El analista de defensa Carlos Martí Sempere acaba de publicar su último trabajo: La transformación de la industria de Defensa: de la guerra del Golfo al conflicto de Ucrania. El informe, de casi 100 páginas, analiza los principales cambios del sector a nivel mundial a lo largo de las últimas tres décadas con especial atención a la política en materia de industria de defensa de la Unión Europea. Infodefensa.com ha tenido la oportunidad de charlar con el autor para conocer mejor este interesante trabajo.
¿Cuál ha sido el origen de este trabajo?
Hace unos meses, el Instituto Español de Analistas mostró su interés en elaborar un estudio sobre este sector de nuestra economía, ante la ausencia de estudios sobre esta materia y el interés de muchos inversores, dada la tendencia actual a la expansión fruto de la nueva situación geoestratégica y el aumento de los gastos de defensa, en especial los destinados a la adquisición de los medios que se precisan.
¿Cómo se ha transformado este sector?
La transformación del sector se ha debido a muchos factores entre los que hay que citar los geopolíticos, los institucionales, los económicos, los tecnológicos y los industriales. Estos cambios han obligado a la industria a adaptarse considerablemente a los nuevos contextos y escenarios con el fin de seguir proporcionando los medios y servicios adecuados que precisa la defensa. En este marco, hay algunas empresas que les ha ido mejor y otras que no han tenido tanto éxito.
¿Cuáles han sido los cambios geoestratégicos más importantes?
Habría que citar la aparición de nuevas potencias con un creciente peso internacional, así como nuevos conflictos y formas de operar que están modificando las necesidades operativas y el tipo de medios y servicios que las fuerzas armadas precisan para realizar sus misiones. La percepción de los riesgos y amenazas de los escenarios geoestratégicos explican las importantes variaciones del gasto en defensa y la cantidad disponible para modernizar sus medios.
¿En qué medida la Unión Europea ha cambiado el panorama institucional?
El mercado común siempre dejó al margen este sector de la economía, pero con el Tratado de Maastricht se crea la Política de Exterior y de Seguridad Común y con el Tratado de Lisboa se crea la Política Común de Seguridad y Defensa. Sobre este nuevo pilar se va conformando un conjunto de instituciones como es el Estado Mayor, el Servicio Europeo de Acción Exterior, la formación de la Agencia Europea de Defensa y la creación de la Cooperación Estructurada Permanente que van dando forma a una defensa europea.
Sí, ¿pero cómo ha afectado esto al sector industrial?
La formación de la defensa europea está siendo un proceso lento debido a la reluctancia de los Estados Miembro a perder un aspecto de su soberanía tan importante. Sin embargo, la tendencia parece imparable ante la aparición de nuevas potencias, si Europa no desea perder relevancia en este mundo. La creación del Plan de Acción Europeo en Defensa (EDAP) en 2016 y el Fondo Europeo de Defensa han supuesto un importante salto cualitativo y cuantitativo, al disponer la UE de capacidad económica para financiar desarrollos en defensa en investigación y desarrollo que pronto se va a extender a la fase de producción con el Programa Europeo de Inversiones en Defensa. Esto va a suponer más dinero y va a obligar a las empresas tanto a cooperar entre ellas como a competir para hacerse con los desarrollos más complejos y de mayor valor añadido en un contexto claramente internacional. La probable tendencia es que la UE dispone de un presupuesto cada vez mayor en esta materia.
¿La economía industrial también ha sufrido cambios?
Sí, cambios también significativos. Se observa una especialización industrial cada vez mayor para proporcionar los diferentes componentes de un sistema de armas. La necesidad de integrar múltiples tecnologías que no puede abarcar una única empresa ha dado lugar a una cadena de suministro cada vez más extensa que, en algunos casos, supera las fronteras. Esto plantea nuevos problemas a la hora de garantizar los suministros.
Además, se observa un creciente papel de las economías de escala, gama y aprendizaje debido a la complejidad y los costes de los desarrollos, lo que requiere de producciones más largas para alcanzar un precio competitivo. Esto complica la producción nacional cuando el número de unidades a producir es menor que el valor para el que el coste unitario es mínimo, pues en esas condiciones las empresas operan de manera ineficiente. Si la producción para satisfacer la demanda local y la posible exportación es insuficiente podemos encontrarnos que la tradicional política de fomentar campeones naciones sea insostenible en el medio y largo plazo.
Por último, no debemos olvidar la aparición de nuevos competidores como China, Corea del Sur, Turquía o Irán que han sido capaces de penetrar en Europa. Además, estas naciones compiten con la industria europea en el mercado internacional como por ejemplo en Oriente Medio. Aunque todavía las naciones europeas mantienen el liderazgo es probable que éste decaiga en el futuro.
Pero, ¿se está invirtiendo de forma adecuada para ofrecer productos competitivos?
Este es otro problema importante, pues los europeos invertimos poco en defensa, en particular para las adquisiciones y todavía menos en actividades de investigación y desarrollo. En este contexto, la recomendación de “invertir mejor” como método de resolver los problemas actuales pierde su sentido. Los datos que aporta el estudio, en este aspecto, son especialmente esclarecedores, cuando observamos los gastos de los EE.UU. o China.
Ante esas condiciones, ¿puede que estemos perdiendo el dominio de tecnologías clave?
Este es otro problema importante, el papel del I+D+i no deja de crecer, y la integración de subsistemas y componentes es cada vez más compleja, lo que consume considerable tiempo y recursos y más cuando se buscan soluciones especialmente disruptivas para lo que hay que extender la lista de pequeñas y medianas empresas capaces de desarrollarlas. El carácter de riesgo e incertidumbre que acompaña a esta actividad es otro factor que incrementa estos costes, para los que se requieren inversiones que, en muchos casos, son difíciles de realizarse a nivel nacional.
Pero, además, los avances tecnológicos, muchos de ellos con aplicación militar, están siendo tan grandes que es necesario explotar estos desarrollos civiles para obtener productos de defensa. A este respecto, me gustaría añadir que en los EE.UU. las grandes tecnológicas Microsoft, Apple, Google, Amazon, Meta, Nvidia, Tesla invierten todas juntas en I+D ya más que el Departamento de Defensa. Estos hechos explican el interés de la Unión Europea en fomentar el desarrollo de estas tecnologías y la elaboración de un Libro Blanco sobre este asunto.
¿Y nuestras capacidades productivas?
Los europeos también nos enfrentamos a la revolución tecnológica denominada cuarta revolución, que algunos medios han bautizado como Industria 4.0. Los procesos de automatización, máquinas herramientas, la digitalización de los procesos industriales, y la explotación masiva de la información (lo que se conoce como Big Data) van a ser claves en las futuras producciones industriales. Esto obliga a una adaptación a estas tecnologías que constituye un reto especialmente importante para la industrial y que, de no llevarse a cabo, les haría perder competitividad.
Con todo esto, ¿ha cambiado la estructura del mercado?
Sí, el mercado ha cambiado considerablemente hacia una estructura de grandes empresas integradoras con una larga lista de suministradores. Esta reestructuración se produjo en los años 90 en los EEUU, con el fin de la Guerra Fría. En Europa se produjo también una reestructuración más tarde, aunque no fue tan intensa, ante el deseo de algunas naciones de no perder soberanía industrial, y estuvo acompañada con la privatización de algunas empresas. Las fusiones y adquisiciones posteriores han seguido ocurriendo, aunque a un ritmo menor, pero parece seguro que con el nuevo marco institucional y los consorcios europeos en I+D y producción, la concentración continúe hasta tener en Europa un número menor de contratistas principales.
¿Qué se concluye de su estudio?
Una revisión de la evolución histórica del sector permite extraer conclusiones y recomendaciones que pueden ser de utilidad para las empresas y autoridades involucradas en la defensa. El trabajo hubiera carecido de sentido sin ellas, pues, de lo que se trata es de aprender lecciones que nos guíen en nuestras futuras decisiones. Yo remitiría al lector a leerlas en el propio documento para entenderlas mejor, aunque hay aspectos insoslayables como: la necesidad de explotar tecnologías desarrolladas por el sector civil, o las relativas a la economía digital; alinear las políticas nacionales en el sector con las políticas desarrolladas por la UE; considerar seriamente los excelentes análisis del sector de los informes Letta y Draghi, así como determinar, en colaboración con la Administración, la viabilidad y sostenibilidad del modelo de negocio y las alianzas apropiadas para el suministro de bienes y servicios para la defensa realmente competitivos.
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