ISBN: 978-607-7711-15-5
Año de publicación: 2018-01-04 06:00:00
Introducción del libro:
Después de publicar su extraordinario libro de casi mil páginas sobre la Primera Guerra Mundial, 1914. De la Paz a la Guerra (Turner, 2013), la historiadora canadiense Margaret MacMillan vuelve a publicar. En este caso, una breve obra pero maestra en la que presenta una selección personal de líderes y figuras del pasado, hombres y mujeres, algunos famosos y otros menos conocidos, que en su opinión destacan como “personas que hicieron historia”. Con agudeza y fácil pluma, pasa revisar a los atributos o características que marcaron su capacidad de persuasión y su arte de liderazgo, algo tan en debate en la actualidad. “El triunfo del liderazgo –dice la autora- depende, entre otras cosas, de algunas cualidades inherentes, como la habilidad de motivar e inspirar a los demás, pero todos conocemos a alguien de gran talento que nunca llegó a yanto como prometía” (pág. 21).
Lo más relevante de su trabajo es la explicación que aporta de los principales líderes carismáticos del siglo XX. Lo preocupante es el miedo que se apodera del lector con respecto avanza en su lectura al darse cuenta de que vivimos rodeados de este tipo de personajes. Lejos de aprender del pasado, parece que nuestra historia los alimenta y reproduce con enorme facilidad.MacMillan examina el concepto de liderazgo a través de Bismarck y su papel en la unificación de Alemania, Willam Lyon Mackenzie King en la defensa de la unidad canadiense, y Franklin D. Roosevelt en la política estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, y señala los grandes errores o decisiones destructivas de dirigentes totalitarios como Hitler (buenos y malos de las consecuencias de la arrogancia), o democráticos como Nixon o Thatcher (como muestras del valor de la osadía). También hay espacio para soñadores y aventureros y personalidades únicas menos conocidas pero cruciales en su época.
Este libro intenta dar respuesta –de forma valiente e inteligente- sobre un importante interrogante: ¿Quién mueve la historia? ¿Los hombres, las circunstancias, los pueblos o una combinación de ambos? En el prólogo, MacMillan defiende su propia tesis: “Todas las personas a las que he elegido para hablar de ellas aquí, cada una a su manera, han puesto su granito de arena en la historia, algunos haciéndola, otros registrándola, y otro de las dos formas. Hubo líderes como Franklin Delano Roosevelt o Iósif Stalin, que se ganaron la fama dirigiendo las corrientes de la historia y desviándolas en una dirección en lugar de otra. Y luego están los que se enfrentaron a esas corrientes, los intrépidos hombres y mujeres que se convirtieron en exploradores y aventureros, muchas veces pagándolo muy caro. Y hay aun quienes, como Montaigne, se hicieron más conocidos por su capacidad de observación, por quedarse en los márgenes” (pág. 19).
La historiadora sostiene, en esta línea, que en muchos casos son las personas las que definen la Historia, aunque esas personas no estén necesariamente “al volante” de los acontecimientos. “Para mí –agrega-, las personas de la historia son esas que destacan respecto al fondo, como una madonna en un cuadro renacentista, como los recortables que se ponen de pie en un libro infantil troquelado, como ese rostro particular en el que se fija la cámara de cine cuando recorre una multitud”. Además de explorar sus biografías, MacMillan contextualiza sus acciones y su pensamiento dentro del marco histórico en el que se producen porque sin ello nada tiene sentido. Todo es manipulable. Así lo explica la autora: “Debemos ubicar siempre a las personas en el contexto de su tiempo, y recordar que no podemos esperar que pensaran en cosas que no se habían descubierto o expresado aún” (pág. 20).
Lo más curioso es que después de las casi 300 páginas, uno sigue preguntándose cuales son las cualidades que debe tener un buen líder. Solo evidencia una. ”La persona que triunfe como líder debe tener, para empezar, ambición, e incluso una ambición implacable” (pág. 22). Y añade, además, otras dos cualidades ma´s: persistencia, aguante y sentido de oportunidad. Pero, seguidamente, MacMillan lo matiza: “De la historia no podemos sacar instrucciones claras para tomar decisiones hoy, ni un plan de acción para anticiparnos al futuro. Ya hemos visto lo que puede suceder cuando los líderes políticos y de opinión afirman que están aplicando las lecciones del pasado. La historia tiene tanto alcance y una naturaleza tan proteica que una persona puede encontrar en ella justificación o ejemplos previos para cualquier cosa que desee hacer, sea buena o mala. La historia y sus personas nos brindan más que un humilde conocimiento y un humilde estímulo: el de que somos hasta cierto punto seres de nuestra época, pero capaces de trascender o poner en cuestión los límites (…). Por encima de todo, las personas de la historia nos hacen conscientes de la enorme capacidad para el bien y el mal que todos poseemos” (pág. 276). Probablemente, la mejor que se puede extraer del último trabajo de Margaret MacMillan, rectora del St. Antony’s College de la universidad británica de Oxford y catedrática de Historia Internacional en la misma institución, tras haber dirigido el Trinity College en la universidad de Toronto, es que no hay Historia (con mayúsculas) sin personas. Y la Historia no está escrita; hay que escribirla. El pasado enseña pero no dicta el presente.
En el año 2002, MacMillan ganó el premio Samuel Johnson por su libro París 1919: seis meses que cambiaron el mundo (publicado en español en 2005), y es también la autora de Juegos peligrosos. Usos y abusos de la Historia (2010). Es miembro de la Real Sociedad de Literatura y Senior Fellow del Massey College de la Universidad de Toronto, miembro honorario del St Hilda de la universidad de Oxford, y se sienta en los consejos de administración del Mosaic Institut y del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo y los consejos de redacción de la Historia Internacional y Primeros estudios sobre la guerra mundial.