No está claro que los cazas de quinta generación F-35 que Estados Unidos ya ha entregado teóricamente a Turquía acaben prestando servicio con la Fuerza Aérea de ese país. Estos dos primeros aviones, que Ankara recibió inusualmente sin publicidad el pasado junio, aún no han salido de territorio norteamericano, donde ahora deben emplearse para entrenar a los pilotos turcos que acabarán operándolos. Sin embargo, el Congreso estadounidenses está tratando de bloquear el envío al cliente final.
El acuerdo suscrito por Ankara con Rusia para el suministro de sistemas antiaéreos S-400 no gusta a los legisladores norteamericanos, ni tampoco en general al resto de socios de la OTAN, que llevan meses presionando para que la compra a Moscú no se haga efectiva.
Las represalias esgrimidas llegan al punto de que la Fuerza Aérea turca puede quedarse sin el caza de quinta generación, por mucho que el país sea un aliado de la OTAN y forme parte desde 1999 directamente del programa del F-35 junto a Estados Unidos (líder del proyecto), Australia, Canadá, Italia, Dinamarca, Gran Bretaña, Noruega y Países Bajos.
El último paso dado por el Congreso para impedir la operación pasa por retrasar la transferencia del F-35 en virtud de un compromiso alcanzado en la factura de gastos para el próximo año fiscal, de acuerdo con la información recogida por Bloomberg Government de boca del congresista Kay Granger. Este movimiento está relacionado con el proyecto de ley de gastos del Pentágono para el próximo año, que está previsto que sea considerado por ambas cámaras estadounidenses a finales de este mismo mes.
La exportadora rusa de material de defensa Rosoboronexport tiene previsto comenzar a entregar los sistemas de misiles S-400 antiaéreos a Turquía en 2019, como recogió Infodefensa.com el pasado agosto. Al mismo tiempo, el Gobierno estadounidense aún trata de presionar a Ankara para que encargue sus antimisiles a la norteamericana Raytheon, fabricante de los sistemas Patriot.