El rompehielos ARA Almirante Irízar (Q-5) de la Armada Argentina volvió a activar sus motores y a mover sus hélices este martes al zarpar desde el puerto de Buenos Aires, después de permanecer diez años inactivo por un incendio que supuso una inversión de cerca de 300 millones de dólares en reparaciones y costes de sustitución de infraestructura.
El buque partió desde el Complejo Industrial y Naval Argentino (Cinar), dependiente del Ministerio de Defensa, para realizar una "navegación de ajuste de propulsión" después de ser sometido a un proceso de reconstrucción y modernización que ha durado una década por culpa de la extensa burocracia y los malentendidos entre ministerios.
Durante el viaje se ajustarán sistemas, equipos y motores de propulsión y se verificará su calidad para evaluar su respuesta ante distintas situaciones. Según informó el Ministerio de Defensa en un comunicado, esto supone un paso "fundamental" en el proceso de las pruebas de “aceptación” de puerto, mar y hielo, lo que permitirá obtener la certificación final de la Det Norske Veritas (DNV) de Noruega, la calificadora internacional de buques.
Así, el buque podrá ser entregado a la fuerza naval antártica de la Armada Argentina y recuperar su función original.
Desde principios de 2010, el equipo de Talleres Navales Dársena Norte (Tandanor), un astillero y taller de reparaciones navales de propiedad estatal y de sus trabajadores, asumió el “compromiso” de devolverle el emblemático buque al Estado argentino, a quien pertenece desde finales de 1978, tres años después de que el Gobierno firmara un contrato con el astillero finlandés OY Wärtsilä, que se encargó de construirlo.
Según el Ministerio, el Almirante Irízar ha sido reconstruido en base a los requisitos que impone una “visión estratégica” sobre la presencia argentina en la Antártida, es decir, en cumplimiento de todas las normativas internacionales dirigidas a salvaguardar la vida humana en el mar y cuidar el medioambiente.
Con ese objetivo, el rompehielos atravesó en los últimos años un extenso proceso de “reconstrucción y modernización, a través del cual incorporó tecnología de última generación, duplicó su capacidad de transporte Gas Oil Antártico y aumentó la cantidad de espacio dedicado específicamente a la investigación científica en un 600%.
Todo ello ha costado 153 millones de dólares, a los que deben sumarse los otros 137 millones que ha supuesto el alquiler de buques de reemplazo en las campañas antárticas de la última década.
La tragedia que casi consume y envía al fondo del Atlántico al Almirante Irízar tuvo lugar el 22 de abril de 2007, cuando una cañería que transportaba gasoil tuvo una fuga y causó un incendio en la sala de generadores, desatando un feroz incendio que destruyó el 75% de su estructura.
En 2009, la reparación del buque fue adjudicada a la empresa española Sener, que se encargó de las obras con la colaboración de Tandanor. Durante los últimos años, se sucedieron las declaraciones de altos cargos del Gobierno y funcionarios implicados en el proceso sobre su inminente puesta en marcha. Sin embargo, los trámites burocráticos, los enfrentamientos entre ministerios y la demora de las reparaciones hicieron imposible su participación en las últimas campañas antárticas. Ni siquiera fue posible en la última, que finalizó hace apenas unas semanas, y en la que su ausencia, quizás, se notó más que nunca debido a que además de ser la primera liderada por el Ejecutivo de Mauricio Macri desde su llegada al poder en diciembre de 2015 fue la primera, también, que se realizó enteramente con medios propios, sin equipos internacionales.