La retirada de Estados Unidos de Afganistán
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La retirada de Estados Unidos de Afganistán

El presidente de EEUU, Joe Biden, ante el Congreso. Foto Casa Blanca
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(Infodefensa.com)

Es de público conocimiento que el expresidente Trump negoció la salida de las tropas estadounidenses del territorio afgano en Doha, el 29 de febrero de 2020, luego de 20 años de una guerra para la que no estaban preparados, en un conflicto muy particular y frente a fuerzas tribales que nunca han perdido una guerra en su territorio. El inicio es conocido, tras los atentados del 11-S, que causaron casi 3.000 muertos en EE.UU., los talibanes, entonces en el poder en Kabul, se negaron a entregar al fundador de la red terrorista Al Qaeda, Osama bin Laden, que en ese momento se escondía en Afganistán, por lo que EE.UU. decide abrir este frente, ocupar el territorio y enfrentar al talibán en su propio espacio.

La política ha evolucionado y la presión de EE.UU. y las fuerzas de la OTAN en la zona han favorecido con el tiempo la disminución de la violencia por parte de Al Qaeda. Ello, junto con la imposibilidad de una victoria político-militar, sentaron las bases de la decisión del actual presidente de EE.UU., Joe Biden, de retirar sus tropas de un escenario que ha costado la vida a miles de soldados y costado miles de millones de dólares al desarrollo económico y social estadounidense.

Para ello ha escogido una fecha simbólica para la retirada, el 11 de septiembre de 2021, buscando una salida distinta a la experiencia de Vietnam, ello considerando la Teoría de la Impulsión Belígena de Gastón Bouthoul (1951) que señala que ante la imposibilidad de un vencedor claro, se puede volver al status quo. Así, con la retirada, se relaja el conflicto bélico, se aplaca la agresividad de los dirigentes y combatientes más violentos y disminuye la impulsión belígena, aun cuando persista en el tiempo la animadversión de manera velada o latente.

En síntesis, la experiencia de conflictos anteriores ha orientado al presidente Biden a una retirada estratégica soportada en un mensaje comunicacional que permita justificar veinte años de guerra. No hay duda que la retirada es parte de la guerra pero, esta retirada sin una victoria militar, podría generar un vacío de poder (al igual que en Irak, con un gobierno que no fue capaz de tomar el control del Estado), con un califato que reniega el pacto Sykes-Picot y busca recomponer las antiguas fronteras imperiales.

Actualmente, el Gobierno de Afganistán se encuentra apoyado por las fuerzas de la OTAN y EE.UU., y expuesto al resurgimiento de un movimiento terrorista que infringió el mayor castigo a la primera potencia mundial en su territorio y que cambió bruscamente el concepto de la guerra, producto de conflictos locales, híbridos, y que recuerdan en su esencia el discurso y la acción de la guerra prolongada propuesta por MaoTse-tung, orientada a que las guerras se dividen en dos clases: las justas e injustas (Mao Tse-tung, 2001, p.153). Desde esta perspectiva, todas las guerras progresistas serian justas y, por ello, no existe duda sobre lo que motiva al talibán, respecto de la guerra que lleva adelante.

Para finalizar, señalar que esta acción podría formar parte de una estrategia más amplia que busca, por una parte, la paz global y, por otra, remarcar el esfuerzo de la seguridad y defensa de EE.UU. en los adversarios que detalló en la Conferencia de Seguridad de Munich a comienzos de este año: China, Rusia, Irán.



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