Tal día como hoy, 23 de agosto, pero de 1812, el llamado Ejército del Norte, ubicado en San Salvador de Jujuy (ciudad del norte de Argentina) tuvo que retirarse hacia Tucumán debido a la avanzada del ejército realista hacia su posición. Esta acción se conoce con el sobrenombre de Éxodo Jujeño, puesto que no solo se trasladó el ejército, también lo hizo la población civil. Esta operación estuvo mandada por el general Manuel Belgrano, que había asumido el control del ejército el 26 de marzo de ese mismo año.
Cerca de 3.000 soldados realistas se dirigían hacia la ciudad comandados por Juan Pío de Tristán y Moscoso, militar y político nacido en Lima que acabó por convertirse, años después, en el último representante de las fuerzas fieles a España en Perú. Cuando esta información fue transmitida a los hombres de Belgrano, rápidamente trazaron la estrategia a seguir.
El general argentino dio un discurso a soldados y civiles para transmitir sus órdenes. La principal consigna era que no se debía dejar nada atrás que pudiese aprovechar el enemigo. No se abandonarían alimentos ni animales ni herramientas. Tampoco quedarían en pie viviendas o cultivos. El castigo por no cumplir con la orden era el fusilamiento. Así, la ciudad de San Salvador de Jujuy quedó prácticamente destruida. En el éxodo participaron cerca de 1.500 civiles.
Viaje y batalla
La población realizó el viaje hasta Tucumán, es decir, recorrieron 360 kilómetros llevando todas las pertenencias que pudiesen acarrear. Durante el recorrido, el ejército se desvió con todos los voluntarios que se unieron a ellos para presentar batalla a los realistas. Aquella contienda, conocida como la Batalla de Tucumán, fue una caótica lucha en la que Belgrano guerreó con los 1.800 integrantes de su ejército a los 3.000 realistas. Tal fue el descontrol de la contienda que Belgrano no fue consciente de su victoria hasta el día siguiente.
El Éxodo Jujeño, a día de hoy, es conmemorado cada 23 de agosto y recordado como un acto de heroísmo clave para la posterior derrota realista.