Es necesario comenzar esta reflexión poniendo en valor el nivel de entrega individual y colectivo puesto de manifiesto por los componentes de nuestras Fuerzas Armadas, tanto durante el desarrollo de las actuaciones de emergencia en las que se hallan inmersos, como en la tarea eficazmente desempeñada durante los veinte años que duró la misión en Afganistán.
Por otra parte, es bueno dar la bienvenida a la recuperación del contacto con la Administración estadounidense para autorizar la presencia temporal de personal afgano en las bases de Rota y Morón en cumplimiento del Convenio de Defensa entre España y Estados Unidos. La Administración estadounidense ha actuado en rigurosa coherencia con dicho convenio, que en su artículo 2.2. determina que "a tal fin, España concede a los Estados Unidos de América el uso de instalaciones de apoyo y otorga autorizaciones de uso en el territorio, mar territorial y espacio aéreo españoles para objetivos dentro del ámbito bilateral o multilateral de este convenio. Cualquier uso que vaya más allá de estos objetivos exigirá la autorización previa del Gobierno español". Y es esta autorización la que el presidente Joe Biden ha recabado y oportuna y acertadamente recibido de nuestro Gobierno.
De cara al futuro, es necesario proponer un análisis profundo con nuestros aliados de la OTAN para extraer lecciones aprendidas sobre el curso seguido por esta crisis y mantener el impulso de cooperación con la Alianza en los principios establecidos en el Preámbulo de su Tratado fundacional, firmado en Washington el 4 de abril de 1949, según el cual "las Partes de este Tratado reafirman su fe en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y su deseo de vivir en paz con todos los pueblos y todos los Gobiernos. Decididos a salvaguardar la libertad, la herencia común y la civilización de sus pueblos, basados en los principios de la democracia, las libertades individuales y el imperio de la ley. Deseosos de promover la estabilidad y el bienestar en la zona del Atlántico Norte. Resueltos a unir sus esfuerzos para la defensa colectiva y la conservación de la paz y la seguridad. Acuerdan, en consecuencia, este Tratado del Atlántico Norte".
La próxima cumbre a mantener en Madrid el próximo año será una ocasión excelente para profundizar en este análisis y ratificar nuestro compromiso de defensa colectiva de los valores que compartimos en el entorno político cultural de occidente.
Por último, a pesar de la desafortunada expresión del Alto Representante para la Política Exterior y la Seguridad Común de la Unión Europea, Josep Borrell, al inicio de la crisis diciendo que los talibán “habían ganado la guerra y había que entenderse con ellos”, es preciso poner en cuestión dicho entendimiento condicionándolo a la evolución de las actuaciones del Gobierno talibán, como ha matizado, acertadamente, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen.
Sí fue absolutamente pertinente, en mi opinión, y será preciso volver sobre ella, la referencia de Borrell a una mayor implicación de la UE en la resolución de estas crisis incrementando la autonomía estratégica de los países de la Unión, para la que, una vez más, se ha puesto de manifiesto la excesiva dependencia de la misma de las decisiones que unilateralmente adopten los Estados Unidos de Norteamérica en defensa de sus legítimos intereses.
Para acometer con cierta coherencia y rigor el análisis de esta mayor implicación de la Unión Europea orientada hacia su autonomía estratégica, el Alto Representante introdujo en el debate un argumento que viene planteándose en la Unión Europea por un plazo de tiempo, a mi juicio, demasiado prolongado. Se trata del debate sobre la conveniencia y posibilidad de disponer de una organización defensiva propia, acordada por los países miembros y que convierta en más rentables los, hasta el momento, escasos esfuerzos asumidos de manera individual por la mayor parte de dichos países miembros en el ámbito de la defensa.
En lo que concierne a nuestra nación, conocido es que nos encontramos entre los países de la Alianza Atlántica con un menor porcentaje de inversión en defensa con respecto a nuestro Producto Interior Bruto. Por debajo del 1%. Quizás sea el momento de que asumamos con realismo y sin falsas ingenuidades la necesidad de actualizar al alza este componente de nuestro gasto público, al objeto de respaldar a nuestras Fuerzas Armadas de las que no nos cansamos de alabar su entrega, dedicación y alto grado de profesionalidad. Me alegro mucho de escuchar estas alabanzas y reconocimientos que considero extraordinariamente merecidos, especialmente teniendo en cuenta la precariedad con la que, en no pocas ocasiones, desempeñan sus cometidos sin emitir jamás una queja. Todo por el bien del servicio y el cumplimiento de la misión. Estos reconocimientos, que creo sinceros, aunque esporádicos, deberían verse acompañados de una mayor inversión en sus necesidades, de cara a mejorar su equipamiento y el mantenimiento del mismo en aras de su seguridad y por qué no, las retribuciones de su personal, que compensasen y aliviasen los sacrificios asumidos no sólo por los profesionales sino, consecuentemente, también por sus familias.
De la seguridad de todos ellos y de los medios que les proporcionemos para asegurarla y de esa manera garantizar la de todos nosotros, depende nuestro estado de bienestar y el futuro de nuestra sociedad.