En Argentina se llama Teorema de Baglini a la relación entre las promesas de un candidato y su capacidad real de acceder al puesto que opta. El enunciado establece que la distancia con el poder es directamente proporcional a los argumentos del candidato: a menos posibilidades posturas más radicales y a más probabilidades posiciones menos incendiarias hasta llegar, una vez alcanzado el puesto deseado, al incumplimiento absoluto de las promesas de campaña. Pues bien, Latinoamérica espera que Donald Trump no sea más que otro bocazas de atril aunque todo apunta a que no lo será. Pero, ¿y si realmente es así?, ¿de verdad es tan malo lo que se avecina?
Lo cierto es que ninguno de los dos candidatos a la presidencia de EEUU era bueno para la región a priori. Trump es Trump, y su miedo a todo lo que venga de Latinoamérica y no lleve el sobrenombre de ‘miss’ es público y notorio. Pero Hillary Clinton no es ninguna hermanita de la caridad. Se dice de ella que ha promovido el auge del conservadurismo más radical en la región, como oposición al progresismo más populista que impera (o imperaba) en varios países del entorno, para aportar su granito de arena a la histórica política desestabilizadora de EEUU en Latinoamérica -sí, ese tipo de política de subvenciones también desestabliza-. Lo que es seguro es que, como secretaria de Estado, la ahora candidata de Wall Street fue clave en asuntos como los Golpes de Estado de Honduras y Paraguay.
Aun así, para el sector era la gran apuesta hasta el punto de que la industria militar estadounidense le dio a Clinton cuatro veces más dinero que a Trump.
Y Trump no parece mejor. Para los republicanos, América Latina es, más si cabe aún que para los demócratas, su patio trasero. Un jardín que hay que mantener en niveles bajos de desarrollo para que no sea un problema y sí un buen suministrador de materias primas que, no olvidemos, son entendidas en la estrategia de defensa de EEUU como un asunto de seguridad nacional. La ventaja frente a Clinton es que a Trump no le importa lo más mínimo dónde están en el mapa Lima o Sucre, lo que puede dar cierta autonomía a la región. Él mismo dejó clara su postura intervencionista: “Dejaremos de intentar construir democracias extranjeras e intervenir en situaciones en las que no tenemos derecho a estar”.
No obstante, para la industria de Defensa estadounidense las cosas no pintan tan mal como pudiera parecer. De hecho, la bolsa registró un alza de las empresas del sector nada más conocerse la victoria del republicano. ¿Por qué? Trump quiere aumentar el tamaño de las Fuerzas Armadas con 100.000 soldados más, construir 74 buques nuevos, renovar la flota aérea y modernizar el sistema de misiles. Pero hay más, Trump empujará al resto de países de la OTAN a que se refuercen y aumenten su inversión en Defensa si quieren que los EEUU sigan ahí. Y eso puede tener un efecto arrastre.
¿Y al sur del muro?
Dicen que no hay mal que por bien no venga y este puede ser un buen ejemplo. El ascenso al poder de un hombre que desprecia Latinoamérica puede venirle muy bien a la región.
Hay tres posibilidades en las que Latinoamérica puede salir reforzada de esta coyuntura. Una es el efecto arrastre antes mencionado y las otras dos pasan por el enroque de EEUU en sus propias fronteras. Si realmente esto ocurre, y EEUU se “olvida” una temporada de su patio trasero y lo deja progresar por sí solo, se abre hueco para el desarrollo interno, paralizado ahora mismo por subvenciones condicionadas, cesiones tecnológicas obsoletas y donaciones de stock, e incluso para otros actores que entren en la región.
Ante la primera posibilidad se decanta la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que ha aprovechado para enviar un mensaje: “América Latina debe permanecer unida y no dividida” en este momento y trabajar por tener “más y no menos integración”. Y mientras lanzan este mensaje interno le piden a Trump que “aclare” si les va a dejar levantar cabeza como una región unida o no.
La segunda es cosa de terceros y alguno ya se ha puesto las pilas. El presidente de China, Xi Jinping, ha sido el más rápido y la semana que viene ha programado una gira latinoamericana que lo llevará a Ecuador, Perú y Chile.
Pero, ¿cómo afectará a cada país la presidencia de Trump?
Internamente, la elección de Trump y su anuncio proteccionista echa por tierra las políticas iniciadas en Argentina, Brasil y Perú de acercamiento a EEUU. Por otro, deja en suspenso la viabilidad de los convenios y acuerdos tomados por la Administración Obama, entre ellos el desarrollo del programa Ventas Militares al Extranjero (FMS, por sus siglas en inglés).
En Perú han calificado la victoria de Trump como “noviembre negro”, Cuba calla educadamente mientras despliega sus tropas, e incluso a la población civil, en un gran ejercicio militar, el 'Bastión 2016', que, aunque lleve programado meses, viene que ni pintado para rabiar a opinionistas de uno y otro bando. En Colombia hay 450 millones de dólares para el postconflicto prometidos por la Casa Blanca (Plan Colombia II) que pueden desaparecer y que muchos temen que se sustituya por una acción militar. Nadie sabe qué pasará con el intermediario estadounidense en los acuerdos de paz, Bernie Aronson, que, no se puede olvidar, es uno de los puntales del mismo y de los acuerdos alcanzados hasta ahora, entre ellos los referidos 450 millones.
Argentina apostó por Hillary Clinton abiertamente y Mauricio Macri se lleva a matar con Trump, con quien hizo negocios en los 80 y salió escaldado. En Venezuela, Nicolás Maduro no quiere meterse, pero habla con John Kerry por teléfono de “establecer una agenda de trabajo positiva” basada en el “respeto a las identidades culturales”. No se puede olvidar que en el país caribeño, el diálogo entre oficialistas y opositores depende en gran parte de un hombre: Thomas Shannon, cuyo trabajo como intermediario principal de EEUU, con permiso según las malas lenguas del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, está ahora en la cuerda floja. En México, el prometido muro augura un problema serio, tanto humanitario como de seguridad, lo pague quien lo pague. En cuestiones de Defensa puras y duras, el país vive de los acuerdos con EEUU sin más fuerza propia que la que su vecino del norte le consiente y alimenta como última barrera con Latinoamérica. Lo mismo ocurre en Centroamérica, donde las Fuerzas Armadas o de Seguridad son nutridas por los EEUU en cuanto sirvan como vigilantes del narcotráfico y el tráfico ilegal de personas lo que, con un muro, será menos necesario.
El caso es que si Trump demuestra el Teorema de Baglini todo seguirá como siempre. Pero ¿y si se enroca en su discurso como parece?, ¿Latinoamérica aprovechará la oportunidad?