Spengler, Churchill y Kennan han resucitado en Ucrania. El primero predijo hace casi un siglo “la decadencia de occidente” anunciando el final de la civilización europea ante los totalitarismos de ambos signos. Europa, y el mundo entero, cayeron en el más profundo de los abismos, pero la civilización occidental resurgió con “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas” y después supo hacer frente al desafío soviético. El artículo de Mr. X sobre Los orígenes del comportamiento soviético concluía que debería agradecerse a la Providencia que “al asignar al pueblo americano este reto implacable, ha hecho depender su seguridad como nación de su habilidad para mantenerse unido y para aceptar las responsabilidades del liderazgo moral y político que la historia le ha encomendado”. Donde dice americano, leamos ahora europeo.
Muchos en estos días tenemos, la sensación de que en Europa hemos hecho demasiado poco durante demasiado tiempo para defender nuestro modelo de sociedad, en la que nos encontramos muy cómodos pensando que todo está garantizado.
No se trata solo de un problema de dinero. El presupuesto de defensa ruso en 2000 era de unos 23.000 millones de dólares. Diez años después se había duplicado y entre 2015 y 2020 ha estado en un promedio de 70.000 millones. En 2000 el presupuesto de defensa norteamericano era 20 veces superior al ruso mientras que entre 2015 y 2020 lo multiplicaba por cuatro. El resto de los países OTAN superaban en inversiones de defensa a Rusia en 10 veces en el año 2000 y lo hacían por cuatro en el periodo 2015-2020. A día de hoy el presupuesto de defensa ruso es algo más de una tercera parte del de los países de la EDA en conjunto. No podemos concluir que económicamente no se haya hecho un esfuerzo. El problema está en cómo se ha hecho.
Quizás llevemos demasiado tiempo propagando un sentimiento que ha alejado a nuestras sociedades de la realidad de una guerra que parecía descartada. Hace 50 años, en La Guerra Desnuda, Jean Lartéguy escribía: “Nuestra vieja Europa se comporta frente a la guerra como frente a la muerte. Oculta el rostro y repite: «No me habléis de eso, sería demasiado horrible.» Aferrada a sus últimos privilegios, nuestra Europa ni siquiera se propone pelear en defensa de sus libertades. Aquí la tenemos, como un buey al que se conduce al matadero.”
Europa en particular ha fallado en disuadir una agresión como la que estamos viviendo. Estamos hablando de una disuasión que en términos militares nos lleva a parámetros clásicos a los que voluntariamente hemos renunciado, limitando nuestras opciones de respuesta. Los efectos de las medidas económicas están por ver. La respuesta militar está condicionada por factores políticos y sociales, pero también por la limitada capacidad de la que disponemos.
La Unión Europea ha mostrado una vez más sus debilidades. El debate sobre la brújula estratégica, que debía aprobarse en marzo, parece ahora más necesario que nunca. Hace tan solo unas semanas la Comisión aprobaba un conjunto de acciones para promover la defensa común que la realidad obliga a revisar. Seguramente no podamos perder mucho más tiempo en debates. Tras una ola de pesimismo inicial, donde parecíamos resignados a aceptar una política de hechos consumados, los países europeos están reaccionando, pero deben tomar nota de las razones por las que estamos afrontando esta situación tan compleja y revisar nuestras capacidades de disuasión y respuesta.
En España la situación es lógicamente parecida. Estamos muy preocupados por lo que ocurre en Kiev, pero no somos capaces de ver que la realidad puede estar mucho más próxima. La retirada francesa de Mali o la situación en el norte de África nos acerca a una posible línea de frente.
Porque aquí también nos hemos olvidado de que es importante tener capacidad de disuasión que requiere medios y sobre todo voluntad. No es una digresión, pero el reciente anuario IDS de la industria de defensa muestra claramente donde hemos volcado el esfuerzo en términos materiales. Es una magnífica foto de la industria nacional, que goza de buena salud, pero en la que el peso del sector que proporciona vehículos de combate o municiones apenas llega al 5% del total.
Hace 20 años el profesor Sanchez Ron aventuraba, en una estupenda obra, que el futuro es un país tranquilo. Hoy no lo parece. Pero la situación debe ser un revulsivo para nuestras sociedades que se han olvidado de que la base del bienestar está en nuestra propia capacidad y determinación para defendernos, aunque cueste esfuerzo y sudor para evitar la sangre y las lágrimas. La clase política debe asumir el liderazgo y estar a la altura de las circunstancias. Por el bien de todos.