Ignoranti quem portum petat nullus ventus est. [1]
Séneca
Podemos seguir hablando de la promoción de la cultura de defensa indefinidamente, y si avanzamos lo haremos muy lentamente, con eventuales fases de claro retroceso, a menudo por causas marginales a la Defensa, como en el caso del Trío de las Azores en el conflicto del Golfo de 2003.
Y sin embargo no es posible poner en duda la innegable trascendencia de hacer llegar la importancia de la defensa a nuestros conciudadanos, resaltada por los aparentemente contradictorios resultados de las encuestas, que periódicamente nos ofrecen los organismos públicos y medios de comunicación. Según estos, se valora como institución a las Fuerzas Armadas, al tiempo que se considera excesivo el gasto en Defensa.
Pero todo analista estadístico sabe que debe evitar "saltar a las conclusiones"2] no directamente deducibles del estudio, lo que poco tiene que ver con la interpretación interesada, más o menos sesgada, que a menudo se hace de los resultados de estas encuestas. Todo el mundo está de acuerdo con la necesidad ineludible del transporte por superficie, pero no en la franja horaria e itinerarios que cada individuo utiliza, en particular la distribución minorista o los autobuses escolares.
En concreto se hace un flaco favor a la Defensa con las iniciativas de consulta como instrumento de desgaste populista. Sin cuestionar el principio inalienable del pueblo como tenedor último de la soberanía, en estos casos la diferencia entre la falacia y el paradigma radica en la calidad del soporte lógico y la transparencia de la información previas a su formulación, y sobre todo en la intencionalidad de la interpretación de los resultados y sus consecuencias una vez efectuada la encuesta.
Así las consultas sobre los grandes temas se han sucedido recientemente con los resultados ya conocidos. Se pregunta por la pertenencia a la Unión Europea y se contesta sobre el libre tráfico de personas, pero principalmente sobre los refugiados. Se pregunta sobre el poder de las regiones y se responde como si fuera un plebiscito sobre la gestión del Gobierno, los recortes y el equilibrio de poderes. Se pregunta sobre los gastos en defensa y se responde sobre la aceptación de los fines y modos de las grandes corporaciones industriales de defensa. Sin embargo, si se pregunta más concretamente sobre la necesidad de proteger a nuestras tropas contra los artefactos explosivos, o a nuestros pesqueros contra la piratería, o el transporte de calidad para personal y medios a zonas de operaciones, el respaldo será total.
Si la esencia de la democracia es el gobierno de las mayorías con respeto a las minorías, ¿qué respeto es ese de la imposición de la voluntad de un mero 52% sobre el 48%? ¿Es que se ha perdido completamente el norte o es que se ha decidido implantar el 'trágala' como modo de convivencia social? ¿No parece más razonable dar ocasión a que las decisiones de un calado suficiente lo fueran necesariamente por mayorías cualificadas dando con ello ocasión al convencimiento y al consenso como vía única de decisión en estos casos?
Sin embargo, la indudable relevancia de la cultura de defensa, por basarse en objetivos a medio y largo plazo, pasa a segundo término a los efectos de la determinación de las opciones más adecuadas para la elaboración de la porción de los Presupuestos del Estado que se dedicará a la Defensa en el año próximo y siguientes. Es preciso que las negociaciones sobre financiación se sostengan en el consenso mayoritario sobre algunos puntos básicos que no pueden seguir siendo solamente los puestos de trabajo de alta cualificación de las industrias de armamento.
En sentido estricto, ¿quién sino los técnicos pueden tener una opinión suficientemente informada sobre los riesgos y la probabilidad/peligrosidad de que se materialicen en amenazas? Pero en este campo seguramente nos veríamos atascados en arenas movedizas al intentar explicarlo a la opinión pública, cuando algunos aliados en asuntos de seguridad son competidores comerciales y potenciales riesgos estratégicos.
Para desatascar el espinoso asunto de la elección entre educación, sanidad y demás gastos sociales, o defensa, es preciso que esta dialéctica vaya evolucionando hacia su auténtica y cruda dimensión, que no es otra que la alternativa entre disponer de un nivel asumible de estos servicios hoy, y la garantía de su continuidad. Aquí reside el verdadero meollo de la cuestión, donde ve su plena aplicación la famosa frase de Séneca que encabeza esta reflexión.
Los demás asuntos relativos a los PEA, la deuda, y la soberanía estratégica que proporcionan las industrias de defensa sólo requieren de algo más de transparencia en la determinación de necesidades, obtención y operación ¿Quién en su sano juicio puede disputar que es inconcebible una defensa fuera de las alianzas en nuestro ámbito estratégico, y que las alianzas bolivarianas serían de nula utilidad a estos efectos?¿Viendo los resultados de destrucción y víctimas civiles, cómo es posible poner en duda que los conflictos se disputan mejor lejos de nuestras fronteras que en nuestra casa? ¿Alguien levantaría objeciones para que nuestros soldados estén adecuadamente protegidos contra los explosivos improvisados con el 8x8; o que nuestros pesqueros puedan faenar libremente sin sufrir los ataques de los piratas bajo la protección de las fragatas; o que la mejor defensa de los países occidentales en los conflictos asimétricos es la ventaja tecnológica que dan los sistemas de autoprotección y altas características de los aviones actuales?
No es conveniente pasar de puntillas sobre la atávica tendencia a ignorar, a todos los niveles, la trascendencia de dedicar recursos muy superiores a la Investigación, desarrollo e innovación. El innegable soporte a la supervivencia de las industrias de defensa en épocas de crisis por la vía de la exportación tiene fecha de caducidad. Se ha ido vendiendo lo que había en las estanterías sin preocuparse suficientemente de garantizar que haya un futuro después de los PEA y el nuevo ciclo inversor.
En fin, hablando en plata, se trata de 21.500 millones de euros en 13 años para la deuda + gastos financieros + compromisos de los PEA, empezando por 10.000 millones de euros en cinco años para una Ley Programa, que permita iniciar el nuevo ciclo inversor, así como la recuperación progresiva desde los 6.000 millones de euros actuales de los Presupuestos de Defensa hasta los 9.000 millones de euros pre-crisis que garanticen la capacidad operativa de operadores, materiales e infraestructuras, para que nuestras Fuerzas Armadas puedan cumplir sus obligaciones constitucionales .
Las formalidades que se adopten para la dotación y ejecución de esos recursos, como no podía ser menos, serán las que el marco legal nacional e internacional nos permitan. Ideas no faltan precisamente, compensación, minoración selectiva de los créditos de aquellos departamentos que resultarán receptores netos por el pago de los créditos reintegrables, etc.
En cuanto al impacto de los gastos de defensa sobre la economía nacional, si nos limitamos a la disyuntiva entre educación y sanidad, o defensa, no hay salida. Pero existen otras fuentes donde encontrar los recursos necesarios sin disputárselos a las políticas sociales. 7.000 millones de euros de corrupción, 40.000 millones de euros de fraude en solo tres impuestos IRPF, IVA y sociedades, y si se añade el fraude a la Seguridad Social se alcanzan los 90.000 millones de euros anuales. Ante esto resulta insostenible el debate sobre un incremento "nominal" del 30% en los presupuestos de Defensa.
[1] Si no sabes hacia donde se dirige tu barco, ningún viento te será favorable.
[2] "Hay tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas." Mark Twain, pseudónimo de Samuel Langhorne Clemens.