La Fuerza Aérea de Israel ha optado por no adquirir convertiplanos V-22 Osprey a Boeing por las dificultades de contar con un presupuesto que lo permita. Tel Aviv se queda así a las puertas de hacerse con una aeronave cuyos primeros trámites de compra ya se habían iniciado.
De momento, por tanto, únicamente ha adquirido unidades de este sofisticado aparato Japón, aparte de Estados Unidos (país que desarrolló la aeronave). Otros, como España, llegaron a estudiar la posibilidad de hacerse con varios ejemplares de un ingenio único en la actualidad por su capacidad de aterrizar y despegar verticalmente, como un helicóptero, y rotar sus hélices en el aire para volar a velocidades y alcances más propios de un avión.
Pese al rechazo de su compra, los militares israelíes aún consideran la necesidad de adquirir entre 12 y 14 aparatos de este modelo. Las Fuerzas Armadas de Israel se encuentran en pleno proceso de modernización de sus antiguos escuadrones de aviones y helicópteros y sus responsables creen que deberían contar en su nuevo inventario con una mezcla de helicópteros de carga y aparatos V-22, informa Jerusalem Post.
Tel Aviv ha empleado el acuerdo que mantiene con Washington para recibir asistencia militar por 38.000 millones de dólares durante la próxima década para adquirir dos escuadrones de aviones de combate furtivos F-35 y se encuentra actualmente debatiéndose sobre la compra de helicópteros pesados Chinook, de Boeing, o CH-53K, de Lokheed Martin. Además se está planteando igualmente encargar nuevos aviones F-35 o F-15. En este contexto le queda poco hueco presupuestario para dotarse de los ansiados V-22 Osprey.
El Pentágono llegó a notificar al Congreso de EEUU en 2014 su conformidad para una posible venta de seis Osprey por 1.130 millones de dólares. Se trata de un paso previo para confirmar una compra que finalmente no ha tenido lugar.
Japón se queda por tanto, como único cliente internacional del modelo. En total, Tokio ha adquirido 17 aeronaves, a las que, con todo el equipamiento y servicio anexo, se les calcula un coste total de 3.000 millones de dólares.