Las recientes reestructuraciones en la industria europea de defensa
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Las recientes reestructuraciones en la industria europea de defensa

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Las recientes noticias, aparecidas en Infodefensa, sobre la fusión de las empresas Krauss-Maffei y Nexter y sobre los acuerdos alcanzados entre DCNS y Fincantieri sobre construcción de buques de superficie, ponen otra vez de manifiesto, tras el fracasado intento de fusión entre BAE Systems y EADS en 2012, las aspiraciones de las empresas europeas por alcanzar estructuras industriales más eficientes para el suministro de equipos y sistemas para las fuerzas armadas.

Esto es particularmente cierto en un sector donde se presume que las economías de escala son especialmente relevantes, lo que hace aconsejable que las empresas y estructuras industriales alcancen un mayor tamaño con el fin de apropiarse de dichas economías, y así evitar un sector excesivamente atomizado y poco eficiente. Estas economías se derivan de los costes fijos de la organización que deben repartirse entre las unidades producidas y comercializadas. Si el número de unidades es mayor, el coste medio por unidad (formado por la suma de los costes directos y los costes indirectos, que son los costes fijos divididos por el total de unidades producidas) tenderá a declinar, lográndose una producción más eficaz. Entre los costes fijos más importantes hay que citar los costes de investigación y desarrollo y las inversiones en medios de fabricación. Otros costes fijos también importantes están relacionados con la formación del personal o la venta del producto. Estas economías se generan también en los procesos de producción cuando se obtienen mayores descuentos al comprar más componentes para la fabricación, y cuando el aprendizaje del personal durante la fabricación permite introducir mejoras en la eficacia de los métodos de producción al disminuir tiempos de fabricación, aumentar la fiabilidad y reducirse los inputs necesarios.

Además, hay otros factores positivos asociados a un mayor tamaño. La complejidad de los sistemas de armas hace necesaria una cadena de suministro especializada que proporcione los subsistemas y equipos que precisan dichos sistemas. En este sentido, una mayor dimensión permite una mayor especialización de los activos industriales y una mayor capacidad para desarrollar y producir de forma eficiente aquellas partes que componen el sistema. El resultado final son productos con más prestaciones, mayor calidad, más competitivos y más atractivos en el mercado internacional.

Estas economías de escala son particularmente relevantes en el sector aeronáutico, lo que explica que las fusiones y reestructuraciones del sector se realizaran en las últimas décadas de forma temprana respecto a otros sectores como el naval y el de vehículos terrestres. Pero ahora parece que le toca el turno a estos últimos, debido posiblemente a la complejidad que han ganado en los últimos años y que ha puesto más de relieve las ventajas que aporta una mayor escala.

Si bien no se debe ignorar que también existen ‘deseconomías’ asociadas a una mayor dimensión, una buena gestión empresarial tiende a minimizar estas últimas y a favorecer las anteriores, siendo claramente positivo el saldo neto entre economías y ‘deseconomías’ en muchos sectores industriales donde se puede observar cómo unas pocas empresas grandes, pero más eficientes, poseen una cuota del sector muy elevada (véanse, por ejemplo, los casos de la automoción y de la producción de fármacos).

En este contexto, la Unión Europea ve con preocupación el menor tamaño de las industrias de defensa europeas frente a las norteamericanas, pues se piensa que su menor tamaño las coloca en una posición de desventaja a la hora de competir en los mercados internacionales. Por esta razón es previsible que estas uniones empresariales sean vistas de forma favorable por la Comisión Europea y que sean autorizadas por la Dirección General de Competencia sin excesivos problemas.

Si bien las cuestiones de soberanía en materia de producción de material de defensa suelen poner coto a este tipo de reestructuraciones industriales, parece observarse, en los últimos años, una cierta tendencia a que los gobiernos concedan una mayor libertad a su industria para buscar y alcanzar acuerdos como fusiones, adquisiciones y joint ventures transnacionales cuando éstas tienen sentido desde el punto de vista económico. Esto se puede explicar por la citada complejidad de los sistemas militares, que hace más patente la necesidad de desarrollar estructuras organizativas más complejas para afrontarlos. En este marco, la formación de una cadena de suministro en cada proyecto para el desarrollo y producción del producto, a través del mecanismo de mercado, tiene un coste elevado frente a la constitución de acuerdos empresariales a largo plazo para suministrar conjuntamente un determinado equipo. Estos acuerdos proporcionan un marco de actuación estable, contribuyen a racionalizar las estructuras productivas reduciendo duplicidades y ayudan a reducir y distribuir los impredecibles e incuantificables riesgos que siempre tienen las adquisiciones en defensa. La necesidad de disponer de estas mayores estructuras industriales puede estar en la raíz de esta mayor permisividad gubernamental a la que posiblemente no sea ajeno el creciente desarrollo de la Política Común de Seguridad y Defensa, donde la confianza entre los gobiernos sobre estas materias es creciente.

En este contexto, la pregunta obligada es valorar en qué medida estos movimientos, y los que se produzcan en el futuro en esta materia, afectan, o van a afectar, a la industria española de defensa. Hacer este análisis, sin embargo, no resulta fácil, al no disponer de modelos del sector que nos permitan estimar los efectos en el medio y largo plazo de estos cambios o de reestructuraciones alternativas. Por lo tanto, estas valoraciones solo se pueden hacer de una forma un tanto general y están sujetas un tanto a la especulación.

Lo que parece evidente, por una parte, es que estas fusiones tienden a aumentar el desequilibrio, en términos de tamaño y dimensión, entre las empresas españolas y las europeas. Si estas consolidaciones industriales tienen éxito, es probable que las empresas españolas se encuentren en el medio plazo con competidores más duros en el mercado internacional a la hora de vender sus productos y servicios. Si bien el mercado internacional de productos de defensa no es un mercado totalmente libre y está condicionado por múltiples factores, entre los que la política exterior no desempeña un papel marginal, es probable que el peso de esta competencia se hiciera notar de una forma u otra sobre nuestra industria.

Por otra parte, y como hemos ya señalado, los nuevos sistemas de armas parecen reclamar estructuras organizativas más complejas, más especializadas, más flexibles, basadas en el conocimiento y en el dominio de tecnologías avanzadas para realizar las tareas complejas y no-rutinarias de los proyectos de defensa, todo ello en un marco cambiante, incierto y de riesgo. Estas estructuras organizativas superan ya, en muchos casos, las fronteras nacionales. En este marco se plantean nuevos interrogantes sobre qué estructura industrial es la más adecuada para un suministro eficiente, si esa estructura es sostenible en el largo plazo, dado el previsible futuro de la demanda en el sector, y cómo proceder para materializar la estructura que se vislumbra como la más apropiada.

En este sentido, conviene señalar que España ha hecho un gran esfuerzo por impulsar nuestra industria de defensa en las últimas décadas. Preservar estos activos nacionales y dotarles de continuidad parece una tarea que, ciertamente, incumbe a todos. Mantenerlos supone lograr acuerdos y alianzas industriales con otras empresas que, en muchos casos, cruzan nuestras fronteras para competir tanto en suministros nacionales como internacionales. Examinar cuál es el camino más apropiado para lograr estos fines requiere de estudios técnicos y análisis económicos que desbordan el alcance de este breve artículo de opinión, pero que deberían figurar con prioridad alta en la agenda de nuestra defensa. Esta cuestión requiere de la colaboración público-privada, dado que ambas partes conocen mejor tanto sus necesidades como sus capacidades. Los resultados de estos trabajos podrían arrojar luz sobre las líneas de acción que parecen más recomendables y permitir decisiones informadas sobre esta materia que, en el largo plazo, demostrarán ser realmente apropiadas.



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