Hace casi un cuarto de siglo el general Krulak, del Cuerpo de Marines norteamericano, introdujo la idea del 'Cabo estratégico'. Básicamente planteaba que, en las guerras actuales, las actuaciones de un Cabo en el campo de batalla podrían tener repercusiones hasta los más altos niveles de conducción de las operaciones.
Unos años después el general Leahy, jefe de Estado Mayor del US Army, matizaba este planteamiento afirmando que los soldados tienen, sobre todo, que dominar técnicamente su profesión y que los diferentes niveles de mando debían tener sensibilidad por las repercusiones que las acciones al más bajo nivel de la cadena jerárquica pudieran tener, especialmente en los ámbitos social y mediático.
La cabo Carmen Gómez ha sido protagonista del día de las Fuerzas Armadas celebrado en Granada el pasado 3 de junio. Su competencia profesional viene avalada por 18 años de servicio y 2400 saltos. ¡Una media de 150 lanzamientos cada año! La cabo Gómez no ha buscado ningún protagonismo. Su ideario paracaidista le ha enseñado aquello de que “nunca se sabrá de mis hazañas por mis propios labios”.
En su aterrizaje, el paño de su paracaídas cayó parcialmente sobre un gastador de la Guardia Real que, sin inmutarse, mantuvo su puesto en formación haciendo bueno aquello que reza la ordenanza: “El que tuviere orden absoluta de conservar su puesto, a todo trance lo hará”. Se colocó su ros y continuó firme en su puesto.
El comportamiento de estos dos soldados es muestra de la preparación técnica y moral de nuestros militares y ha puesto un cierre brillante a una semana que había comenzado con el resultado de las elecciones locales y autonómicas, y la convocatoria de elecciones generales para el próximo 23 de julio. Nuevamente el resultado de unas elecciones municipales condiciona el futuro político español, ante el que se abren algunas incertidumbres que afectan a la Defensa Nacional.
El presupuesto en vigor para este año contempla un incremento de las inversiones en programas de modernización de las Fuerzas Armadas de unos 17.000 millones de euros. El pasado 18 de abril, el Consejo de Ministros aprobó acuerdos para posibilitar la reprogramación de algunos de ellos e iniciar la licitación de los contratos necesarios para otros.
Desde entonces sólo ha recibido la autorización para contratar el programa de adquisición de helicópteros multipropósito para la Armada. Quedan pendientes las autorizaciones para otros como son, al menos, el futuro VAC, los buques hidrográficos y el dron Sirtap con anualidades previstas para este año. El primero de ellos, no contemplado en los presupuestos generales, es significativo puesto que ha sido una apuesta política directa para cubrir capacidades esenciales del Ejército y, sobre todo, del sector de la industria nacional de vehículos de combate.
Quedan cuatro consejos de ministros antes de que el Gobierno esté en funciones. Previsiblemente en ese tiempo se tramitarán las autorizaciones pendientes. Pero nuevamente serán consideraciones de discrecionalidad política las que determinarán la continuidad de unas inversiones que son muy necesarias para la operatividad de las Fuerzas Armadas y la potenciación de nuestra industria.
Una discrecionalidad que se podría eliminar si se contase con un compromiso de Estado en una política pública básica como es la de Defensa, en su doble componente militar e industrial, materializado en las herramientas jurídicas necesarias para proporcionar estabilidad financiera. La industria lo necesita para que nuestros “cabos estratégicos” cuenten con los medios necesarios para ejercer su profesión y puedan mantener su puesto en formación.