Con la firma del tratado de Aquisgrán el pasado mes de enero Alemania y Francia renovaron las bases de su cooperación bilateral en materia de defensa. Macron y Merkel han dado impulso a una relación cuyas bases se sentaron en 1963 con la firma del tratado del Elíseo por Adenauer y De Gaulle. El eslabón entre ambos hitos se encuentra en la creación del consejo de defensa franco-alemán en 1987 que posteriormente daría lugar, entre otras cosas, a la creación del Eurocuerpo en 1992 tras la cumbre de la Rochelle entre Kohl y Miterrand. Cada cuarto de siglo, más o menos, la defensa europea ha caminado de alguna forma de la mano de la relación franco-alemana que se ha mantenido más allá de personas y partidos en los respectivos gobiernos con visión estratégica.
El nuevo acuerdo quiere potenciar las relaciones bilaterales en seguridad y defensa pero mirando al conjunto de Europa. Así, entre otras cosas tratará de armonizar la implementación de directivas comunitarias en materia de política de defensa, y de fijar políticas de exportación en sistemas de armas bajo normas comunes. Su artículo 4.3 alude específicamente al compromiso entre ambos países con el desarrollo de la base industrial y tecnológica de la defensa a nivel europeo y plantea una política de exportación de sistemas de armas común para proyectos conjuntos. Esta cuestión tampoco es nueva y se remonta a un acuerdo bilateral firmado en 1972 entre Helmut Schmidt y Michel Debré en el que se acordaba que cada país fijaría sus propias reglas de exportación para productos de defensa, incluidos aquellos que integrasen componentes de la otra parte.
Se trata de un aspecto relevante donde, sin embargo, hay diferencia de visión entre Francia y Alemania. Sobre este punto concreto la canciller Merkel se pronunció de forma clara durante la pasada cumbre de Munich y ligó el futuro de la defensa europea a una política común sobre exportaciones de defensa que contemplase un veto a aquellos países no respetuosos con los derechos humanos. Francia no plantea una postura tan cerrada y es más pragmática. Algunos medios internacionales han citado un posible acuerdo no hecho público en el que Alemania habría 'cedido' a Francia el liderazgo en exportaciones de material de defensa fuera de los países OTAN.
La reacción internacional a la postura de Merkel en Munich ha permitido a la canciller una salida en clave interna para pedir al parlamento alemán mayor flexibilidad por “solidaridad” europea. Curiosamente la reacción de las autoridades e industriales británicos ha sido de las más “europeístas”. La preocupación británica por el impacto de la política alemana sobre las exportaciones del EF2000 se ha manifestado en una carta a nivel ministros de Asuntos Exteriores. Una preocupación que también afecta a BAE y a MBDA, entre otros. Posteriormente Merkel ha anunciado una moratoria en la decisión alemana sobre el embargo de exportaciones a Arabia Saudí.
Los socialdemócratas alemanes son los principales valedores de ese embargo. Sus postulados se confrontan con otros que recuerdan que los saudíes cuentan con un presupuesto de defensa anual que supera los 80.000 millones de euros, que son un cliente privilegiado para las industrias de defensa europeas y que lideran una coalición internacional que combate contra el terrorismo islámico en sus fronteras. Desde el máximo nivel de Airbus se ha criticado la postura del SPD por no ser coherente con las políticas comunitarias de impulso al desarrollo de la industria de defensa para disponer de mayor autonomía estratégica.
Se trata de una cuestión compleja para un mercado complejo y muy sensible. Europa y los países europeos deben reflexionar sobre si es coherente la voluntad de potenciar el desarrollo industrial de defensa pero auto limitar los mercados por consideraciones partidistas de oportunidad. Como algunos países ya han experimentado las reacciones a determinadas posturas políticas pueden producir efectos sobre el conjunto de las relaciones comerciales afectando a otros sectores con consecuencias de mayor calado.