnica y seguridad por parte de la Marina de Brasil, con el fin de evitar pérdidas logísticas, operativas, ambientales y económicas al Estado brasileño", afirmaron desde la Marina.
En un escueto comunicado, la fuerza naval brasileña rindió homenaje al São Paulo, "un barco que alberga un alma beligerante perpetuada en la mente de los hombres y mujeres que tripulaban sus cubiertas, dignos servidores de la Marina Nacional Francesa y de la Marina Brasileña, bajo la égida de las tradiciones navales y un elevado espíritu marinero".
Meses de polémicas
El antiguo portaaviones São Paulo fue un buque que durante 20 años perteneció a la Marina brasileña. La unidad se vendió, en 2021, al astillero turco Sök para su desmantelamiento y reciclaje respetuoso con el medio ambiente. Sin embargo, cuando ya se dirigía a Turquía, el portaaviones tuvo que regresar a Brasil al negársele su ingreso al Maditerráneo y, ante el impedimento judicial para atracar en Pernambuco, desde el pasado octubre se encontraba en alta mar.
En los primeros días de 2023, la empresa MKS, el operador marítimo contratado por Sök para trasladar el buque y que fue responsable de su seguridad durante más de cinco meses, comunicaba que renunciaba a continuar manteniendo en alta mar al portaaviones, alegando que había llegado al límite de su capacidad para hacer frente a los "elevadísimos" costes diarios que esto suponía y "antes de que la falta de recursos cause algún daño ambiental".
La compañía culpó a la Marina brasileña de este desenlace y la acusó de no haber hecho "los esfuerzos necesarios ni encontrado una solución para que el barco pueda atracar para ser reparado y luego encaminarse al correcto proceso de reciclaje verde de su material" en Turquía.
Al momento de renunciar a él, MKS aseguró que el casco era seguro para el medio ambiente y para la navegación, algo que la Marina, que tuvo que retomar el control de la embarcación, refutó con un nuevo análisis del estado del portaaviones, que reveló un avanzado grado de degradación del buque. Esto llevó a tomar la decisión de hundir el São Paulo.
El portaaviones había sido adquirido a la Marina Nacional francesa en 2000, cuando llevaba el nombre de Foch y tenía 43 años, con casi cuarenta de servicio activo. El buque tuvo una corta vida operativa en la Marina brasileña, donde sufrió una serie de averías y experimentó un grave accidente con pérdida de vidas.