Comienza un año repleto de efemérides. Un exlendakari nos recomienda hacer “memoria y pedagogía”. Algo que deberíamos hacer, como decía don Julián Marías, sin caer “en una funesta y suicida calumnia de España, cultivada metódicamente por los incapaces de aportar nada nuevo y valioso o que prefieren interesadamente olvidar el pasado”[1]. O manipularlo.
24 de febrero de 1525. Bajo el mando del riojano Antonio de Leyva, la infantería española derrota en Pavía a la temida caballería francesa. El rey Francisco I es capturado por el vasco Urbieta, el gallego Pita da Veiga y el granadino Dávila. El triunfo español permitiría el control del Milanesado, clave posteriormente para la comunicación con Flandes a través del Camino Español.
Es en Flandes donde, en 1625, las tropas españolas rinden la plaza de Breda. Spínola recibe con caballerosidad las llaves de la ciudad de manos de Justino de Nassau, en una escena magistralmente representada por Velázquez.
La nobleza de los soldados españoles es acompañada por su valor y tenacidad. Dos siglos después de Breda lo demostraron durante la defensa del fuerte de San Juan de Ulúa que entregan a los mejicanos el 23 de noviembre de 1825, tras más de dos años de asedio.
Conmemoramos el 150 aniversario de la llegada de Alfonso XII a España y de su proclamación como Rey. También en 1875 nace Antonio Machado. Aquel que nos decía aquello de “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Dos Españas que decidieron reconciliarse tras una segunda restauración iniciada con la proclamación de Juan Carlos I el 22 de noviembre de 1975.
En 2025 se cumple el centenario del desembarco de Alhucemas, realizado el 8 de septiembre de 1925, la primera operación anfibia a gran escala realizada con éxito y que sería decisivo para la pacificación del protectorado marroquí. Si fuimos capaces de conmemorar Ayacucho es de justicia conmemorar este hito de nuestra Historia. Un esfuerzo conjunto de los Ejércitos españoles que integraban un buen número de soldados marroquíes encuadrados en Tabores de Regulares, Mehala y harkas y que combatieron con ardor a los rebeldes rifeños.
Ese año del desembarco fallecen Pablo Iglesias (Posse) fundador del PSOE, partido que en esos momentos colaboraba con el gobierno de Primo de Rivera; y Antonio Maura y Montaner, la fallida gran esperanza política que, entre otras cosas, aprobó siendo presidente del gobierno el plan Ferrándiz para modernizar la Armada.
Muchas efemérides que merecen conmemorarse con espíritu de concordia para que, mirando al futuro, aprendamos de nuestros errores y reconozcamos con orgullo nuestros aciertos. Como recuerda S.M. El Rey “la memoria del camino recorrido, la confianza en el presente y la esperanza en el futuro son una parte ineludible … de nuestro bien común”.
La primera efeméride que conmemoramos, como cada año, es la Pascua Militar, donde S.M. El Rey nos habló de valores, con una mención muy especial a la contribución de las Fuerzas Armadas en el apoyo a las víctimas de la DANA y resaltó que la Pascua Militar es una celebración de los valores colectivos. En el discurso pronunciado Su Majestad no hizo referencia a la transformación producida en las Fuerzas Armadas durante los últimos 50 años ni al papel de la Corona en la construcción y consolidación de nuestro actual sistema político. Una referencia que sí aparece en el texto escrito publicado en la página de la Casa Real.
El discurso de Felipe VI estuvo precedido por el de la Ministra de Defensa que comenzó su intervención parafraseando la intervención de Su Majestad en el último mensaje de Navidad. “España es un gran país, capaz de escribir grandes páginas en la historia. Lo que nos une es mucho más que lo que nos separa”. En su intervención la Ministra hizo un panegírico de la actuación de nuestros militares en apoyo a la emergencia de la DANA, que se ha enmascarado ante la opinión pública; realizó un amplio repaso por las misiones operativas realizadas en el exterior durante 2024, más propia de un JEMAD cuya voz ha quedado nuevamente ausente en el acto; y ha personalizado en un reducido número de personas, un esfuerzo que es colectivo.
Del discurso de Robles destacan tres cuestiones. La primera es su referencia al esfuerzo inversor. Llamativo porque hemos tenido presupuestos prorrogados en 2024 y no parece que el Gobierno tenga mucha prisa en tener los de 2025. Hagamos aquí un poco de pedagogía recordando que el artículo 134.3 de la Constitución obliga al Gobierno a presentar los presupuestos al menos tres meses antes de la expiración de los anteriores. No dudamos del cumplimiento del compromiso en incrementar la inversión, pero mientras no tengamos presupuestos aprobados y estables este incremento estará sujeto a criterios de discrecionalidad política que generan un alto nivel de incertidumbre.
De la estabilidad presupuestaria depende el objetivo de reforzar las capacidades tecnológicas e industriales de la Defensa, señalado por la Ministra, que se ha referido a la necesidad de integrar empresas “de todos los tamaños, en un único sistema dinámico”. Un principio sobre el que construir una estrategia industrial que no debería implicar la concentración orgánica sobre unos pocos actores. La solicitud a las empresas de compromiso y esfuerzo para entregar bienes en tiempo y forma, es un llamativo tirón de orejas generalizado.
Finalmente, la ministra aludió a la “necesidad de aumentar progresivamente el número de efectivos de las Fuerzas Armadas”. Una necesidad planteada desde los estamentos militares para superar una limitación política, autoimpuesta hace ya tres décadas, en un contexto muy diferente del que vivimos actualmente. Desde el nivel político se ha venido vetando esta solicitud. El desacuerdo entre autoridades del Ministerio sobre este aumento de personal, podría ser una de las razones por las que está pendiente de aprobación el Objetivo de Capacidades Militares para el ciclo 2025-30.
Esta debilidad en el planeamiento de la defensa debe llevar a una reflexión. El planeamiento de fuerzas y el de recursos (humanos y materiales) deben ir de la mano. Ambos deben partir de unas premisas previas que corresponde establecer con claridad a las autoridades políticas. No es solo un problema militar o que afecte al personal disponible. También afecta a esa industria a la que se pide compromiso y esfuerzo y que necesita escenarios presupuestarios suficientes y sólidos y una orientación clara de las futuras necesidades de nuestros Ejércitos.
[1] Marías, Julián. España ante la Historia y ante sí misma (1898-1936). Espasa Calpe, colección Austral. Madrid 1997. Págs 137 y 138. Las palabras en cursiva aparecen así en el texto referenciado.