El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no quiere quedarse fuera del programa militar más caro de la historia, el del caza de combate F-35, sin una compensación. Estados Unidos inició en el verano de 2019 el proceso de salida de Turquía del programa como represalia por la compra turca de sistemas de misiles antiaéreos S-400 a Rusia. Erdogan prevé pedir próximamente a Washington un desagravio por esta medida, según explicó en el avión que le trajo de vuelta la semana pasada tras reunirse en Rusia con el presidente de ese país, Vladimir Putin.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos hace dos años el proceso para sacar a Turquía del programa del avión de combate de quinta generación F-35, del que Ankara ha sido uno de sus nueve socios desde la primera década de este siglo.
La compra turca de misiles antiaéreos S-400 a Rusia comprometida en 2017, tras años en que a Ankara no le resultó posible la adquisición de armas similares de procedencia estadounidense, soliviantó a distintos aliados de la OTAN, temerosos de que el desarrollo ruso pueda plantear serios problemas por no ser compatible por los utilizados en la Alianza Atlántica, de la que Turquía es socia. Ankara asegura que sus S-400 no precisan integrarse en los sistemas de la OTAN, por lo que no suponen ninguna amenaza.
Fabricación local
Se da la circunstancia de que, pese a su salida del programa del F-35, en el que compartía acuerdo con Gran Bretaña, Italia, Países Bajos, Australia, Dinamarca, Noruega y Canadá, además de Estados Unidos, Ankara ha seguido fabricando componentes para la aeronave, ante las dificultades del Departamento de Defensa estadounidense para encontrar suministradores que sustituyan a los turcos.
Las partes del avión que ha estado fabricando Turquía van ubicadas en seis de sus componentes clave, entre las que figuran el fuselaje y el tren de aterrizaje. Estados Unidos llegó a quedarse con ocho de los cien aviones de combate F-35A que se llegaron a fabricar para Turquía.