La Marina Real británica (Royal Navy) está evaluando equipar con sistemas de lanzamiento y de recuperación de aviones sus dos portaaviones de la clase Queen Elizabeth. El plan persigue ampliar las capacidades de los buques para operar con un mayor tipo de modelos de aeronaves, tanto tripuladas como no tripuladas. El coronel Phil Kelly, jefe de Ataque de Portaaviones y Aviación Marítima dentro de la Dirección de Desarrollo de la Royal Navy, se reveló los detalles del proyecto el pasado 24 de mayo durante una conferencia de altos mandos militares que tuvo lugar en Farnborough, a 50 kilómetros al suroeste de Londres.
El coronel Kelly explicó que esta aspiración parte de un programa más amplio que explora el uso generalizado de aeronaves no tripuladas en toda la flota de superficie militar británica, y con un enfoque específico en la futura aviación de portaaviones, de acuerdo con la información recogida por Naval News.
Hace ahora dos años, el Ministerio de Defensa británico confirmó, a través de una pregunta parlamentaria, que los portaaviones de la clase Queen Elizabeth podrían ser equipados con catapultas “en los próximos años” para permitir el despegue de determinados aviones. En entonces responsable de adquisiciones de Defensa, Jeremy Quin, avanzó que estaba previsto que en los siguientes años se ampliase “la experimentación de sistemas aéreos no tripulados (UAS) con buques de la Royal Navy”, donde enmarcó la posibilidad de “incluir una serie de proyectos para considerar las capacidades de los UAS para los portaaviones de la clase Queen Elizabeth”. Entre ellos, añadió, se contemplan “UAS de ala fija”, y “los sistemas de lanzamiento y recuperación para estas capacidades pueden requerir evaluaciones que podrían incluir sistemas de catapulta”.
Pasar a STOL, después a STOBAR y finalmente CATOBAR
El coronel Kelly ha detallado ahora que una rama de la Futura Fuerza de Aviación Marítima (FMAF), denominada Project Ark Royal, está explorando vías para la incorporación gradual de los equipos necesarios para que los portaaviones puedan desplegar sistemas aéreos no tripulados y también aviones tripulados de ala fija. Textualmente, ha explicado, “estamos buscando pasar de STOVL [como es conocido el procedimiento de despegue corto y aterrizaje vertical que ahora siguen los aviones F-35B que ahora transportan estos portaaviones] a STOL [despegue y aterrizaje cortos], luego a STOBAR [despegue corto y recuperación por cable] y luego a CATOBAR [despegue asistido por catapulta y recuperación por cable]. Estamos buscando una progresión demostrable que distribuya el costo financiero y mejore gradualmente la capacidad”.
Para lograrlo, añade el citado medio, en primer lugar es preciso incrementar la longitud disponible para el lanzamiento de aeronaves no tripuladas sin lanzamiento. La primera prueba está previsto que tenga lugar en noviembre, en concreto con un dron Mojave con capacidad STOL, de la compañía estadounidense General Atomics, con una configuración al sistema MQ-9 Reaper que han adquirido las Fuerzas Armadas españolas, entre otras. Este aparato precisa al menos 300 pies de pista para despegar (algo más de 90 metros), si bien ya se trabaja en un diseño aplicado a los portaaviones que cuente con hasta 700 pies (más de 210 metros).
La siguiente fase pasa por incorporar un sistema de recuperación en los buques, con el que se podrá ayudar al apontaje del futuro UAS de ala fija y gran tamaño en el que trabaja la FMAF, y que es conocido como Vixen.
Finalmente, el plan contempla la incorporación de un sistema de lanzamiento asistido por catapultas, lo que, en palabras del coronel Kelly, “nos permitiría operar el avión más pesado que pueda imaginar”.
Solución descartada durante la construcción
La incorporación de catapultas y cables de frenado para el aterrizaje, como los que montan los portaaviones estadounidenses y el francés, ya se contempló durante la construcción de estos buques británicos de 280 metros de eslora, que entraron en servicio en 2017 (HMS Queen Elizabeth) y 2019 (HMS Prince of Wales). En 2010 llegó a anunciarse que el diseño de las naves sería revisado para adaptarlo a un sistema de catapultas, para el despegue, y cables de frenado, para el aterrizaje. De esta manera, los barcos estarían preparados para acoger aviones de combate F-35C, de mayores capacidades que el F-35B, de despegue corto y aterrizaje vertical (STVOL), previsto inicialmente.
Portaaviones HMS Queen Elizabeth. Foto. Royal Navy
Sin embargo, los cambios estaban generando un encarecimiento (se calculó en hasta 2.000 millones de libras más) y un retraso del programa que llevaron al Gobierno a volver a la versión inicial sin catapultas ni cables y con una rampa de proa con la que facilitar los despegues de la versión F-35B, que es la que finalmente se adoptó. La marcha atrás devino en un vergonzoso momento del desarrollo de los buques y levantó las críticas de la oposición al Gobierno del entonces primer ministro, David Cameron.
Vender el segundo buque
Gran Bretaña llegó a plantearse incluso la venta de la segunda de las naves, el HMS Prince of Wales, cuando todavía se encontraba en fase de construcción y a la vista de que, hace ahora diez años, los costes de los portaaviones ya se acercaban al doble de lo previsto (6.200 millones de libras frente a los 3.500 millones estimados originalmente cuando se proyectaron los buques en 2007.