La entrevista realizada por Infodefensa al director general de Armamento y Material (Digam), almirante Santiago Ramón González, el último día de Feindef quizás sea el mejor resumen de la propia feria. Además, plantea un buen número de claves para afrontar un futuro que no está escrito. Lo tendremos que ir escribiendo entre todos. Es un resumen 'en caliente', sobre el que profundizar para extraer conclusiones y continuar avanzando, pero su análisis invita a la reflexión.
El resumen podría ser el siguiente. Feindef ha permitido ofrecer una visión global de la industria española, cuya fortaleza principal reside en un tejido muy complementario, sobre la base de la capacidad innovadora de un buen número de pymes y de un capital humano muy preparado y la actividad de grandes empresas que se han desarrollado gracias al efecto tractor de programas impulsados desde el Ministerio de Defensa. El valor del conjunto ha permitido tener una importante presencia en Europa en los últimos años, y hay que incidir en fórmulas de colaboración para unir fuerzas. El objetivo es proporcionar capacidades a las Fuerzas Armadas y aportar valor al conjunto de la economía nacional.
La idea de la Feria surgió hace apenas tres años. Desde entonces la idea se gestó, maduró y materializó con empuje desde el Ministerio de Defensa, con la voluntad de la industria, principal interesada y protagonista, y con apoyo de otros ministerios. Con pandemia por el medio, la edición que se acaba de cerrar ha mejorado notablemente la primera. Hay que continuar en el esfuerzo y mostrar a los españoles lo que somos. Sin complejos como ha indicado una importante figura mediática. El apoyo institucional ha sido sobresaliente. Los responsables de adquisiciones, civiles y militares, se han multiplicado. La presencia extranjera ha sido notable. África e Iberoamérica han sido protagonistas. Un impulso que debemos aprovechar. Son mercados complejos, pero no imposibles. La presencia de Estados Unidos ha sido llamativa. El nivel institucional europeo quizás haya sido el punto débil. Ha sido llamativa la modesta presencia de vecinos con los que operamos en escenarios de conflicto y con los que colaboramos en programas internacionales. Las razones son variadas. Quizás la percepción de 'competencia' haya primado en algún caso. Las autoridades y la industria deben tomar nota y acercar nuestra feria a Europa en próximas ediciones.
Una importante presencia y actividad de medios especializados, y todavía tímida de los generalistas, ha permitido mostrar la realidad del sector. Tenemos integradores importantes y empresas con capacidades medias que están liderando o participando en grandes proyectos internacionales. En su inmensa mayoría se trata de empresas privadas. Pero nuestra gran fortaleza son las pymes que, efectivamente, tienen gran flexibilidad y capacidad de innovación. En conjunto podemos conformar 'grandes campeones' industriales en los diferentes sectores si, como se ha indicado, tenemos voluntad real de unir fuerzas. Una necesidad que parece cada vez más patente y que puede materializarse aprovechando herramientas públicas e iniciativas privadas.
El desarrollo de la industria en los últimos 40 años ha venido de la mano de lo que ahora se llaman Programas Especiales de Modernización. Su efecto ha sido esencial para nuestra actual realidad. Un efecto al que se pretende dar continuidad, no sin problemas. En primer lugar, el financiero. El modelo necesita ajustes. No nos podemos conformar con que los compromisos contraídos no van a permitir abordar nuevos programas hasta 2028. Algo habrá que hacer para aliviar la presión financiera. Es una responsabilidad política buscar nuevas fórmulas.
En segundo lugar, por el lado de la industria, los contratistas de primer nivel tienen que favorecer la participación de toda la cadena de valor para que las inversiones calen lo más profundamente posible. La administración debe velar para que la política industrial no recaiga 'de facto' en las decisiones de los grandes contratistas o incluso en participantes de otro nivel que tienen la responsabilidad de favorecer a otros suministradores con capacidad tecnológica. No solo por razones de potenciación del tejido propio. Hay también razones de garantía de suministro u operativas que obligan a que la provisión de componentes críticos esté suficientemente garantizada.
El valor de nuestro capital humano es elevado. La industria puede promover empleo de calidad. Hay que favorecer también el emprendimiento. Un buen número de las pequeñas empresas presentes en la feria son fruto de iniciativas de jóvenes ingenieros o profesionales de otros sectores, incluidos militares, que se han atrevido a dar el salto con audacia para desarrollar sus propios proyectos empresariales. Se trata de algo que abarca multitud de campos como robótica, inteligencia, simulación, fabricación aditiva y otras muchas, que pueden ayudar a mejorar productos, procesos y capacidades industriales si se les ayuda a mover la pesada rueda de la inercia.
La innovación tecnológica es otro de los factores que nos permitirá avanzar. Nuevamente las posibilidades de Defensa son limitadas. Hay fórmulas que requieren voluntad política. El ejemplo del fondo de apoyo a la industria aeronáutica, o algunos acuerdos alcanzados al máximo nivel político, pueden extrapolarse a otros sectores. Las prioridades de programas por sectores industriales se han establecido con claridad. Pero quizás sea el momento de abordar el problema de forma más transversal en lugar de por programas concretos. Un camino que se está marcando en Europa, donde el apoyo del Ministerio y la actividad de la industria ha permitido una muy destacada presencia española. A pesar de las limitaciones que supone que la partida prevista para participar en proyectos EDF en el presupuesto de defensa de 2022, sea solo poco más que la de la Dirección General de Derechos de los Animales.
No solo la administración tiene la pelota en su tejado. La idea de cooperar para promover el desarrollo tecnológico es también responsabilidad de aquellas industrias con más potencial. Se han visto ejemplos concretos de incorporación de empresas españolas a consorcios sectoriales determinados, reuniones de líderes de nicho industrial con su cadena de suministro, o la firma de acuerdos entre empresas de diferentes niveles para desarrollar tecnología. Algo que, como no puede ser de otra manera, se ha hecho también en algún sector firmando acuerdos de colaboración con socios europeos. Sin embargo, es todavía demasiado frecuente ver como se buscan colaboraciones fuera de España o de Europa sin analizar en profundidad las capacidades que tenemos y sin que se ejerza una vigilancia sobre las posibles implicaciones que las decisiones particulares pueden producir.
Las claves que se nos plantean parecen claras. Debemos potenciar la capacidad de emprendimiento de nuestro capital humano, favorecer la colaboración implicando activamente al sector privado y a otros actores públicos, vigilar la actuación de los grandes sobre la cadena de valor industrial para que las inversiones calen realmente hasta el nivel más bajo posible especialmente sobre elementos críticos por razones tecnológicas, industriales u operativas, y aprovechar nuestro empuje en Europa. El futuro no está escrito. Pero a veces se nos apunta con claridad.