El mercado global de defensa está en alza. Los últimos datos ofrecidos por el SIPRI, con un análisis que parte de 1980, muestran como desde ese año y hasta 2002 las cifras mostraban una tendencia descendente. Durante los últimos años de la guerra fría y de forma más acusada tras la caída del bloque comunista, a nivel general el mercado de defensa sufrió los efectos de los “dividendos de la paz” o de “el fin de la historia”. La realidad estratégica, especialmente tras el ataque a las torres gemelas, ha demostrado que no hay paz y que la Historia sigue. Desde 2002 se ha producido un cambio de tendencia en la demanda que, especialmente en el periodo 2014-2018, no ha dejado de crecer. Las cifras actuales rondan un volumen mundial del mercado de defensa que se sitúa en el entorno de los dos billones (españoles) de euros.
La inversión de la tendencia ha venido acompañada de un cambio del centro de gravedad hacia Oriente Medio y Asia-Pacífico. En el periodo 2009 a 2013 estas zonas representaban dos tercios del mercado global. Entre 2014 y 2018 ese peso ha crecido hasta las tres cuartas partes del total. No debe obviarse la tendencia al alza en los países del norte de África, especialmente Egipto y Argelia, pero también Marruecos, donde se están abordando planes ambiciosos de modernización del equipamiento. Egipto evoluciona de la mano francesa principalmente, mientras que Argelia lo hace en colaboración con Rusia o China, y Marruecos recibe un considerable apoyo norteamericano.
El mercado interior europeo que hasta principios de siglo era, junto con el norteamericano, el más dinámico ha perdido peso relativo y absoluto. Este hecho ha venido acompañado de una pérdida de peso exterior, de la UE o de los países europeos. Sin embargo los datos globales permiten alguna reflexión interesante.
Las industrias de defensa de los cuatro grandes de la UE (no incluimos aquí ya al Reino Unido) tienen una cuota de mercado de aproximadamente un 19%. Si añadimos a Holanda la cifra superaría el 21%. El conjunto de los miembros de la UE tendría un total del 27% de la cuota de mercado global, por delante de Rusia que es el segundo exportador mundial. El porcentaje de los países de la UE solo es superado por Estados Unidos. Curiosamente los países europeos importan más del 50% de sus sistemas de armas. Un 40% de los Estados Unidos y un 10% de otros países. Esta dependencia de terceros es una de las razones que ha despertado el interés de Bruselas para establecer políticas para disponer de mayor autonomía estratégica no solo en el ámbito operativo militar.
Los efectos se verán a largo plazo. La actuación sobre la oferta es compleja pero está sirviendo de acicate a la industria para establecer nuevas fórmulas de colaboración. Su incidencia sobre la demanda es más incierta. Es llamativo ver como los ministerios de defensa europeos acuden de forma individual a Estados Unidos para adquirir los mismos sistemas sin coordinación previa. Los casos Reaper o F35 pueden ser ejemplos claros de las ineficiencias como clientes que solo benefician a los proveedores. Sin cuestionar la necesidad operativa de los sistemas, una actuación como cliente único frente a fabricantes extracomunitarios podría aportar algún valor al conjunto de los europeos cuando se abordan determinadas adquisiciones.
En el caso de España hay que destacar que en los últimos cinco años nos hemos colocado en el séptimo lugar del ranking de exportadores mundiales. Por delante de países que aparentemente tienen un mayor potencial industrial en materia de defensa como son Italia o Israel. La cuota del mercado internacional para la industria española roza el 3,5% del volumen total en el periodo 2014-2018. Excluyendo nuevamente a los británicos, somos el tercer exportador a nivel europeo por detrás de Francia y Alemania. Difícilmente podemos alcanzar sus niveles, pero mantener la posición alcanzada parece posible aunque obligará a realizar esfuerzos tanto desde la industria como desde la administración.
En estas condiciones generales tanto a nivel europeo como específicamente español cabe preguntarse si podemos permitirnos el lujo de seguir dependiendo de suministradores extracomunitarios, y cuáles serían los datos si se realizase una mayor y mejor coordinación para presentarnos con una voz única en el mercado global.