(Infodefensa.com) Por Antonio Fonfría (*) – Desde hace unos cuantos años somos conscientes del problema de desajuste existente entre la oferta y la demanda de productos y servicios para la defensa. En los Estados Unidos este tema se trató hace casi dos décadas. En la UE se está tratando desde hace menos tiempo y, en España parece que su tratamiento no se aborda con la suficiente calma, perspectiva y profundidad de análisis. El pasado mes de diciembre se publicó el texto “La industria española de defensa. Estrategia hacia el futuro”, por parte de los Ministerios de Defensa, Industria, Energía y Turismo y con la colaboración de Tedae. La iniciativa es loable, pero desde mi perspectiva poco útil y un papel más que aporta poca profundidad a un exigente debate que debería orientar una importante cantidad de energía de los agentes implicados: ¿Cómo deberá ser la industria española de la defensa dentro de 10 o 15 años? ¿Qué modelo industrial permitiría alcanzar de forma adecuada los objetivos que se plantean hoy? ¿Cuáles son los costes y beneficios asociados a las distintas alternativas posibles?
El último párrafo del resumen ejecutivo del texto mencionado, dice: “Un nuevo ciclo inversor no puede abordarse sin haber consolidado previamente las bases que permitan avanzar hacia un nuevo modelo industrial más competitivo y eficiente, mejor posicionado en el escenario internacional, que dé respuesta a la demanda prevista en condiciones de rentabilidad y que sea menos vulnerable. Un modelo ajustado al nuevo entorno europeo de Seguridad y Defensa”. No puedo estar más de acuerdo. Sin embargo al avanzar en la lectura nos encontramos que se tratan los siguientes temas: definición de capacidades estratégicas y tecnológicas, la competitividad, la financiación de la defensa y la contratación pública. ¿Dónde ha quedado el nuevo modelo industrial?
El análisis de los aspectos planteados debería realizarse ex post y no ex ante la definición del modelo al cual nos dirigimos. La definición del mismo se encuentra en la base de las capacidades que deseemos alcanzar. Por ejemplo, si nos orientamos hacia una industria cuya estructura sea fundamentalmente gobernada por los denominados “campeones nacionales”, las decisiones sobre el tipo de tecnologías que se puedan desarrollar internamente versus las que haya que importar u obtener vía colaboración internacional, serán muy distintas de aquellas que podrían obtenerse si la base estructural de la industria se apoya en PYMEs de nicho o de elevada especialización tecnológica. Por ende, las capacidades competitivas de la industria también serán muy variables en función de su morfología. Algo similar ocurrirá con el tipo de contratación pública que se realice, ya que si la especialización industrial se orienta hacia determinados subsectores frente a otros, la relevancia de la contratación pública nacional puede abrir o cerrar más o menos puertas a competidores extranjeros y, por tanto a la existencia de una mayor o menor competencia.
Es por tanto prioritario establecer una definición clara y de largo plazo de hacia dónde ha de orientarse la estructura industrial de la defensa. El obvio sobredimensionamiento de la industria puede llamar a la política de la última cena de primeros de los noventa en los EEUU. Sin embargo, es una tentación que habría que meditar mucho, ya que la situación no es la misma, en particular en lo relativo a la industria. Además los efectos sobre el empleo serían devastadores y, aunque no es tarea del Ministerio de Defensa velar por el empleo, para lo cual hay otros ministerios, dada la situación actual, si parece necesaria cierta sensibilidad con este tema. En otras palabras, y tal y como se muestra en un estudio (1), la reducción de tamaño sería equivalente a pasar de más de 380 empresas a unas 50.
Otra posibilidad que se baraja desde hace unos meses sería la de crear un gran campeón nacional de perfil horizontal, capaz de enfrentarse a los grandes conglomerados de Italia, Francia, Alemania o el Reino Unido. Éste sería el resultado de la unión de Indra, Navantia, y algunas otras empresas. Aunque haya algunas ventajas hacia el exterior, el problema surge internamente, al dejar en manos de un monopolio buena parte de las compras del Ministerio, lo cual, tal y como expresa la teoría económica implica una importante elevación de precios de adquisición.
Otra alternativa sería una más cercana a la situación actual, pero con un redimensionamiento del sector en su conjunto. Así, se podría establecer una empresa cabecera o buque insignia en los sectores/tecnologías clave junto a un segundo nivel de empresas especializadas, muy activas en su ámbito tecnológico concreto y que pudieran ser proveedores especializados.
En definitiva, las alternativas son varias, todas ellas conllevan aspectos positivos y negativos, pero lo que se echa de menos es la realización de un análisis fundamentado, con datos, con información cuantitativa que permita estudiar el tema liberándolo lo más posible de cargas ideológicas y, aportando una perspectiva de largo plazo. Las herramientas están disponibles. ¿Lo están las voluntades?
ANTONIO FONFRÍA es profesor de Economía Aplicada y director del Máster en Logística y Gestión Económica de la Defensa en la Universidad Complutense de Madrid.
(1) Fonfría, A. (2012) “Estructura, Conducta y Resultados de la industria española de defensa” Cuadernos Aragoneses de Economía, 2ª época, vol. 22, 1-2, pp. 11-30.
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