Nayib Bukele, ¿estadista o dictador en formación
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Nayib Bukele, ¿estadista o dictador en formación

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Los últimos acontecimientos en el primer año de gobierno del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, sobre todo en sus acciones de combate al Covid-19, desde marzo hasta la fecha, han puesto a reflexionar a algunos analistas locales y a la comunidad internacional si se está frente a un estadista o ante un dictador en formación.

Bukele cumple su primer año de gestión el próximo 1 de junio, de un total de cinco (2019-2024) que establece como mandato presidencial la Constitución de El Salvador, sin alternativa de reelección consecutiva, como una cláusula pétrea de la Carta Magna salvadoreña.

El acontecimiento que levantó las luces de alarma sobre la actitud del presidente de 38 años fue haber utilizado a las Fuerzas Armadas en una evidente acción de amedrentamiento contra los diputados, el pasado 9 de febrero, cuando llenó de militares el salón de deliberaciones de los legisladores, conocido como Salón Azul.

El motivo: los diputados se niegan a aprobarle un préstamo con el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) por 109 millones de dólares para financiar la seguridad, tanto en proyectos para la Policía Nacional Civil (PNC) como para el Ministerio de Defensa, que también refuerza en tareas de seguridad a la PNC.

Se incluye en dicho crédito el equipamiento a la Fuerza Naval de un patrullero costero Metal Shark 85 Defiant, como parte de una cooperación del Comando Sur de los Estados Unidos (Southcom) con El Salvador y otras navales y guardacostas de la región donde los estadounidenses financian parte de las embarcaciones, nuevas de fábrica, y cada país favorecido auspicia con sus propios fondos parte también del costo de las unidades. Esto entre otros refuerzos de equipos militares y policiales.

Al final, las prioridades por la emergencia del Covid-19 fueron dejando en el tintero la aprobación de dicho empréstito y se desconoce en qué momento el Congreso salvadoreño (asamblea unicameral de 84 integrantes) vuelva a retomar el tema, pero la imagen de la presencia de militares sin justificación lógica ha quedado en la memoria, donde simpatizantes de Bukele justifican ese uso de las Fuerzas Armadas, bajo el argumento popular de que los diputados se merecen todo tipo de atropello o rechazo, debido a la baja popularidad que los partidos tradicionales han venido experimentado en El Salvador, al grado de que un completo outsider como Bukele haya triunfado de forma contundente en primera vuelta en las elecciones presidenciales de hace poco más de un año.

Pero más recientemente, a mediados de abril, en medio de la emergencia por el Covid-19, Bukele dijo abiertamente y sin tapujos que no acataría las sentencias de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) que le ordenaban velar por el respeto a los derechos humanos, el debido proceso y no extralimitarse con lo que la ley establece, al detener a ciudadanos que violaran la cuarentena domiciliar sin justificación y agregó, como siempre reacciona por Twitter, que cómo cinco personas (los cinco magistrados que forman dicho tribunal superior en materia constitucional) iban a decidir sobre la salud y vida de los salvadoreños.

De hecho, la Sala de lo Constitucional no le decía a Bukele que velar con medidas excepcionales por la salud y vida de los salvadoreños estuviera mal, debido a la emergencia por la pandemia, sino que lo debía hacer por medio de una ley especial que debía solicitar para aprobación por la Asamblea Legislativa, la cual, de hecho, ya fue aprobada por estos días que se publica este artículo y que estará vigente hasta aproximadamente el próximo 21 de mayo.

Coincidentemente, Bukele dejó de confrontar después de declaraciones del embajador estadounidense en San Salvador y de algunos congresistas del mismo país que expresaron, hace pocos días, su preocupación por las actitudes del presidente salvadoreño.

Quizás lo que el presidente Bukele olvida, como muchos de sus seguidores, es que indiferentemente de que los partidos tradicionales hayan decepcionado a la mayoría de la población estos siguen siendo parte del Órgano Legislativo, donde se legisla por medio de diálogos y consensos y no con amedrentamientos con militares o tuiteando sobre sospechas de contagio en el pleno legislativo, tal como hizo Bukele el pasado 23 de abril, el mismo día que se superó un veto presidencial que beneficiaba al personal médico que atiende la pandemia, y que provocó el cierre de la sesión por la alarma provocada por el tuit del presidente, pero cuyo señalamiento nunca se supo en qué se había basado.

Bukele y sus simpatizantes también olvidan que El Salvador es una democracia y una república, donde el poder político se ejerce por medio de tres Órganos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, por lo que el presidente no ostenta un poder absoluto ni lo debe ostentar por ningún motivo, pues ese equilibrio de poderes ejerce pesos y contrapesos, evita excesos y arbitrariedades.

Ahora, el próximo capítulo de esta era de la historia salvadoreña son las elecciones legislativas y municipales del próximo año, en febrero, donde algunos analistas anticipan que el partido del presidente Bukele, Nuevas Ideas, puede ganar mayoría en el Congreso, al grado, tal vez, hasta de obtener mayoría simple de 43 votos, la mitad más uno del pleno de 84 diputados, lo cual no se veía desde la Aplanadora Verde, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), en los 80 del siglo pasado, con el entonces presidente, José Napoleón Duarte (1984-1989).

Si ocurre así, ¿recordará Bukele y esa posible Asamblea Legislativa que El Salvador es una república y debe haber equilibrio de poderes? Lamentablemente, la historia reciente de Latinoamérica ha demostrado que nadie lo recuerda al alcanzar tal acumulación de poder.



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