Durante muchos años nos hemos acostumbrado a que los resultados electorales permitían la formación de un gobierno sin especiales problemas. En el peor de los casos se llegaba a acuerdos por parte de los dos grandes partidos con alguno de los grupos nacionalistas. Se había formado así un sistema casi bipartidista con la presencia de grupos nacionalistas.
Las últimas elecciones han roto este sistema y contamos con dos grupos destacados y dos alternativas nuevas que se acercan a ellos en un segundo nivel. Persisten los grupos nacionalistas, pero ya no llegan a ser determinantes para la formación del gobierno.
Esta nueva situación obliga a un cambio de cultura política: una cultura basada en pactos necesarios tanto para la investidura como para la estabilidad de un gobierno resultante. Y este nuevo escenario seguramente se consolidará, al menos durante un tiempo, en próximas elecciones.
Sin embargo, los cambios de cultura política no son fáciles. Exigen nuevos esquemas y nuevas habilidades. La experiencia de estos días nos demuestra su dificultad. No es suficiente garantizar la investidura, es necesario garantizar la estabilidad. Esto significa negociaciones constantes entre los grupos. Y esto le da al Parlamento una importancia mayor a la que ha tenido hasta el momento. A pesar de ser formalmente un sistema parlamentario y no presidencial, la práctica de estos años había dado una preeminencia al gobierno sobre el parlamento. Incluso se acentuaban los rasgos presidencialistas en la práctica política habitual.
Esta nueva situación, que comporta mayores negociaciones parlamentarias, también tendrá consecuencias en el trabajo de las Comisiones, incluidas por supuestos las de Defensa. A ello se unirá la existencia de la nueva Comisión de Seguridad creada por la Ley de Seguridad Nacional. Deberá delimitarse lo máximo posible sus respectivas competencias y sus relaciones entre ellas.
Pero los resultados electorales y las importantes renovaciones en las listas electorales conforman un Parlamento caracterizado también por la cantidad de parlamentarios nuevos (algunos con experiencia en otros niveles de las Administraciones y otros sin experiencia política institucional). Más de la mitad son diputados o senadores por primera vez, una situación que se reproduce también en las Comisiones.
Y así sucede en las de Defensa. Especialmente en la del Congreso. La inmensa mayoría de sus miembros son parlamentarios nacionales por primera vez.
¿Puede la suma de estos escenarios tener consecuencias en las políticas de Seguridad y Defensa?
Tradicionalmente, a diferencia de otras Comisiones (Educación, Sanidad…), sus miembros no tienen una formación previa en las materias de Defensa (hay muchos parlamentarios procedentes de la enseñanza, muchos abogados, bastantes profesionales de la medicina, etc., pero casi ninguno procedente de la milicia). Este hecho, a diferencia de otros países donde encontramos ex militares en la Comisión de Defensa, conduce a que haya pocos expertos, ya que tampoco encontramos civiles con experiencias en el mundo de la Defensa. Si a ello unimos que tampoco existen expertos en Defensa (como tampoco en otras materias) en la estructura administrativa parlamentaria, nos encontramos con dificultades para debates a fondo en estas Comisiones. Quienes apoyan al Gobierno cuentan con la normal ayuda del Ministerio.
Únicamente una larga permanencia en la Comisión permite a los parlamentarios tener un cierto grado de conocimientos en las diversas áreas que componen el complejo mundo de la Defensa (personal, sistemas de armas, procesos de adquisición, tecnologías e industrias, relaciones internacionales, enseñanza militar, sanidad militar, etc.). Desgraciadamente, el grado de rotación en las Comisiones, por diversos motivos, dificulta convertirse en un “experto” en estos temas. Y, como hemos dicho antes, esto se ha acentuado en esta legislatura (seguramente muy corta) y previsiblemente en las futuras.
Este hecho puede restar profundidad a los debates y al control al gobierno, pero también exigirá un mayor esfuerzo a los miembros de la Comisión de Defensa, ya que la necesidad de negociar será más elevada y ello comporta la necesidad de mayor conocimiento.
Otro elemento que nos lleva a más reflexiones es constatar por qué un parlamentario está en la Comisión de Defensa. Existe un pequeño grupo que tiene interés en las cuestiones de seguridad y defensa; un segundo grupo está formado por parlamentarios procedentes de zonas con industria de defensa (Cádiz, El Ferrol, Cartagena) interesados básicamente en lo referente a su zona (curiosamente habiendo industria en Madrid no acostumbra a haber parlamentarios de la zona); finalmente existe una mayoría que han sido enviados a la Comisión para completar el cupo que toca a cada grupo.
¿Qué puede suceder en las legislaturas que nos vienen? Hay factores que pueden ayudar a que las Comisiones sean más productivas y con un aumento del nivel del debate. Y hay otros factores que pueden incidir en un sentido diametralmente opuesto, lo cual sería negativo para los temas de Defensa.
Para ir mejorando la situación algunas cuestiones serán necesarias, o al menos útiles. Veamos algunos ejemplos.
En primer lugar, los partidos deben conceder a estos temas la importancia que tienen (misión fundamental de cualquier gobierno es garantizar la máxima seguridad posible de todos los ciudadanos y para ello una defensa suficiente es necesaria), independientemente de los votos que puedan restar o sumar. Así, debería darse más importancia a tales temas en los programas electorales y en todos los debates. No puede improvisarse, es necesario tanto en los partidos como en los grupos parlamentarios tener personas que se especialicen en tales cuestiones.
Debería darse una mínima continuidad de al menos algunos parlamentarios en las Comisiones para permitir que se adquieran suficientes conocimientos, así como unas relaciones permanentes tanto con las Fuerzas Armadas como con las industrias o los grupos interesados.
Tanto gobierno como oposición deben considerar los debates (sean de control, sean legislativos o informativos) no únicamente desde la dialéctica gobierno-oposición, sino también como formadores de consensos y de profundización en las políticas de seguridad y defensa o en la difusión de una conciencia de seguridad y defensa entre la mayoría de la sociedad. La Defensa es responsabilidad de todos.
También sería positivo a medio plazo la incorporación de ex militares que pudiesen aportar sus conocimientos y experiencias como parlamentarios y como asesores de los grupos parlamentarios. A ello debería sumarse una mayor relación con los think tanks y departamentos universitarios que trabajan en estas cuestiones.
De forma progresiva, el Congreso y el Senado deberían incorporar personal especializado (civil y militar) para formar un grupo de asesoramiento a las Comisiones de Defensa.
Como hemos visto, estamos ante nuevos escenarios, en los que se dan situaciones tradicionales junto a situaciones radicalmente novedosas. Estamos obligados a desarrollar nuevas culturas políticas y parlamentarias que permitan mejores debates, llegar a consensos por el diálogo y la negociación, mejorar nuestras capacidades de defensa, extender la cultura de defensa. Hay elementos que juegan a favor y otros que pueden dificultar. Nada está predeterminado. Todo dependerá de las voluntades políticas: en primer lugar de diálogo y en segundo lugar de considerar toda política como un intento de solucionar los problemas reales. Todos seremos espectadores, pero también actores de nuestros futuros.