Los desafíos (internos) de la OTAN y la defensa europea
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Los desafíos (internos) de la OTAN y la defensa europea

España podría jugar un papel más importante en este incierto escenario si consolida el presupuesto y mejora su estructura
Cumbre de la OTAN en Washington
Cumbre de la OTAN en Washington. Foto: OTAN
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Interesante cumbre en un momento complejo. La recién finalizada cumbre de la Alianza Atlántica marca el 75 aniversario de la organización defensiva más longeva de la historia, reforzada ahora en cantidad por la incorporación de Suecia como nuevo miembro. Significa también la reafirmación, sin apenas diferencias entre sus miembros, de su valor como pilar de la defensa occidental.

El comunicado final ratifica la necesidad de contar con esquemas defensivos sólidos para afrontar los desafíos, que ya van siendo clásicos, a los que nos enfrentamos. La necesidad de reforzar las capacidades militares de la Alianza está muy presente. Se ha reiterado la necesidad de incidir en el esfuerzo en contribuciones, donde se continúa apelando al mantra del 2% de nivel de inversiones sobre PIB, y se recuerda que, “en muchos casos”, será necesario superarlo.

Interesante es la adopción del llamado industrial capacity expansion pledge. La Alianza reconoce su papel como regulador de estándares, prescriptor de requisitos y facilitador de adquisición de capacidades. Pero quiere ir más allá para racionalizar la demanda de acuerdo con lo que se determine en el proceso de planeamiento de capacidades, fomentar las adquisiciones en colaboración y favorecer la incorporación de tecnología. Es significativo el llamamiento a la necesidad de reducir barreras comerciales y financieras, así como la necesidad de atender a las cadenas de suministro. Ya el 2 de julio el NATO Innovation Fund y el BEI habían firmado un acuerdo de colaboración para facilitar las inversiones en proyectos de defensa. En cuanto a las cadenas de suministro, en la ministerial de junio se había aprobado una hoja de ruta específica dirigida a garantizar la disponibilidad de materias primas y componentes esenciales.

También se asegura que la cooperación transatlántica y la necesidad de contar con una UE más capaz en materia de defensa son factores esenciales. Como la Alianza reconoce, tanto la continuidad en el esfuerzo económico como la colaboración para proporcionar las capacidades militares necesarias, dependen de la voluntad de los países. Surge entonces la cuestión de si es precisamente ahí donde radica nuestro punto más débil. Especialmente ante el horizonte de las presidenciales norteamericanas y tras el resultado de las elecciones al Parlamento europeo.

Mientras que la defensa europea sea una "cacofonía de voces", como la califican algunos analistas, Europa no puede prescindir de la OTAN. Buena parte de los centros de análisis estratégico, señalan que la principal amenaza que afronta la Alianza está en su interior. El comunicado final de la cumbre de Washington presta especial atención a este problema de la resiliencia social. Quizás esto sea más evidente a nivel europeo por la desconexión entre sociedades y dirigentes políticos que es cada vez más notoria. El promedio de participación en las últimas europeas ha sido del 51%. Un promedio que sube gracias a los índices de Bélgica, Luxemburgo y Malta y que sería inferior si no contabilizamos esos tres casos. En España la participación ha sido del 49%, casi 12 puntos menos que en 2009. Con ese nivel de interés por la política comunitaria, difícilmente se podrá implicar a los ciudadanos europeos en la defensa común.

La defensa europea

Pero siendo esto significativo, aparece un nuevo factor. A nivel global populares, socialistas y liberales europeos han conseguido salvar su mayoría. Sin embargo, las lecturas del resultado electoral en clave interna, como se ha hecho en Francia, no permiten ser optimistas en que los acuerdos entre corrientes políticas se materialicen en acuerdos entre países que son los que mantienen la responsabilidad de construir, o no, una Europa de la defensa más fuerte.

El esfuerzo en la construcción de la Defensa común, que tras el Brexit se había relanzado, está ahora en duda. Ucrania y otras crisis recomendarían más unidad. El resultado no parece que vaya a ir en esa línea. La gira del presidente de turno del Consejo es solo un botón de muestra. La idea de más Europa y más colaboración en defensa iniciada hace una década, y que ha favorecido la colaboración industrial, está en duda. Las reticencias de algunos países pueden aumentar, y afectarían a la continuidad de las medidas de impulso a la colaboración. Von der Leyen ha afirmado que la defensa europea necesita un nivel de inversiones de 500.000 millones de euros para los próximos 10 años, aunque ya ha habido voces que han advertido que esa afirmación no se basa en un estudio serio consensuado entre los estados miembros.

La relación entre Francia y Alemania, que tradicionalmente había sido el eje de la construcción de la defensa europea, ya estaba atravesando dificultades. Los resultados electorales en el interior de ambos países previsiblemente marcarán el rumbo de su colaboración bilateral, en un escenario donde las posiciones de ambos podrían ser menos europeístas. Quizás sea la hora de Italia que ha mantenido posiciones más pragmáticas, con un peso internacional que es relativamente importante, con una industria de defensa que está bien posicionada y que juega sus bazas sin prejuicios.

¿Y España?

En ese escenario europeo España podría jugar un papel más importante, si nuestras refriegas internas nos dejan mirar hacia afuera. A nivel interno cierto es que hay un despertar del valor de la defensa y en especial del papel que la industria de defensa puede jugar como tractor económico. Precisamente con ese título, en unas recientes jornadas organizadas por UGT uno de sus dirigentes afirmaba que la clase política española, especialmente desde la izquierda, debería reconsiderar su visión sobre el papel de la defensa y propiciar el debate social sobre su necesidad y sobre la aportación del sector a la economía nacional, no solo por su capacidad de generar puestos de trabajo si no por su capacidad de generar tecnología avanzada para las Fuerzas Armadas que revierte en beneficio de la sociedad.

Occidente, Europa y también España afrontan conflictos de desgaste en los que las dimensiones económica, social, demográfica e industrial adquieren una especial relevancia. El aumento de las inversiones es una cuestión necesaria pero no suficiente. No basta sólo con echar más carbón a la caldera. Lo primero es contar con presupuesto. Lo segundo es adaptar las organizaciones a las nuevas circunstancias. Necesitamos agilidad en la respuesta industrial, como también recuerda la OTAN. También necesitamos contar con una administración ágil, que no cree barreras innecesarias, y que tenga capacidad de gestión.

La necesaria rapidez en la incorporación de la tecnología obliga a una mayor conexión entre la determinación de las necesidades operativas y las capacidades industriales como los líderes aliados reconocen. Esto es especialmente importante si nos enfrentamos a ritmos de consumo que obligan a reponer de forma rápida y continuada las necesidades que requieren las operaciones actuales. Los actuales procesos de adquisiciones pueden ser incompatibles con la realidad que vivimos. Hace falta cambiar la cultura en un marco general de colaboración, corresponsabilidad y lealtad mutua, como se está pidiendo a la industria desde el Ministerio de Defensa. En ese marco general el Estado tiene un papel importante como facilitador, regulador y supervisor de la actividad industrial a lo largo de toda la cadena de valor. Son funciones que no puede delegar pero que no necesariamente implican una intervención directa en cuestiones empresariales. La vigilancia del papel que juegan las pymes en los programas es especialmente importante si se quiere que las inversiones que canalizan los grandes contratistas produzcan verdaderos efectos tractores.

Occidente, Europa y también España necesitan dirigentes políticos con capacidad de liderazgo que sean capaces de conectar con las sociedades a las que piden el esfuerzo de contribuir a su defensa. En el escenario estratégico que dibuja el comunicado final de la cumbre de Washington y en el complejo horizonte que se avecina, para profundizar en la construcción de la defensa europea, España tendrá que jugar un papel. Su relevancia dependerá de lo que queramos hacer y de que arreglemos nuestra casa.




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