Margarita Robles se queda. La magistrada en excedencia del Tribunal Supremo y exvocal del Consejo General del Poder Judicial repite al frente del Ministerio de Defensa, cargo que ocupa desde 2018, y lo hace en una muestra más de confianza del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de un partido, el PSOE, al que, pese a no tener carnet, ha defendido siempre (renovación del Consejo General del Poder Judicial, enfrentamientos con Ione Belarra…).
Robles llegó a Defensa en medio de mil cábalas sobre si iría a Justicia o Interior y otras mil sobre cómo le habría sentado que finalmente no recayeran en ella ninguna de esas carteras. Pocos auguraban que esta leonesa, que ya con Felipe González había sido primero subsecretaria de Justicia del 93 al 94 y después secretaria de Estado Interior del 94 al 96, tomara las riendas de un Ministerio del calibre y las dificultades de Defensa como lo hizo.
Y aún así no debería haber sorprendido a nadie, Robles ha roto barreras allí donde ha estado, fue la primera mujer en llegar a un órgano judicial en España, lo hizo en el 81 accediendo a la Audiencia de Barcelona, de la que diez años después era presidenta. Su carrera ha ido como un tiro desde el primer día. Cuando José María Aznar ganó las elecciones Robles regresó a la vida judicial como magistrada de la Sala de lo Contencioso Administrativa de la Audiencia Nacional del 96 al 2004, después del Tribunal Supremo hasta 2008 y luego vocal del Consejo General del Poder Judicial hasta 2013. Y en política lo mismo, fue diputada por Madrid de 2016 a 2018 y luego por Ávila hasta 2020 y ahora por Madrid. En estos periodos ha sido desde presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados hasta portavoz del Grupo Parlamentario Socialista.
En Defensa, Robles ha sabido escuchar y aprender, ha sabido rodearse de personas de confianza y ha confiado en ellos para saber dónde estaba y qué había que hacer, luego ya ha empezado a tomar decisiones, hasta las más pequeñas e incluso las de funcionamiento diario en muchos casos. Está en todo. Aún así sabe delegar, ha escogido a mujeres de sobrada solvencia técnica y política para llevar las riendas de la secretaria de Estado, Amparo Valcarce, o el CNI, Esperanza Casteleiro. Ha sabido mantener en su puesto a quienes consideraba buenos profesionales pese a que hubieran sido nombrados por el anterior Gobierno del PP, como el JEMA, general del aire Javier Salto, y el propio jemad, almirante general Teodoro Esteban López Calderón, nombrado ajema por María Dolores de Cospedal en su momento.
Robles también ha sabido dar al sector esa repercusión mediática que siempre se le había hurtado como brazo imprescindible de la política exterior española, tanto a nivel industrial, con la participación nacional en los grandes programas europeos, como operativo con las Fuerzas Armadas desplegadas allí donde la UE, la OTAN o los propios intereses y alianzas de España lo determinan. Aunque, obviamente, su política no ha estado exenta de críticas, como el poco peso y transparencia española en el envío de ayuda a Ucrania o el caso de la retirada de la fragata Méndez Núñez que protegía al portaviones Abraham Lincoln cuando EEUU modificó la misión original (caso del que, por cierto, la ministra supo aprender).
Es una hormiga, se dice coloquialmente para definir a la gente que es constante en el trabajo, y Robles ha demostrado que lo es. Bajo su tutela han salido por fin los grandes programas de armamento que estaban paralizados, se ha iniciado el proceso para aumentar el gasto de defensa hasta un 2% del PIB, se ha puesto en marcha un nuevo ciclo inversor con más 11.300 millones de euros en nueve programas y 1.700 más en munición… Lo que no cabe duda es que, pese a su origen ajeno al puesto que ahora ocupa, Robles se ha ganado al sector.
Lo ha hecho en el plano industrial, con los incrementos presupuestarios, las políticas exteriores y el apoyo ministerial a las empresas nacionales, y lo ha hecho con los militares también. Aquí, Robles ha sabido hacerse un hueco sin dejar de lado su firmeza y su deber para con la Constitucón y ha sabido lidiar, unas veces hablando y otras solo actuando, con situaciones tan dispares y complicadas como una misa franquista, un comunicado fascista o la presencia de un alférez armado en una manifestación contra el Gobierno. Y siempre con buenas palabras para las Fuerzas Armadas, reconociendo su trabajo, reconociendo su profesionalidad, reconociendo su implicación. "Orgullosa", es la palabra que más repite en sus intervenciones cuando habla de los miliares o de la industria de Defensa.
Ahora Robles tripite como ministra y en el horizonte se le presentan una serie de retos, muchos puestos ahí por ella misma. Firmar los grandes programas pendientes, aprobar los nuevos, renovar la cúpula militar…