A pocos días de la próxima feria de Eurosatory, la más importante de armamento terrestre en Europa, resulta oportuno, a la luz de la guerra en Ucrania y la amenaza rusa, analizar cuál es el estado de nuestros ejércitos en cuanto al dominio de la movilidad terrestre ante una eventual conflagración bélica con Rusia y de la capacidad industrial para dar respuesta a este reto.
Parafraseando a algún teórico de la guerra, podemos afirmar que las batallas las lucha la Infantería, las gana la logística, pero las guerras las ganan las industrias. Lo pudimos ver en Alemania entre 1939 y 1941, gracias al esfuerzo industrial alemán iniciado en 1934 y en el caso de los Aliados a partir de 1943, gracias al impulso industrial desde 1939, especialmente en Estados Unidos.
Desde que Putin accedió al gobierno, ha puesto un enorme empeño en modernizar su industria militar, reorganizando su estructura e iniciando programas de armamento de nuevas generaciones. Hoy podemos indicar que estos dos procesos, aunque se iniciaron hace unos veinte años, estaban muy lejos de culminarse cuando Rusia decidió invadir Ucrania. El cálculo de Moscú a comienzos de 2022 era que bastaría con una enorme presión militar sobre la débil Ucrania para que esta se rindiera, sin necesidad de exponer el escaso material moderno del que disponía en ese momento. La corrupción endémica y la escasez de talento en las industrias para abordar nuevos programas han dilatado mucho los plazos de lanzamiento y entregas de nuevos programas que apenas se encuentran en fases de prototipos y pruebas, generando grandes dudas sobre su potencialidad real.
Europa entre 1990 y 2015, se preparó militarmente para operaciones en el exterior, lejos de sus fronteras, con escasas necesidades de potencia de fuego y con amenazas de baja intensidad, desmontando una gran parte de su industria terrestre y de munición. Los programas aeronáuticos y navales absorbieron una enorme parte de los recursos presupuestarios, alrededor del 70% en los países europeos, pensando en términos supuestamente modernos de que el dominio del aire y del mar entregaría el de tierra.
Los ejércitos europeos, en casi todos los casos, a día de hoy todavía disponen de material rodante con más de cuarenta años en servicio. Solo con la anexión de Crimea por Rusia en 2014, comenzaron las preocupaciones por la amenaza rusa, que se concretaría en una acción ofensiva en febrero de 2022 para la ocupación de territorio ucraniano, en el más puro sentido de la guerra clásica. Este cambio de escenario obligó a reconfigurar todas las prioridades y a iniciar nuevos programas comenzando por los países de Europa del Este que sentían más cercana la amenaza. Incluso las plataformas más modernas como Bóxer, Centauro y VBCI ya acumulan unos quince años de operación en sus respectivos ejércitos y requieren de una profunda modernización o reemplazo.
En 1991, y como consecuencia del colapso de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, se firmó un Tratado de Reducción de Fuerzas Convencionales en Europa. Se pretendía reducir el número de plataformas desplegadas en el teatro de operaciones del centro y norte de Europa, para evitar una tentación agresora. Se determinó un límite máximo por contendiente de 20.000 carros de combate y 30.000 vehículos de combate. Hoy en día toda Europa dispone de 3.000 carros de combate y 8.000 vehículos blindados, muy por debajo del mínimo de seguridad planteado entonces cuando había desaparecido la gran amenaza. Si tenemos en cuenta las pérdidas sufridas por Rusia en la guerra de Ucrania, unos 2.000 carros y 5.000 vehículos blindados, en un conflicto menor ante un enemigo escasamente preparado, nos daremos cuenta del primer gap: nuestros ejércitos no están suficientemente dotados para disuadir a Rusia, y en caso de una guerra, para garantizar la victoria.
¿Por qué Rusia, a pesar de estas pérdidas, dispone todavía de una capacidad militar tan importante?; ¿por qué Europa no ha sido capaz de proveer suficiente armamento a Ucrania en estos dos años? Y por último, ¿cuál es el estado de los programa actuales y futuros y qué debe modificarse en ellos para disponer de una capacidad militar muy superior a la de Moscú, única manera de garantizar la paz y la seguridad ante un enemigo que dispone de más de 1.000 cabezas nucleares tácticas?
Rusia está sometida a un embargo muy restrictivo que apenas ha afectado a su industria militar ya que China le suministra numerosos equipos electrónicos y materiales indispensables para mantener la industria terrestre. Los ingresos de las ventas de petróleo a India con descuentos significativos, y la intermediación de compañías de Turquía, Emiratos Árabes y Hong Kong, le han permitido obtener las divisas necesarias para financiar las importaciones y obtener material crítico de carácter dual. Pero lo más relevante es que Rusia se haya sometida a una economía de guerra. Decenas de empresas de automoción, centenares de mecanizados y una enorme cantidad de industria auxiliar han sido militarizadas, de ahí que toda la economía rusa esté el servicio de la guerra en Ucrania, habiéndose decelerado enormemente la industria de automoción, ferroviaria y del acero.
Es cierto que durante 2023 el Ejército Ruso recibió una media de 125 carros al mes cuando perdía unos sesenta, para preparar la ofensiva de 2024, pero debemos señalar que el 80% de estas entregas son carros T-62 y T-55 modernizados, aunque siguen siendo tremendamente vulnerables por sus emisiones de gases, tamaño, escaso blindaje etc. Las reservas estratégicas de Rusia en carros, estimadas en unos 5.000 carros ha sido consumidas en un 50%. Es decir, Rusia a este ritmo no tendrá capacidad de modernizar más carros a final de año. Lo mismo ocurre con los vehículos de combate, en los que produce el doble de los que pierde, pero también un 70% son vehículos con más de cuarenta años. La modernización se centra en comunicaciones, blindaje, óptica y algunos de ellos llevan una protección anti dron, pero si Ucrania resiste un año, a este ritmo de pérdidas, Rusia estará casi desarmada en verano de 2025, de ahí el interés sobrevenido mostrado por Putin por un acuerdo rápido.
La factoría Uravalgonzavod, el mayor fabricante mundial de carros de combate, apenas ha sido capaz de entregar en estos dos años un centenar de carros nuevos Armata o vehículos de combate Terminator , debido a los problemas endémicos de la industria rusa. No parece que a corto plazo esta situación vaya a cambiar, por lo que el fracaso de esta ofensiva rusa, dejaría a las fuerzas ocupantes en una situación de extrema debilidad. Sin embargo, la producción de munición de 152 mm sigue a un ritmo enorme habiéndose multiplicado por cuatro en el último año, gracias a la concentración de la fabricación de munición en grandes calibres. Además, Corea del Norte ha militarizado las fábricas de munición con mano de obra casi esclava y ya ha entregado un millón de disparos de 152 mm. El gap ruso está en plataformas pero no parece que por munición vaya a perder la guerra.
La producción de computadores, equipos electrónicos y ópticos se incrementó en un 40% en 2023, gracias a las importaciones desde China. Turquía, hasta febrero de este año que Biden firmó una orden ejecutiva con nuevas restricciones para comerciar con Rusia a 93 entidades, 16 de ellas de Turquía, el mayor número después de Rusia, ha sido un proveedor importante de equipos denominados «claves para la industria militar», lo que ha provocado serias amenazas desde la OTAN.
China suministra equipos CNC, máquina herramienta, semiconductores, chips, y numerosos equipos auxiliares así como materia prima, todos esenciales para mantener la capacidad industrial rusa. De hecho, las importaciones de material sensible desde China se incrementaron en un 200% en 2023. Corea del Norte ha suministrado más de mil contenedores de material militar, 2,3 millones de disparos de 152 mm y 400.000 de 122 mm y decenas de misiles tácticos usados en Ucrania. A comienzos de la guerra diecinueve dark ships con material militar arribaron al puerto ruso de Vostochni desde Corea. El temor de Occidente es que el pago sea en tecnología nuclear y de misiles balísticos lo que pondría en serio peligro la seguridad mundial.
Existe un aspecto que se ha destacado mucho en estos dos años de guerra, la ausencia de la aviación de combate rusa sobre el espacio aéreo ucraniano. La principal causa es el tremendo retraso en los aviones de quinta generación, SU-34, y la escasez de equipos críticos para su desarrollo que tenían origen europeo. La razón de fondo es que Rusia quiere preservar intacta su aviación ante una eventual conflagración con otro país europeo o con la OTAN. Es decir, Rusia mantiene una flota operativa de unos 2.000 aviones de combate y este es un factor a tener en cuenta para dimensionar la amenaza futura.
Ucrania, era un país apenas sin ejército, con una industria militar que había sido descapitalizada por el embargo ruso. La ayuda europea en estos dos años se ha centrado también como en el caso ruso, en material en operación o cercano al retiro, aunque en los últimos meses esta tendencia se ha invertido con compras directas de material nuevo para Ucrania que serán muy relevantes en el caso del paquete de ayuda americana, aunque la industria americana no está preparada para acelerar mucho las entregas.
La industria europea de armamento terrestre estaba desmovilizada en 2020 con una cadena de suministro muy dimensionada para la escasez de pedidos de los últimos veinticinco años. Esta desmovilización ha supuesto la incapacidad de suministrar a Ucrania suficiente munición, especialmente de largo calibre, fundamental para el desarrollo de esta guerra. El mayor problema no está en los fabricantes sino en la cadena de suministro y de materias primas que ha costado mucho poner en marcha por el gran número de países afectados y la contracción de la oferta. Una vez más, se evidencia que la escasa autosuficiencia de la industria europea es su mayor hándicap, con alta dependencia de terceros países, muchos de ellos bajo influencia rusa o china.