El anuncio del despliegue de unidades militares españolas en Eslovaquia y el refuerzo del contingente desplegado en Rumanía es el último hito de una serie de decisiones adoptadas en materia de defensa durante lo que llevamos de año. Se pone nuevamente de manifiesto el esfuerzo solidario que nuestros militares realizan en aras de la defensa colectiva y que tiene que ponerse en valor. Es una decisión que debe enmarcarse en la necesidad de reforzar nuestra influencia en la esfera internacional. Una línea de actuación política que pasa en primer lugar por fijar los objetivos estratégicos que España se plantea.
En el ámbito de la Alianza Atlántica debemos estar más atentos para evitar situaciones incómodas como la que vivimos en relación con el plan de acción para incrementar el apoyo a Ucrania. El marco OTAN es importante, pero quizás lo sea aún más el europeo. La Unión Europea, impulsada por la guerra en Ucrania, está tomando un protagonismo relevante en materia de defensa común que parece imparable. España puede y debe ser protagonista en ese ámbito para lo que tiene que aprovechar sus fortalezas y abandonar gestos que responden a criterios muy puntuales de oportunidad política que nos debilitan. Tenemos que estar en Europa, pero sobre todo tenemos que saber por qué y para qué estamos.
Este año se ha realizado un importante esfuerzo para incrementar nuestro presupuesto de Defensa. A pesar de ello, seguimos marcados como uno de los países que menos recursos dedica en relación a su PIB. La apertura de nuevos programas, por un valor estimado en unos 7.500 millones de euros, es una buena noticia. Se trata de un incremento significativo que requiere a su vez actuar en otros ámbitos. Una mayor coherencia y coordinación entre los objetivos de fuerza con los de política industrial, una política de adquisiciones que evite fragmentaciones innecesarias del mercado interno y una estrategia industrial sólida son los que parecen más relevantes.
Es importante disponer de recursos económicos suficientes, pero es quizás más importante fijar objetivos con visión estratégica y dar continuidad y estabilidad al esfuerzo. Es cierto que se ha dado un impulso a las nuevas inversiones, que producen una importante hipoteca hasta 2033, muy centradas por otra parte en el sector aeronáutico, pero seguimos teniendo problemas en las asignaciones relacionadas con sostenimiento y preparación de la fuerza. La tendencia de incremento, que el nuevo gobierno tendrá que confirmar o desmentir, no será suficiente si no actuamos sobre nuestro modelo financiero para evitar oscilaciones por razones de oportunidad.
El contexto de escenario de guerra prolongada obliga a mantener un volumen de financiación en defensa que los gobiernos pueden tener dificultades en soportar. La realidad, sin embargo, se impone y el esfuerzo tiene que ser compartido y complementado con una mayor facilidad de acceso a fuentes de financiación diversas. A nivel europeo, las iniciativas en política de defensa común son difícilmente compatibles con las trabas que se ponen a las empresas de defensa.
A nivel nacional, directivos de empresas relevantes han resaltado la dificultad que tienen para que las entidades financieras apoyen sus proyectos. A la vez hay iniciativas privadas, con capacidad y voluntad para invertir en el desarrollo de tecnologías para defensa, que no encuentran incentivos suficientes para materializarlas. Hay que quitarse complejos y prejuicios obsoletos, siguiendo un camino como el que se ha apuntado en Brasil donde el presidente Lula da Silva ha autorizado la financiación por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de un programa de vehículos blindados para Argentina.
En otro orden de cosas, desde el punto de vista orgánico, tanto desde la administración como desde las empresas tenemos estructuras que sería conveniente revisar para adecuarlas al nuevo escenario estratégico que requiere respuestas más ágiles y, sobre todo, para mejorar la capacidad de gestión ante un volumen de recursos para el que no estábamos adecuadamente dimensionados. La revisión de la legislación o la mejora de los procesos de gestión son tan importantes como la actuación sobre el modelo de sistema de adquisiciones sobre el que nuevamente habrá que reflexionar.
Es necesario, además, contar con personal suficiente en un Ministerio y unas Fuerzas Armadas que tienen estancado su techo de efectivos desde hace años. Un límite que no responde a la realidad actual. A pesar de las reiteradas peticiones desde las Fuerzas Armadas para incrementar el número de efectivos de acuerdo con las misiones adicionales que se han ido asumiendo, la recientemente aprobada oferta de empleo público no contempla ese incremento. En el ámbito del personal, es también necesario fomentar la atracción de talento hacia la industria. Estamos formando ingenieros y técnicos de calidad y exportamos capital humano cuando tenemos déficit en España. Un aspecto sobre el que deberíamos reflexionar.
En el plano industrial está abierto el debate sobre la estructura y el tamaño de nuestras empresas. La principal cuestión está relacionada con el papel que tiene que jugar el estado en la conformación del sector. Como regulador parece cierto que tenemos que estar más atentos en el control de empresas que son estratégicas por tecnología, producto o capacidad. Las quejas en la OTAN tienen mucho que ver con esto y deberíamos hacer examen de conciencia. Mientras que la nueva Estrategia Industrial de Defensa está todavía pendiente de desarrollar, convendría vigilar el proceso de fusiones y alianzas estratégicas que se está produciendo, sobre todo en Europa, porque evidentemente nos afecta, y tenemos que tomar posición de acuerdo con nuestras capacidades e intereses.
La potenciación del papel internacional de España; la estabilidad presupuestaria y la facilidad de acceso a diferentes vías financieras; la adecuación de organización, normativa y personal; y una estrategia industrial de defensa debidamente coordinada con las necesidades operativas como referencia principal, son cuestiones que sería recomendable abordar en la próxima legislatura. Son aspectos que deberían llevar a un verdadero pacto de estado, sobre unas bases en donde hay muchas coincidencias entre los grandes partidos.