El pasado 9 de septiembre, el anterior presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, presentó a la Comisión Europea, un informe sobre el futuro de la competitividad europea, donde realiza un análisis en profundidad del tema, establece una estrategia y propone una serie de recomendaciones. Como no podía ser de otra manera, el informe dedica un capítulo al sector de la defensa, especialmente importante dado el carácter innovador del sector al desarrollar tecnologías propias o aprovechar las tecnologías civiles para elaborar productos de defensa avanzados. En este artículo analizamos su contenido.
Este tipo de documentos, encargados por la propia Comisión, son importantes, pues ofrecen un conjunto de ideas y propuestas que suelen ser la referencia sobre la que se basarán sus futuras políticas, planes y normas en esta materia. Su análisis es importante para prever los escenarios que nos ofrece el porvenir y actuar de forma preventiva para adaptarse mejor a los mismos, tanto por parte de nuestra administración como de la industria, de forma que ayuden a alcanzar mejor los objetivos deseados.
El origen de este informe es el lento crecimiento observado en Europa desde el comienzo del siglo XXI, a pesar de las estrategias y medidas llevadas a cabo. Una lentitud especialmente pronunciada en el sector productivo. En un contexto internacional que ha cambiado significativamente, Europa encuentra mayores dificultades para vender sus bienes y servicios en el exterior, mientras que sus dependencias externas (v.g. materias primas, circuitos integrados) son vistas como potenciales vulnerabilidades. Además, Europa no está sacando el debido partido a la revolución digital y es débil en las tecnologías emergentes que gobernarán el crecimiento futuro, un crecimiento que no podrá sostenerse con una población en aumento, como ocurrió en el pasado. El informe muestra también las dificultades de Europa para invertir en I+D, y transformar la innovación en comercialización mientras que los obstáculos regulatorios y la carga administrativa existente acrecientan estas dificultades. Todo lo anterior condiciona el papel de Europa como actor internacional independiente.
Los problemas del sector de defensa
En el ámbito de defensa, Europa muestra problemas específicos importantes. En primer lugar, una industria fragmentada (en particular en el sector naval y terrestre). Esto hace que los actores nacionales operan en mercados relativamente pequeños y con una producción corta, lo que genera una excesiva duplicidad y superposición productiva. En este sentido, los Estados han sido incapaces o se han opuesto a la consolidación e integración de la base industrial de defensa, lo que hace difícil mejorar la eficiencia industrial al impedir una producción a gran escala, lo que también se traduce en productos sin normalizar y una menor interoperabilidad, lo que reduce su capacidad de actuar de manera conjunta. De hecho, las acciones encaminadas a realizar adquisiciones en colaboración son relativamente bajas. En segundo lugar, algunos Estados Miembro siguen comprando material de defensa en el exterior (léase los EE.UU., pero también Israel, Corea del Sur o Turquía) a pesar de que, a veces, existe material europeo con características similares.
En tercer lugar, la financiación de la industria en defensa resulta insuficiente para poder realizar las actividades de I+D e invertir en los sofisticados activos que precisa su producción. Esto se debe en parte a la escasez de gasto público, inferior al 2%, aunque está creciendo. Este problema se agrava en el caso de las PYMEs y las mid-caps, debido entre otras razones al cumplimiento del marco medioambiental, social y de gobierno (ESG en inglés) que los inversores suelen demandar, y a las restricciones sobre producción, venta y exportación, o acceso a la información, habituales en defensa, que impiden a los inversores estimar los retornos esperados para entrar en este sector.
En cuarto lugar, las políticas industriales están muy desagregadas, lo que se traduce en una menor coordinación y peores resultados. Esto se traduce en una falta de coordinación a nivel europeo, agregación de la demanda, estandarización, interoperabilidad, adquisiciones conjuntas, compra y mantenimiento o la compartición de recursos. Además, la dificultad de acordar políticas, planes y normas lentifica las adaptaciones que el nuevo contexto precisa. En este sentido, cualquier política industrial requiere sobre esta materia precisa acuerdos Comisión, Servicio de Acción Exterior y la EDA. Por último, se detecta una falta de personal especializado, a pesar de existir sinergias de conocimiento con otros sectores, probablemente por el rechazo de los jóvenes profesionales a los asuntos relacionados con lo militar. Todo lo anterior plantea importantes retos en materia de capacidades, conocimiento y ventaja tecnológica que logren garantizar la competitividad necesaria para disponer de capacidades militares en un marco actual de gastos de defensa crecientes dado el marco estratégico.
Recomendaciones
Para hacer frente a estos retos. El informe propone tres objetivos a alcanzar, de carácter general, para el sector: (1) expandir y desarrollar la Base Tecnológica e Industrial de la Defensa, (2) reforzar sus capacidades, disponibilidad, producción y eficiencia para ser más competitivo para lo que será necesario (3) reforzar el I+D en defensa. Estos objetivos se desglosan en diez recomendaciones que se recogen en el siguiente listado.
1. Implementar la Estrategia Europea de la industria de defensa (EDIS) y el EDIP
2. Agregar y harmonizar la demanda de defensa.
3. Desarrollar una política industrial a medio plazo.
4. Financiar el desarrollo de capacidades industriales a nivel europeo.
5. Mejorar el acceso a la financiación reduciendo restricciones.
6. Fomentar la compra de productos europeos frente a foráneos.
7. Garantizar que la política de competencia no impide la consolidación industrial.
8. Un I+D común y maximizar los efectos de desbordamiento.
9. Potenciar las competencias a nivel europeo en materia de política industrial.
10. Coordinar las compras a los EE.UU. cuando varios Estados tengan la misma necesidad.
El informe se complementa con algunas propuestas de carácter horizontal que son aplicables a todos los sectores, las cuales pretenden resolver los problemas identificados al comienzo, como acelerar la innovación, cerrar el diferencial en talento y habilidades, sostener la inversión, renovar la competición y reforzar la gobernanza.
Análisis
El informe examina y describe los problemas del sector de defensa bien conocidos desde hace bastante tiempo y que, sin embargo, no han podido solucionarse hasta el momento, al ser problemas de carácter general, que requieren de acciones conjuntas de los Estados Miembro que no se han llegado a ejecutar al no existir suficiente voluntad y capacidad de consenso.
Es verdad que, en muchos casos, las soluciones a nivel europeo ofrecen ventajas significativas, al menos en teoría, aunque en la práctica es la forma de implementar las soluciones a escala europea lo que realmente determina su utilidad, algo que ha dado buenos resultados en muchos casos, aunque en otros no siempre ha dado el resultado esperado, como se puede ver, por ejemplo, en las múltiples críticas sobre la efectividad del Programa Marco de Investigación de la Unión Europea.
Pero sí es cierto que el marco del suministro de los medios que precisa la defensa ha cambiado sustancialmente. Las adquisiciones de defensa son complejas para muchos sistemas que son críticos en el campo de operaciones, requieren grandes inversiones para su producción, tienen un plazo de maduración largo, y se benefician enormemente de las economías de escala, gama y aprendizaje. Esto requiere de una infraestructura industrial diferente a la que existe actualmente en Europa y que precisa cambios que son absolutamente necesarios si Europa desea tener un papel internacional significativo en el futuro. Las recomendaciones de Draghi van en ese sentido y hacerlas realidad sería realmente positivo para Europa.
Estas recomendaciones no obstante requieren un esfuerzo importante, ya que supone llegar a consensos y a acuerdos que no son fáciles de alcanzar cuando las visiones nacionales difieren, suponen modificar prioridades en favor de soluciones europeas, y hacer algún sacrificio. A la dificultad señalada, de alcanzar acuerdos importantes, que no sean de mínimos, se une, además, el carácter intergubernamental de la defensa, lo que dota a los Estados Miembro de una gran libertad para dar un apoyo escaso a estas recomendaciones e incluso no aplicarlas cuando sus políticas nacionales difieren, de alguna forma, de las supuestamente acordadas con los otros Estados Miembro. Y es que, en un asunto donde la soberanía nacional se considera un pilar fundamental, es difícil avanzar con la rapidez que las circunstancias demandan.
Conclusión
Hay que dar la bienvenida a este informe en la medida que resume y clarifica los problemas del sector y propone ideas importantes que convendría materializar. En un marco internacional donde Europa está perdiendo peso, es importante encontrar soluciones y aplicarlas para evitar un mayor quebranto. Se trata de una cuestión verdaderamente urgente. Ciertamente no seguir estas recomendaciones, iría en detrimento de una defensa europea y de la Política Común de Seguridad y Defensa. Un asunto sobre el que Europa necesita avanzar dada la situación geopolítica y estratégica actual.