El Banco de España tiene como misión favorecer la estabilidad del crecimiento económico. Sus análisis deben contribuir a la formulación de políticas económicas. La ley 13/94 le asigna una función asesora a través de informes y estudios en un marco de plena autonomía respecto a la Administración General del Estado.
Rara vez ha entrado el Banco en tratar asuntos relacionados con seguridad y defensa. Sin embargo, el pasado 1 de agosto publicó un interesante trabajo (1) que plantea que el actual entorno geopolítico obliga a un mayor gasto en seguridad “con una presión adicional sobre las finanzas públicas en un contexto de elevados niveles de déficit y deuda públicos”.
La publicación utiliza para su análisis los datos obtenidos según la clasificación COFOG (Classification of the Functions of Government) que contempla la Seguridad como suma de defensa, orden público y seguridad, incluyendo justicia. El gasto en seguridad supuso en 2022 el 6% del gasto público de la UE y el 3% del PIB de los países miembros. En el caso de Defensa los datos serían el 2,6% y el 1,3% respectivamente con predominio de la inversión en tecnología, al contrario de lo que sucede en los otros sectores. La orientación del gasto hacia inversiones genera “ganancias en términos de eficiencia económica” que serían mayores si se reforzase la colaboración a nivel europeo, puesto que la seguridad es un bien público global.
El documento constata y valora positivamente el incremento del gasto en defensa experimentado en los últimos meses. Sin embargo, apunta algunos campos de mejora que considera necesarios en el marco económico general. Como aspecto principal considera que el incremento de la inversión en defensa debería acompañarse por una mayor cooperación a nivel europeo. Sin embargo, las decisiones nacionales tienen todavía demasiado peso para establecer una política de defensa común, lo que produce la fragmentación del mercado y la dependencia del exterior. La situación actual ha demostrado que la industria europea tiene dificultades para atender al incremento de la demanda por dos motivos fundamentales: capacidad de producción y capital humano.
Desde el lado de la demanda operativa se señala que el incremento de las disponibilidades financieras para la Defensa, generalizados en la mayor parte de los países, no ha repercutido todo lo que debería, en una mayor capacidad militar común.
La solución que se recomienda es aumentar la capacidad de la UE para imponer políticas que avancen en ese sentido y saluda algunas de las iniciativas, todavía incipientes, que se están acometiendo desde Bruselas. La conclusión es que o cooperamos o no será posible mantener el esfuerzo en el gasto en seguridad.
Trasladada a un nivel superior esa idea fuerza es la que se refleja en el informe Draghi publicado el pasado 9 de septiembre (2) que señala que Europa es vulnerable por su dependencia de otros países que, junto con el descenso demográfico y el envejecimiento de nuestra población, ha llevado a una pérdida de competitividad que plantea un desafío existencial a nuestro modelo de sociedad.
El informe, en el que la defensa está muy presente, incide en la necesidad de introducir cambios radicales y realiza una serie de recomendaciones. En el ámbito del desarrollo tecnológico es preciso reducir la desventaja que tenemos respecto a China y Estados Unidos. Se trata de un problema muy ligado a factores políticos o administrativos: exceso de regulación que dificulta el emprendimiento y la innovación; modelo educativo; políticas medioambientales extremas que pueden ir en contra de la competitividad; o seguridad del suministro de elementos y tecnologías críticos por falta de una política económica exterior común.
“La paz es el primero y principal objetivo de Europa” pero las amenazas están aumentando y debemos estar preparados. Europa es el segundo mayor inversor en defensa a nivel mundial, pero eso no se refleja en nuestra capacidad de defensa con un sector industrial muy fragmentado y una demanda planteada con excesiva visión nacional. Ambos factores debilitan nuestra capacidad para actuar como potencia cohesionada y han llevado a una excesiva dependencia del exterior, especialmente de Estados Unidos.
Europa necesita un plan para reforzar las inversiones en defensa y desarrollar una capacidad industrial independiente para asegurar la demanda militar y permanecer en vanguardia tecnológica. El cobro de los dividendos de la paz no solo ha provocado una menor capacidad de defensa europea. También ha afectado al crecimiento económico de la UE.
Aunque el informe considera que el sector industrial de defensa europeo es muy competitivo tiene carencias importantes: demanda interna pequeña y dispersa; poco foco en la innovación que necesita de grandes inversiones en I+D que exceden las capacidades individuales de los estados miembros; y fragmentación de la oferta por consideraciones nacionales lo que reduce la competitividad.
Para ello recomienda agregar la demanda, integrar capacidades industriales y mejorar la cooperación para aprovechar de forma más eficiente los recursos dedicados al desarrollo tecnológico. En la misma línea que lo indicado por el Banco de España, Draghi señala que el crecimiento no puede realizarse aumentando el endeudamiento porque no sería sostenible a medio o largo plazo.
La conclusión de la lectura de ambos documentos es que Europa está en una encrucijada que no afecta solo a la política de defensa y se debate entre avanzar hacia una unión más efectiva o mantener la fragmentación. Aunque el marco jurídico comunitario tiene una base limitada para actuar, en los últimos tiempos se han aprobado instrumentos para mejorar la cooperación en materia de defensa. En su mayor parte responden a la coyuntura de Ucrania, Es necesario reforzar aquellos que favorecen una colaboración estructural o establecer otros que contemplen una mayor visión de futuro para salvar obstáculos políticos, industriales y militares. El debate estratégico debe ir acompañado por el debate económico y por liderazgo político. Algo que los padres fundadores de la Unión supieron y quisieron hacer.