Marruecos ha sorprendido recientemente a la comunidad internacional por las grandes adquisiciones de armamento realizadas, sobre todo, a Estados Unidos y Francia. El gasto de defensa del reino alauita creció de forma exponencial a partir de 2008 hasta alcanzar un 3,8% de su Producto Interior Bruto (PIB) en el periodo de 2014-2015, y mantener, posteriormente, un gasto siempre superior al 3%, lo que se traduce en cerca de 3.500 millones de dólares al año.
Con la vista puesta en su vecina Argelia, país que también está impulsando considerablemente sus fuerzas armadas, Marruecos ha potenciado las suyas con ayuda exterior y con importante apoyo financiero desde Arabia Saudita y, según diversas fuentes, también desde Israel.
Es cierto que tras el fin de la lucha en el Sáhara a partir de 1991, las Fuerzas Armadas Reales no fueron una prioridad para el país, que dedicó sus escasos recursos a otros ámbitos, pero el surgimiento de la amenaza islamista a nivel internacional y regional, y el rearme de Argelia, empujaron a los sucesivos gobiernos de Mohamed VI a dedicar un mayor porcentaje de su PIB a defensa, gasto que difícilmente se podría explicar sin el apoyo financiero fuera de sus fronteras.
No obstante, Marruecos está sabiendo equilibrar en la potenciación de sus Fuerzas Armadas, lo que son sus propias necesidades con lo que Occidente espera del reino alauí como dique de contención frente al terrorismo islamista.
El país norteafricano ha invertido grandes sumas de dinero en su Ejército de Tierra, con la compra de material de origen estadounidense como carros de combate M1 Abrams, artillería autopropulsada, misiles contra carro, helicópteros de ataque AH-64E Apache o radares contra artillería y de defensa aérea.
Elementos necesarios de cara a modernizar sus fuerzas en busca de la equiparación con Argelia y defender más eficazmente su sistema de muros en el Sahara occidental. La adquisición, por ejemplo, de cohetes chinos de alcance estratégico (MLRS) PHL03 -con más de 650 km de alcance- pueden servir para equilibrar los sistemas similares que tiene Argelia, pero levantan a la vez preocupaciones en otros vecinos como España.
Mientras, la Marina marroquí ha pasado, en apenas ocho años, de ser una fuerza costera a contar con una verdadera flota de Aguas azules, adquiriendo en un muy corto plazo de tiempo tres fragatas y buques de apoyo, necesarios no tanto para equilibrar a Argelia como para ejercer su política expansiva de aguas territoriales.
Por su parte, la Fuerza Aérea es la rama que más está siendo potenciada actualmente, con nuevos cazabombarderos F-16 procedentes de Estados Unidos, junto a una gran panoplia de armamento aire-aire y aire-suelo. Un compra necesaria debido al envejecimiento de su flota de ataque de Mirage F-1 y F-5E, pero, sin olvidar, el elevado número de aeronaves modernas con que cuenta su vecina Argelia.
El ritmo de adquisiciones marroquíes de equipamientos de defensa parece que seguirá aumentando en un futuro próximo, dando cobertura tanto a sus propios intereses como al papel que Occidente parece querer dar a la monarquía alauí.