Brexit: efectos para la UE en Seguridad y Defensa y su relación con la OTAN
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Brexit: efectos para la UE en Seguridad y Defensa y su relación con la OTAN

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(Especial CEEAG para Infodefensa) El parlamento del Reino Unido confirmó y estableció fechas para la ejecución del denominado Brexit, motivo por el cual, junto con la Unión Europea preparan su inminente salida del bloque. Mucho se ha escrito sobre los posibles efectos económicos, al mercado laboral, financiero, entre otros. Hay una dimensión importante que convoca la atención del Observatorio CEEAG: los efectos en la seguridad y defensa para Europa.

Muchos argumentan, erradamente, que los posibles efectos serán contenidos dentro de la OTAN, por lo que es importante comenzar argumentando que la U.E. y la OTAN son organizaciones que han coexistido de manera muy pragmática, pero nada garantiza que se mantenga así. Hoy la organización de defensa se encuentra en una encrucijada que, muy probablemente, determinará su futuro próximo. Más aún, la relación que Reino Unido mantenga con el continente en materia de defensa será clave para la alianza nor atlántica.

La OTAN es una alianza que se formó a raíz de la Segunda Guerra Mundial cuando EE.UU. y sus aliados intentaron contrarrestar la creciente influencia de la Unión Soviética en Europa y otras partes del mundo. Con el fin de la URSS, esta organización adaptó su misión en garantizar la libertad y la seguridad de sus países miembros por medios políticos y militares.

Este informe se encarga de monitorear y analizar los asuntos relacionados con Conflictos internacionales, Cooperación Internacional, Derecho Internacional y Ciencias Militares.

En consecuencia el escenario en que Reino Unido se aleja de la U.E, es muy distinto al que existía cuando ingresó. Frente al unimultipolarismo desarrollado en la post Guerra Fría, hoy el mundo es testigo de cómo se comienza a formar un nuevo orden multipolar. En este nuevo orden deberá coexistir un EE.UU que es militarmente mucho más poderoso que cualquier otro país del mundo donde, si bien su potencial garantiza la seguridad nacional, es muy inferior como para poder controlar la seguridad y defensa mundial. Frente a dicha paradoja EE.UU. deberá negociar y no imponer a otras potencias como China, que es potencia nuclear, económica y demográfica y Rusia, la que aunque ya no sea la URSS, conserva la capacidad nuclear para destruir y amenazar la paz de la región. Junto con lo anterior, deberá aprender a coexistir con los intereses de potencias regionales o medianas, donde el factor nuclear será clave.

La naturaleza profunda de este nuevo orden es inédita ya que, a diferencia de lo que conocimos en el siglo XX, no se fundamenta en ideologías, si no que se funda en una visión realista y no idealista del poder, donde tanto China como EE.UU. preferirían no tener limitaciones para poder ejercerlo. Para la principal potencia mundial la tesis de la "amenaza china", cuyos orígenes se remontan a los años 90, se ha plasmado con claridad en la Doctrina de Seguridad Nacional del presidente Trump, difundida el año 2018. China ha sido definida, junto a Rusia, como "potencias rivales que tratan de desafiar la influencia y los valores norteamericanos". Se trata de un cambio categórico respecto a la visión de administraciones previas, tanto demócratas como republicanas.

Ante este panorama, el problema del resto de los actores internacionales será ser capaces de reaccionar a una realidad que les presenta el inminente riesgo de, frente a tanto poder, volverse indiferentes.

El gasto en defensa

Si bien el poder nuclear será clave para la dinámica en que se relacionaran los actores dentro del sistema, para poder mantenerse en espacios de acción será importante mantener un adecuado nivel tradicional de defensa. Los próximos años veremos un aumento en los gastos de defensa entre el binomio China - EE.UU, que podrá arrastrar a las potencias regionales o medianas que pretendan continuar siendo actores de alguna importancia en el concierto mundial.

En esta línea de acción, la política de defensa de la Unión Europea, está basada en una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) que se encuentra sujeta a procedimientos y mecanismos establecidos y una Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión (PCSD), elaborada por el Consejo Europeo que cumple la función de definir las líneas y objetivos estratégicos, bajo el control y supervisión del Parlamento Europeo. El gasto real en defensa se encuentra, si bien liderado por EE.UU. secundado solo por China quien posee proyecciones de poder equiparar su gasto al de Washington en los próximos diez años.

Sin duda, el gasto en defensa de la Unión Europea será de una relevancia menor para el papel que pretenden desarrollar como potencia colectiva de carácter mediana, ya que la salida del R. U. implica la disminución de aproximadamente el 35% del presupuesto asignado a la defensa en el bloque. Lo anterior necesariamente requerirá de un aumento del aporte en relación al PIB que cada uno de sus integrantes realiza, como lo viene planteando el presidente Trump.

Europa hoy ejerce poco poder sobre el resto del mundo y como tal no representa una amenaza para nadie. Las amenazas que hoy enfrenta están ligadas a los polos de tensión generadas en sus fronteras sur y oeste. Su frontera sur, los enfrenta a una demanda migratoria creciente con profundas diferencias religiosas y culturales. Estados fallidos, sistemas totalitarios y noveles democracias. La frontera Este determinada por los intereses rusos y la creciente dependencia energética europea.

Alejamiento EEUU & UE

En el marco de la relación U.E. – EE.UU. es evidente que los objetivos estratégicos entre la Europa continental y Washington han dejado de ser coincidentes. El dilema europeo es que para EE.UU. hoy las amenazas no se encuentran en las fronteras de Europa. Lo que ocurre en China, Corea del Norte y Medio Oriente (por Oriente Próximo), pareciese tener prioridad en su agenda.

Hoy los actores internacionales con capacidad real de amenazar la seguridad han cambiado en cantidad y han vuelto a poner la variable nuclear en el balance de la defensa mundial.

Es en dicha lógica que el presidente Trump, consistente con su política de America First, ha expresado que ni el costo que le supone la OTAN, ni los tratados de control de armas nucleares nacidos en la post guerra fría, que tanto acomodan a los intereses de la Europa continental, se adecúan al nuevo panorama internacional ni a sus intereses nacionales.

Es muy probable que los tratados de control de armas nucleares, que contienen a Rusia y que tanto acomodan a Europa serán parte del pasado. Sin EE.UU. en ellos Rusia no participará y sin China, EE.UU. tampoco lo hará. En febrero del 2019, los americanos se retiraron del Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias (INF por siglas en ingles). El nuevo START firmado entre Obama y Medvérev que suponía continuar avanzando en desarme, finaliza el 2021 y no hay indicios que ninguno de los dos países busque continuar.

La mayoría de los países de la U.E. presentan espacios importantes para alcanzar el 2% del PIB planteado por EE.UU, pero puede que no sea suficiente.

La situación en la OTAN hoy es compleja, de ganar las elecciones el presidente Trump, cuatro años más de su política europea y tensa relación con la OTAN, podría terminar transformándolo en un exitoso recuerdo del siglo XX.

EE.UU. representa casi el 70% del financiamiento frente a todo el resto de los países miembros. Según la OTAN, en su declaración de gastos en defensa 2012-2019, establece que el año 2018 EE.UU. desembolso US$642 bill, frente a los países OTAN incluido Canadá que aportó con US$288 bill. El año 2019 la relación se fijó en US$ 685bill frente a US$ 299 bill.

Sin la OTAN o sin EE.UU. en la OTAN, la seguridad y defensa europea se verá obligada a mantener una autonomía estratégica y para ello será determinante la forma en que se relacione con el Reino Unido.

De espaldas a Europa

Históricamente, el Reino Unido ha mirado con cierta distancia a la Europa continental. Esta distancia es esencialmente práctica, heredado de la naturaleza protestante y liberal anglosajona.

Los británicos han tenido una consistente estrategia de alejarse de la contingencia europea e intervenir únicamente cuando lo ha estimado necesario para su seguridad. Con ello ha buscado mantener un equilibrio de poder que permita contener amenazas a su soberanía.

En esta nueva Unión Europea, Francia aparece como el líder militar indiscutido en función, por una parte de ser la única potencia nuclear al interior del bloque, sumado al histórico papel que cumplió en el desarrollo de medidas de confianza mutua en el siglo pasado, estableciendo alianzas militares, creando fuerzas combinadas binacionales y multinacionales con los principales países europeos continentales. Por su parte la relación militar con el Reino Unido, no solo se resumirá a sus intercambios en el marco de la OTAN, sino que se verá influida especialmente por el alto grado integración de la industria de defensa que es uno de los elementos que se deberán considerar para la relación post Brexit.

En materia de seguridad y defensa europea, su principal desafío a corto plazo será establecer una política con una Rusia, que aumenta permanentemente la dependencia energética europea y a su vez anuncia la construcción de un nuevo misil nuclear de mediano alcance (Novator 9M729) que le permite un rápido ataque nuclear a la Europa continental. En la cumbre de diciembre pasado en Londres, la OTAN estableció claramente que “las acciones agresivas de Rusia, constituyen una amenaza a la seguridad euro-atlántica.”. Con ello se puede evidenciar que, en su mayoría, los miembros de la OTAN continúan viendo a Rusia como su principal amenaza y por extensión a EE.UU. como su principal protector y aliado. Lo anterior en desmedro del liderazgo francés que ha abogado por una estrategia de acercamiento U.E.- Moscú.

Lo que deberán estarse preguntando hoy en la comunidad es ¿Cómo crear autonomía estratégica en materia de defensa en un mundo donde ya no tienen poder de decisión sobre lo militar?

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