En Washington no sienta bien que Japón esté dispuesto a reducir su dependencia del armamento estadounidense. Con este trasfondo la Administración Trump está presionando a Tokio para que no participe en el programa del futuro sistema aéreo de combate Tempest liderado por Reino Unido. Japón siempre ha adquirido cazas desarrollados por Estados Unidos desde que terminó la segunda guerra mundial. El país está trabajando en la actualidad en su propio diseño de un aparato de quinta generación, denominado F-3, con la que sustituir a su actual flota de F-2, variante local del F-16 de Lockheed Martin.
Los planes señalados previamente por Tokio pasaban por liderar el desarrollo y la producción de su futuro caza F-3, pero sin descartar colaboración con socios de otros países, entre los que destacan la británica BAE Systems, que lidera el programa de caza de sexta generación Tempest, y las estadounidenses Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman. Ahora Tokio está considerando tres opciones: colaborar con BAE Systems en el Tempest, trabajar con Lockheed Martin, que es el fabricante de los aviones de combate de quinta generación F-22 y F-35, o desarrollar un avión propio. La decisión está previsto que se conozca el año que está a punto de comenzar.
De acuerdo con fuentes conocedoras del proceso citadas por el diario británico Financial Times, el Pentágono ha intensificado sus conversaciones con Japón para formar parte del proyecto ante la preocupación de que sus empresas pudieran quedar relegadas del proyecto japonés frente a BAE Systems.
Las autoridades japonesas pretenden introducir sus F-3 a partir de finales de la década de 2030. El cronograma previsto marca el arranque oficial del programa en 2020 (inicialmente lo tenía previsto hacer este mismo año, pero se ha quedado sin tiempo) y desarrollarlo durante unos 15 años.
De momento Japón ya cuenta con un primer prototipo de un futuro avión de combate furtivo, denominado X-2, que voló por primera vez en 2016. El prototipo ATD-X (Demostrador Tecnológico Avanzado Experimental) del X-2 fue presentado por Mitsubishi Heavy Industries (MHI) en el aeropuerto de Nagoya –en el centro del país–, en enero de 2016. Se trata del primer avión de combate furtivo (stealth) de origen japonés. De momento únicamente Estados Unidos, Rusia y China han desarrollado y volado aparatos de este tipo, al menos que haya trascendido. La propuesta japonesa mide 14,2 metros de longitud por 9,1 de envergadura.
El país lleva tiempo tratando de hacerse con cazas dotados de tecnología furtiva. En un primer momento se interesó por la adquisición de F-22 estadounidenses, pero esta compra no le fue permitida por EEUU, por lo que optó por la adquisición de aparatos F-35, de Lockheed Martin. Posteriormente, ante los continuos retrasos y aumentos de costes del F-35, llegó a plantearse, a principios de esta década, cancelar esta operación, como recogió entonces Infodefensa.com. Finalmente acabó adquiriendo estos aparatos, para producirlos incluso localmente, mientras desarrolla su propio modelo. A principios de este año transcendió la decisión de Tokio de dejar de fabricar en sus fábricas el avión estadounidense por los altos costes que le supone el proceso.
A la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF) le preocupa que la elección del proyecto británico acabe dificultando la interoperabilidad militar japonesa con la estadounidense y con otros aviones fabricados por estos últimos y que emplea Tokio, lo que podría entorpecer las operaciones conjuntas. Las fuentes manejadas por el citado diario económico británico añaden además que la elección de Reino Unido por Japón en este proyecto enfurecería al presidente de EEUU, Donald Trump.
Junto a Reino Unido, ya forman parte del programa Tempest Italia y Suecia. Distintas fuentes expertas coinciden en la conveniencia de que este proyecto se acabe aliando con el del futuro sistema de combate aéreo (FCAS) iniciado por Alemania, Reino Unido y España.