ISBN: 978-84-15832-21-8
Año de publicación: 2014-04-28 10:00:00
Introducción del libro:
La crisis de Ucrania y la guerra en Siria, por mencionar solo alguno de los conflictos armados de hoy en día, dan más relevancia aun si cabe a la necesidad de este libro. Es un clásico, escrito en 1993, pero tan actual e imprescindible para entender lo que ocurre estos días que debería ser libro de referencia en escuelas y universidades.
De aquí el acierto de la editorial Turner de reimprimirlo con traducción de Francisco Martín. También hay que destacar que su validez no solo está basada en el riguroso estudio y documentación del fenómeno de la guerra, sino también por la clarividencia que tiene el análisis del autor, John Keegan, un inglés considerado como el historiador militar más destacado de todas los tiempos.
En una ocasión le preguntaron si era pacifista: “Al 95 por ciento”, contestó. En el libro, en el que intenta dar respuesta a la interrogante de “¿Qué es la guerra?”, explica el origen y evolución de la guerra, el cambio de su naturaleza y su gestión. Se preocupa, especialmente, por las raíces culturales de la guerra, preguntándose “por qué luchan los hombres.
En este sentido, sostiene que el conflicto militar era un ritual cultural desde el cual la noción moderna de guerra total, como fue la Primer Guerra Mundial ha surgido como una aberración. Señala que la guerra primitiva, aunque parezca mentira, estable limites y restricciones (sobre sus actores o sus formas) mientras que la actual, que denomina modalidad occidental de hacer la guerra” ha dado mala fama a la moderación y el autodominio.
“El hombre que hace la guerra, como muestran los primitivos, tienen capacidad para limitar la naturaleza y los efectos de sus actos”.
Sin embargo, el problema se agudiza con el concepto de guerra de Clasuewitz que entiende la guerra como simple política “por otros medios”, es decir perfectamente aceptable y viable con la convivencia de una sociedad moderna y altamente evolucionado, supuestamente más pacífica.
“Es triunfo del modo occidental de hacer la guerra –dice-, fue un error. Resultó irreristible contra otras culturas militares, per, vuelto contra sí, acarreo grandes desastres con visos de catástrofe (…). La política debe continuar, la guerra no”.
Aunque parezca contradictorio, Keegan subraya que aunque el hombre debe poner fin a la guerra, ello no quiere decir que haya acabado el papel del guerrero. “La comunidad mundial necesita más que nunca guerrero hábiles y disciplinados, dispuestos a subordinarse a la autoridad. Unos guerreros que puedan considerarse, en rigor, protectores y no enemigos de la civilización”.