Tal día como hoy, 1 de agosto, pero de 1704, una flota formada por austracistas (partidarios del archiduque Carlos de Austria como aspirante a la Corona de España) austríacos, ingleses, neerlandeses y españoles atacaron Gibraltar con la intención de arrebatar la posición estratégica a los leales a Felipe V.
Aquel 1 de agosto, una flota formada por navíos ingleses y neerlandeses compuesta por 61 buques de guerra con 4.000 cañones, 9.000 infantes y 25.000 marineros llegaron a la bahía de Algeciras, una posición estratégica fundamental para defender Gibraltar, tan solo guarnecida por 100 soldados y 400 civiles armados.
Desembarcaron con facilidad unos 3.000 hombres que entregaron a los gobernantes una carta firmada por Carlos de Austria. En ella se les instaba a que reconociesen al archiduque como legítimo heredero al trono, tras lo cual se garantizaría la seguridad de los gibraltareños así como la autoridad de sus gobernantes. El Cabildo, sin embargo, manifestó el total reconocimiento de Felipe V como rey.
Cañonazos sobre Gibraltar
Tras el fracaso de las negociaciones, la flota llegó a las costas de Gibraltar. En vista del fracaso de la rendición en la bahía de Algeciras, esta vez no hubo un intento de pacto y se abrió fuego contra las defensas gibraltareñas. Los constantes cañonazos, además de las pequeñas escaramuzas que se llevaron a cabo desde tierra, terminaron por agotar una ciudad que no estaba preparada para un ataque de tal magnitud. Pese a que no se cuentan grandes bajas, ha trascendido que la causa principal de la rendición fue debida a la toma de rehenes civiles que llevaron a cabo los marinos ingleses.
La capitulación de Gibraltar se firmó finalmente el día 4 de agosto. En ella se permitía a todo aquel que quisiese a abandonar la ciudad llevarse pan, carne y vino para siete días de marcha. Ha trascendido que, de los aproximadamente 5.000 habitantes de Gibraltar, permanecieron en ella no más de 70 personas, muchas de ellas enfermas o miembros de la iglesia.