Las dificultades económicas que atravesó Argentina en 2018 no impidieron que se produjesen algunos avances en la industria de la defensa, como la fabricación de los IA-63 Pampa III por parte de la Fábrica Argentina de Aviones Brigadier San Martín (FAdeA). El próximo año continuará dominado por la incertidumbre en ese sentido, ya que las Fuerzas Armadas del país austral deberán ingeniárselas para afrontarlo con un presupuesto muy ajustado.
El presupuesto para Defensa del año que viene será de 151.000 millones de pesos (casi 4.000 millones de dólares, al cambio actual). Según las estimaciones del diario digital Infobae, esto supone un aumento nominal del 24,7% respecto a 2018, lo que significa una fuerte reducción si se tiene en cuenta que se prevé que el año cerrará con una inflación del 47%.
La mayor parte de esa cantidad será destinada a los salarios de los integrantes de las Fuerzas Armadas. El escaso presupuesto restante se dedicará al mantenimiento de los equipos, por lo que el Ministerio de Defensa tendrá que encontrar ingresos que le permitan adquirir nuevas unidades, apoyar el trabajo de la industria local -como el realizado por FAdeA y aumentar la inversión en ciberdefensa. Según ese mismo diario, se espera que el próximo año dicha cartera reciba alrededor de 8.000 millones de pesos (unos 210 millones de dólares, al cambio actual) procedentes de la venta de terrenos militares.
La falta de presupuesto complicará el ambicioso Plan de reconversión de las Fuerzas Armadas que prometió Mauricio Macri tras asumir la Presidencia en diciembre de 2015. Sí contará con los equipos que arribarán al país gracias a los contratos cerrados en 2018 con entidades extranjeras. Es el caso del firmado con el astillero francés Naval Group (antes DCNS) para la compra de cuatro L’Androit OPV por 319 millones de euros. Se trata de patrulleros oceánicos del tipo Gowind OPV-90 que se destinarán a la Armada argentina y que irán llegando entre 2019 y 2022.
Además, 2019 estará marcado por la investigación de lo ocurrido con el ARA San Juan, tras su hallazgo el pasado mes de noviembre, justo un año después de su desaparición. El submarino fue encontrado por el buque Seabed Constructor de la estadounidense Ocean Infinity a 907 metros de profundidad y 500 kilómetros de la costa patagónica, muy cerca de donde se había registrado una “anomalía hidroacústica”, que agencias extranjeras asociaron en su momento a una explosión. El Gobierno ya admitió que no podrá reflotarlo por falta de medios técnicos y económicos.
Las imágenes registradas por Ocean Infinity mostraron que el San Juan se encuentra partido en varias partes y, de hecho, la Armada reveló que lo más posible es que implosionase muy cerca del fondo del océano. El resto de las 67.000 fotografías permanecen bajo secreto de sumario, en manos de la jueza Marta Yáñez, a cargo de la investigación de la desaparición. En 2019, las familias de los 44 tripulantes que iban a bordo del sumergible esperan encontrar las respuestas que buscan del Gobierno y la Justicia.