ISBN: 978-84-16714-03-2
Año de publicación: 2017-05-29 00:00:00
Introducción del libro:
En este mundo sin héroes y que busca huir de la muerte como destino, Carlos García Gual, catedrático de Filología griega de la Universidad Complutense de Madrid, nos invita a hacer un recorrido por la mitología clásica recopilando los finales (trágicos, dramáticos, absurdos, azarosos) de los principales héroes y heroínas de nuestra historia. En su instrucción, el dos veces premiado con el Premio Nacional de Traducción, nos recuerda que la muerte no es ningún premio. “Es –dice- el destino fatal de la efímera condición humana. (La inmortalidad es privilegio de los dioses, “los que existen para siempre”). En su decisión de afrontar la muerte destella, justamente, la grandeza anímica del héroe”. Explica para aquellos que no comprenden o no quiere entender el concepto de héroe que, en la perspectiva homérica, “del gran guerrero muerto perdurará la memoria debida a su coraje y su hombría magnánima, y por ello será recordado y motivo de elogio épico entre la gente de después, con un aura de largo resplandor” (Pág. 12). Para definir el concepto de héroe, el prestigio escritor y profesor recurre al libro “La tragedia de Héctor” de Troya del conocido Redfield: “Todos los hombres nacen para morir, pero solo el guerrero debe enfrentarse a este hecho en su vida social, puesto que solo cumple con sus obligaciones haciendo frente a los que buscan su muerte… en nombre de la comunidad él debe abandonarla y penetrar en el reino de la fuerza. El guerrero solo protege al mundo humano contra la fuerza gracias a que él mismo está obligado a utilizar y sufrir la fuerza” (Pág. 13).
El libro es una narración compuesta por las diferentes versiones de los mitos por parte de los autores clásicos y modernos, lecturas de Homero, Apolodoro, Pindaro, Hésiodo, junto con autores y autoras de nuestro tiempo.
En resumen es un recorrido por el panteón heroico que se detiene en cómo, dónde y por qué mueren los héroes, en cuáles se burlaron de la muerte y cuáles, convertidos en dioses, consiguieron evitarla.
“Contra el olvido, los nombres de los héroes perduran en la red imaginaria de la mitología, y en la literatura que se alimenta de sus historias y recuenta sus hazañas con nuevos acentos”.
En la mitología griega, la vida de los héroes (Ulises, Jasón, Teseo, Hércules…) es casi siempre un ejemplo de heroísmo, valor e ingenio. Pero ningún libro (del que tengamos noticia) se dedica a recoger y analizar así las muertes de estos personajes míticos: muertes extrañas, azarosas y sorprendentes, que subrayan la fragilidad de la condición heroica. Pocos llegan a viejos, y a menudo encuentran la muerte en alguna emboscada, seducidos por amantes perversas o cruelmente alanceados por la traición o el odio. Con su característica erudición teñida de amor y humor hacia los personajes de los mitos griegos, Carlos García Gual recoge en este breve libro veinticinco muertes míticas, comparando sus versiones literarias y sin olvidarse de las grandes heroínas clásicas, arquetipos femeninos de inquietante actualidad: Clitemnestra, Casandra y Antígona. Recuerda que, curiosamente, las mujeres griegas suelen quedar, en principio, al margen de ese sangriento escenario heroico. Por eso, opta como colofón del libro de evocar a estas tres famosas figuras femeninas, no épicas sino trágicas. La recupera porque, según García Gual, a través de esos caracteres, “se percibe una singular disposición de la alma femenina para rebelarse contra la sumisión y el silencio que las imita en realidad cotidiana e histórica. Las heroínas del mito presentan una capacidad para la rebeldía, para la magnánima decisión, para el crimen y el heroísmo que habla también de las posibilidad ahogadas de las otras mujeres, de las reales y sufridas mujeres de la democrática Atenas, por ejemplo”. El libro concluye con una extraña conclusión basada en el ejemplo de estas tres heroínas trágicas. “La desobediencia, esa rebeldía que comporta una cierta grandeza de ánimo, se paga con el sufrimiento, con la catástrofe, con una pronta y desastrosa muerte. Dura lección” (Pág. 159).